Capítulo 5

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Ya era lunes y Maca ni siquiera había abierto el chat. 

Tampoco quise hablarle a Jose para no parecer tan desesperada, si probablemente no era nada y solo quería pasar tiempo con su amiga. Me había dicho que llevaban ya unas semanas viviendo en Santiago, así que claramente debía extrañarla.

Es solo una amiga.

No entendía por qué le daba tantas vueltas. El simple hecho de imaginar que Maca había conocido a alguien más me hacía retorcer el estómago, aunque fuera obvio, porque tenía derecho a salir con gente, a enamorarse. Era hipócrita de mí creer que ella no seguiría adelante, si yo también estuve con otras personas.

Los meses siguientes, luego de recordarla, fueron los más oscuros. Anhelaba tanto sentir como ella me hacía sentir, que busqué esa sensación en cualquiera que estuviera dispuesto a aceptar el desafío. Tantos rostros difuminados, tantas manos tocando mi cuerpo, tantas caricias, besos, voces distintas y nadie, nadie pudo estar a su altura. 

Jamás creí en las almas gemelas o en el gran amor de la vida, pero no fue hasta que volví a tenerla cerca de mí, con sus deditos enredados en los míos y su boca casi rozando mi boca, que sentí como si una parte dormida en algún recóndito espacio de mi ser, hubiese despertado. 

Maca provocaba eso en mí. Siempre provocó eso en mí.

¿Pero si ella no sintió lo mismo? 

—¡Mesa cinco! —Gritaron desde la cocina. Esa era mi señal. 

Volví a la realidad. Tomé la bandeja con el pedido y la llevé hasta los clientes. Era tenedor libre de pizza, así que, como todos los lunes, una cantidad exorbitante de gente circuló hasta la noche por el local. Apenas tuve tiempo de llamar a mi mommy para preguntar por Gema y, por suerte, tampoco pude seguir pensando demasiado en Maca.

—Rubí, te busca alguien afuera —me avisó el jefe. 

Era casi media noche y ya estábamos cerrando, solo quedaban algunas mesas que limpiar. No esperaba a nadie a esas horas. 

—Hola —dijo Maca cuando me vio. 

Estaba sentada sobre la acera, usando una camiseta negra de alguna banda que yo no conocía y el cabello atado en una cola. Íbamos entrando a verano, así que soplaba una brisa fresca que no alcanzaba a desordenar el par de mechones sueltos cayendo por las orillas de su rostro. 

—Maca, ¿qué estai haciendo acá?

—Chuta, es que quería hablar contigo —se levantó. —¿Mal momento? 

—No, no, si ya estaba por irme, pero es súper tarde. ¿Cómo supiste que iba a estar aquí?

—Le pregunté a tu mamá —se encogió de hombros. Yo reí por lo obvia que parecía su respuesta. —¿Te espero? Ando en el auto. 

Acepté. 

Entré casi corriendo y limpié lo más rápido que pude para irme pronto, ignorando los chistes que mis compañeros hacían al respecto. Me quedé un rato ante al espejo antes de salir, fijándome si estaba todo en orden, pero, por muy bien que siguiera el delineado, no había forma de pasar por alto las ojeras y la cara de agotada que llevaba. 

—¿Tenís frío? —preguntó Maca, ofreciéndome su abrigo. Negué con la cabeza. 

—Deberías estar durmiendo, mañana tenís que trabajar, ¿o no? —le dije. Ella rio bajito.

—Ya po, mamá. 

Maca había comenzado a trabajar en una agencia de diseño, InnoColor o algo así era el nombre, me contó. Le gustaba lo que hacía y parecía irle bien, aunque gran parte de lo que tenían, como el auto y el departamento, era la herencia que dejó su papá, del cual casi no hablaba y yo prefería no preguntar. 

Siempre tú | Rubirena |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora