Nunca conozcas a tus ídolos

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Durante mucho tiempo, de niña, deseé tanto ser una gran artista reconocida. Por una parte, quería que mi trabajo fuese conocido porque sé que por medio de las letras puedo mejorar muchas cosas en la mente de las personas. Y, por otra parte, para ser alguien lo suficientemente interesante e importarte para ser digna de convivir con aquellos artistas que tanto admiraba.

Bien, un día me hice una cuenta en TikTok y empecé a subir videos recitando algunos de mis poemas. Los primeros fracasaron terriblemente, tenían menos de 20 vistas. Pero, el día que asesinaron a Mark Tyson, el vocalista de Hershey y uno de mis cantantes favoritos, el internet se llenó de esa noticia y aproveché para escribirle un poema en honor a su carrera y a sus letras. Grabé mi voz, edité el video y lo subí. Pasaron 50 minutos y las visitas eran enormes, los likes subían como espuma. Mil. Seis mil. Treinta y dos mil. Ochenta mil. Trescientos mil. Las visitas tocaban los 2 millones.

Yo me sorprendí mucho al principio y, admito, me asusté. Tener la atención de cientos de miles de personas en tan poco tiempo hace que sientas un peso enorme en tus hombros, no los querrás decepcionar, querrás mantener su atención. A la larga te obsesionas con los números y con del amor de las personas. Así que decidí controlar mis emociones y me propuse disfrutar el momento y los hermosos comentarios que me hacían.

De pronto llegué a dos millones de likes y trece millones de visitas. Casi cien mil seguidores. Esto era enorme. Me nació una necesidad por seguir creando, necesitaba retener a mi audiencia. Hice otro par de videos que tuvieron moderada popularidad. Poco a poco me fui haciendo de una comunidad de apoyo muy grande, cariñosa y fiel.

Finalmente tenía esa anhelada atención, los ojos de las personas estaban leyendo lo que escribía permitiendo que mis palabras impactaran en su interior.

Seguí subiendo videos y seguí escribiendo hasta que me di cuenta de que tenía suficientes escritos para formar un libro entero. Les platiqué a mis seguidores la idea de lanzar un libro y les encantó, me garantizaron su apoyo al instante. Organicé todo, tardé cuatro meses escogiendo los mejores poemas y corrigiéndolos, y otros tres meses definiendo cómo quería la portada y contratando a diversos diseñadores para la realización. Decidí optar por la auto publicación. Después de 8 meses en total, di el anuncio: mi primer libro "En mis entrañas" estaba a la venta.

A las pocas horas entró al top 10 de los más vendidos en Amazon, Apple Books y Google Play Books. Al día siguiente era número 1. Las reseñas eran muy buenas. TikTok, Twitter y Youtube estaban inundados de opiniones y posts sobre "En mis entrañas". Yo estaba alucinando. A los dos meses ya había vendido 150,000 copias digitales. Todo había ocurrido en poco más de un año. Me sentí realizado. Había logrado todo aquello sin apoyo de alguna editorial, solo yo y el internet. Gracias, algoritmos.

Propuestas de contratos me llovieron. Invitaciones a ventos también. Todas las pensé detenidamente, hasta que uno de mis autores favoritos de la vida, Richard M. Swift, se puso en contacto conmigo y me invitó a ser una de sus colegas en una sociedad de autores que él iba a crear. Dicha sociedad, por palabras del mismo Richard, sería muy exclusiva para autores de valor. Me contó la lista de invitados y no lo podía creer. Autores de las sagas más conocidas y épicas asistirían.

Aunque sabía que mi trabajo no competía contra los de ellos, estaba consciente de que merecía la invitación. Estaba segura de que tenía algo de valor que aportar.

Quería llegar lejos, no por mí sino por mis letras.

La sociedad de escritores, entre muchas intenciones, tenía las de trabajar en conjunto en la escritura de obras, crear eventos para difundir nuestros libros, tocar puertas en "ligas mayores" y formar un grupo de poder que atrajera la atención de medios y masas para a largo plazo ser reconocidos a simple vista, ser requeridos para eventos institucionales, y quedar impresos en la cultura de la literatura. Richard me lo contó tan lindo que yo estaba encantado. Pensaba: "Sí, dame todo lo que tengas, tomaré cualquier oportunidad".

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