No sé cuándo nació. Era de esas mujeres que eternamente son viejas, es como si el tiempo se hubiera detenido en ella hacía 30 años, era vieja, terriblemente vieja a los 70 y lo mismo a los 90. Murió a los 96. Ese día ella sola había volteado los colchones, preparado la comida, remendado unos calcetines del cuñado que la mantenía y por el que guardaba un sordo rencor que no podía entender. Ese sordo rencor me rodeó cuando yo tenía 18 años y la fuimos a recoger al aeropuerto, llevaba su abrigo color "ratita"-así lo llamaban ella y su hermana Luisa, mi abuela, su hermana más chica-. Llegó feliz y ya en la casa mi abuelo se asomó a la salita de la televisión donde estábamos todos los primos y nos dijo, pero me miraba a mí porque yo era la que vivía con él: "A partir de ahora, a Trini se le trata como de la casa". No necesité saber más: cuidado y la molestara con mis ideas, con mi "cabeza llena de pájaros". Tratar a una mujer mayor en su casa significaba simple y llanamente obedecerla en todo, estar de acuerdo en todo lo que ella dijera, y yo, pues calladita me veía muy bonita.
Mi tía abuela nos odiaba, odiaba a la familia de su hermana, a su hija, a la hija de su hija, las nueras, los nietos, todo a su alrededor era el recuerdo de lo que tuvo y le arrebataron de la forma más horrible y, sin embargo, de la más común en la época que vivió.
En México hacía un calor terrible y ella no se quitaba su abrigo de "ratita", mi madre le dijo que se lo quitara, que de verla se ahogaba, y contestó: "En Asturias está lloviendo". Mi madre siguió de largo mientras ponía los ojos en blanco. Y así fue su relación, mi madre hablaba y mi tía bajaba la mirada para que no viera la burla en sus ojos, la sonrisa que quería ser amable, pero era sardónica, y cuando mi tía hablaba, mi madre con los ojos en blanco.
Mi tía no era nueva en México, había vivido aquí casi 20 años antes de regresar a España y se había regresado para cuidar a su hermana Pilar víctima de polio cuando era pequeña y ahora estaba medio impedida, bueno, impedida estuvo siempre, pero se las arregló hasta que llegó a cierta edad. Creo que hubo una inundación en el pueblo y los refrigeradores salieron por las puertas flotando y todo. Un vecino rescató a Pilar justo antes de que se ahogara, supongo que eso fue el parteaguas para que Trini regresara a España, no creo que se imaginara que volvería 20 años después, más vieja, más harta, más rencorosa y ni un pelo de cansada.
Hay algo curioso con la ira: es como un motor, , su enojo es tal que todos los personajes se ven afectados por ella. Más o menos eso pasó con mi tía Trini. A mí en su momento no me afectó , no me causó infinitos males ni me precipitó al Orco, eso pasaría después, mucho después cuando mirara hacia atrás y lo comprendiera todo y quisiera arreglarlo todo y, entonces sí, la ira de la Tita, de mi tía Trinidad, me arrastraría al Orco, y es que, repito, mi tía a sus 90 no estaba ni un pelo de cansada, su ira la mantenía activa, llena de vida. Quién iba a decir que el recuerdo de esa vida, como la vida de Aquiles impulsada por la ira, me haría presa de perros y pasto de aves.
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La Tita, la furia, el infierno.
General FictionLos muertos no mueren, su furia nos acompaña, sus lágrimas nos mojan y están ahí con nosotros, nos guste o no. El problema es cuando juegas a la ouija, echas unas cartas y ella regresa con su furia, su desilusión y se desata el infierno que ahora ti...