Besos sabor a té | Zhongli x Venti

parte única.

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A veces, ser parte del consejo estudiantil significaba hacer cosas no del todo agradables, especialmente si se era presidente del mismo; el cargo era para alguien lo suficientemente valiente como para poder destruir los sueños de alguien y sostenerle la mirada en todo momento, incluso si esta persona lloraba en frente suyo o se preparaba para darle una paliza.

Bueno, tal vez eso era exagerar un poco. En términos simples, a veces había asuntos no del todo agradables relacionados a los clubes del colegio que debían atenderse, y ese era el trabajo del presidente del consejo, es decir, Zhongli. Quizá podía pensar que era un fastidio tener que disolver un club, teniendo en cuenta de que los integrantes nunca aceptaban los hechos de forma inmediata, pero en esta ocasión no podía estar más agradecido de su deber como presidente. Claro, se dio cuenta de que debía agradecer por esto mucho tiempo después de lo ocurrido.

Dos golpes a la puerta como preámbulo fueron suficientes para hacer notar su presencia antes de abrir la puerta. No esperó a que hubiera una respuesta del otro lado, simplemente ingresó.

Tal y como le habían dicho, en la sala del club solo se encontraba un menudo muchacho de baja estatura, sentado en una pequeña mesa con algunos papeles encima y un plato con varias galletas. El chico levantó la mirada al oír la puerta chirriar y sus miradas se encontraron al instante, atraídas como si de dos imanes se tratara.

Se conocían, por supuesto que se conocían. Zhongli sabía que se encontraría con Venti allí mismo, por eso había tardado un poco en aparecerse en la sala del club; si bien eras amigos desde que eran pequeños, las obligaciones como estudiantes y sus propias vidas individuales los habían separado paulatinamente hasta que llegaron a esto: que el encuentro de sus miradas significara más que una simple acción. Que el sudor se formara la palma de sus manos ante el nerviosismo que escalaba de nivel a una velocidad alarmante.

Había pasado mucho tiempo desde la última vez que el fulgente matiz de azules de los ojos de Venti se encontró con el torbellino acaramelado de los de Zhongli. Fue una explosión capaz de destruir las leyes del tiempo, permitiendo que ambos muchachos saborearan el encuentro con mayor libertad. Dándole paso a un sinfín de pensamientos, preguntas y sensaciones indescriptibles.

Sin embargo, el momento de quietud duró lo que un pestañeo. El más bajo solo necesitó sonreír tímidamente para recordarle a Zhongli por qué se encontraba concretamente allí.

—Estimo que recibiste el mail del consejo y sabías que estaría aquí a esta hora —dijo con voz templada y respetuosa. Sus ojos continuaban sobre Venti, aunque esta vez lo miraban con una intensidad formal casi insoportable. Qué increíble debía ser tener tal control de tus emociones, una capacidad que le permitía esconder los verdaderos sentimientos en una máscara de desinterés.

—Sabes que no tienes que hablarme con ese tono tan formal, ¿verdad? —dijo Venti sonriendo, preguntándose qué hacía que Zhongli estuviera tan serio. ¿Acaso el tiempo había barrido toda confianza que había entre ellos con tanta facilidad? Al no recibir respuesta, dijo: —. Sí, lo recibí, pero no sé qué asuntos tenga el consejo conmigo.

—No tiene asuntos específicamente contigo —corrigió el más alto, acercándose a la mesa y apoyando suavemente uno de los papeles que llevaba consigo para que el otro pudiera verlo—. Sino con tu club.

Venti le sostuvo la mirada por un instante antes de bajar la mirada hacia el papel, con la curiosidad inocente plasmada en el rostro. La expresión le rompió el corazón a Zhongli; era como la introducción a una película triste, con la mentira de la felicidad casi palpable. Las finas cejas de Venti yendo hacia arriba y sus labios rosaditos siendo apretados mientras leía fueron suficientes para que el presidente del consejo alejara su mirada, incapaz de seguir viéndolo. Solo él era capaz de romper la capa de frialdad que cargaba a todos lados con facilidad.