UNO

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Ni siquiera sabe en que momento sucedió, pero mantiene presente qué lo cambió... aunque él ya no esté a su lado.

Conocer a Baji Keisuke lo había cambiado de una manera, a grata sorpresa de cualquiera, para mejor. Como si poco a poco él lo hubiera estado influenciando a bien desde el primer momento en que se hablaron, incluso si era alguien tan problemático como se murmuraba en los pasillos de la escuela tan llena de imbéciles a la que ambos asistían -y sólo si lo reconocían, porque ciertamente el cambio hecho de su aspecto aquel año para que no lo arrestasen nuevamente, era tan funcional, que bajo su efectividad nadie supondría que ese chico con peinado como lambida de vaca era un pandillero, uno de los capitanes de la Tokyo Manji Gang-. Aunque en verdad más allá de lo que Baji podía aparentar, él continuaba siendo...

Bueno, no.

Él enserio era tan problemático como lucía cuando vestía a su comodidad; y agresivo, y repentino, e impulsivo... Igual que el primer prejuicio, la quema de autos sin justificación era testigo. Pero sin embargo, también era agradable. Sabía ser amable, o al menos haría el intento -si se encontraba de buen humor, sin hambre y sin intensas ganas de quemar algún auto de nuevo-, lo había hecho con Matsuno cuando lo salvó de ser aplastado por una pandilla, que por el contrario de él, el rubio jamás hubiese vencido por su propia cuenta.

Probablemente cualquiera que los conociera en ese entonces, sin que esos dos llevasen un gran tiempo haciéndolo entre si, se tomaría el atrevimiento de decir que ya lo hacían desde toda una vida.
Y ciertamente, es que parecía ser justo así. Nadie más podría conocer mejor a Keisuke, ni siquiera alguien que realmente lo hiciese desde toda una vida, pero tal vez también ese era el precio a pagar, después de todo; después de la inmensidad de su conexión, como si no supieran que era más que sencilla amistad y admiración.

Sus pensamientos eran tan legibles como lo pueden ser huellas en la arena bajo algún agua cristalina. Rápidamente podrían volverse difusas, porque tan pronto como se marcaban, desaparecían; y lo que Baji-san generalmente pensaba, era un constante cambio. Así que era sorprendente como la certeza de Chifuyu parecía únicamente reservada a su persona y todo lo que lo implicara, incluso cuando el pelinegro no lo quería así. Aunque esa fuese la llave de la puerta que lo llevaría a su perdición.

Se conocían, por todas las demás veces. Veces en las que se llegaban a mirar y veían a través del otro. Como si sus pieles fuesen transparentes, de un cristal tan fino que ninguno querría tantear por miedo a romper, pero hacerlo no se volvía necesario para ver -aunque de vez en cuando se empañase de miedos y nervios-, siempre podría dibujar su silueta como un reflejo de espejo.

Hasta que ya no pudiera mirar y solo le quedase recordar, hundido en el miserable deseo de venganza, originario del noble de justicia.

Tan pulcro que creerías que no se encuentra ahí, de refrescante gozo como el sumergirse en aguas vaporososas a mediados de invierno, un día donde la helada cae en Tokio hasta hacer visible como se adueña incluso de los pastos más claros y bajos de la ciudad, en jardines de casa y sobre las artesanales macetas de altos balcones de las que apenas comienzan a brotar y marchitar las flores.

Tan inocente y puro como una ₁flor gerbera.

Si tan solo esos sentimientos no se hubieran ido creando desde un comienzo, o si tan solo no lo hubieran hecho en ningún momento... Porque cuando alguna noche vertiginosa Matsuno se fue de la torturadora realidad por reflexiones sinceras, con la valentía de no negar lo que sentía, al menos para si mismo, se dio cuenta que llegaba a la irremediable conclusión de que siempre hubo algo diferente con Keisuke; el destino le estaba dando los motivos -de los más mundanos- para encontrarlo genial, sin darle explicación a el porqué de tales.

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⏰ Última actualización: Nov 29, 2021 ⏰

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Estancado | BajiuyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora