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Doyoung era un reconocido escultor, hacía grandes estatuas de dioses para los centros culturales importantes, se había graduado de la escuela de arte más elogiada de la década, era joven y talentoso.

Pero eso no lo hacía especial, a pesar de que tenia talento para tallar, todavía continuaba siendo una persona muy aburrida para los demás, que solo le daban una mirada cuando estaba revelando alguna nueva obra y todos los ojos estaban encima suyo.

Pero no era tonto, sabía que esto ocurría, por lo que no confiaba demasiado en nadie y siempre se ocupaba en las cosas que verdaderamente le gustaban, porque si se perdía en lo que los demás querían o pidieran de él, entonces perdería su propia esencia, así lo sentía, él no era aburrido, solo que todavía no llegaba la persona a la que él pudiera impresionar.

Y entonces se preguntó ¿será que yo puedo crear a el individuo que quiero impresionar?

Con aquello en mente, compró un gran mármol inmenso, era tan gigante que media su altura, pensó en lo que quería crear y se decidió por un hombre, un joven apuesto, que se viera elocuente, pero para nada presumido, un hombre agradable, decidió.

Por lo que empezó a tallar su altura y medidas, lo haría sentado como lo hizo Miguel Ángel con Moisés, nada más que mantendría su perfil hacia al frente, nada de mirar hacia los costados, podía ser que se viera más realista pero de frente se podía apreciar con mayor facilidad su belleza.

Le hizo un cabello largo hasta por debajo de los pómulos, le llegaba solo hasta el cuello, moldeo las hebras de cabello para darle más realismo, y continuó con su cuerpo, yendo por partes, le hizo un traje común, lo vistió como se visten los empresarios adinerados.

Y mientras se fundía en los detalles, la inspiración para su rostro llegó, ojos amables, se enfocó en ellos, ojos que pudieran transmitir que todo lo que decía lo decía con una buena intención, ojos que pudieran sentirse cálidos y como un refugio.

Después siguió por su nariz, una nariz   bonita y prolija, detalló sus pómulos, altos, para que cuando sonriera, se viera encantador e irresistible, y sus labios lo pensó por mucho tiempo, dio vueltas alrededor de su taller, pensativo.

Labios que se vieran como una sonrisa incluso cuando estuviera serio, y para poder expresar debería concentrarse en sus comisuras, profundas, agradables, como las de un niño que transmite pureza y complicidad.

Doyoung trabajó en su escultura por semanas enteras, demasiado absorto en su trabajo, posiblemente le haya dado mucho más que su atención, le estaba poniendo todo su amor y pasión encima, quería que este hombre fuera más que perfecto, quería convertirlo en un dios inventado por sí mismo, su belleza sería tanta que los mortales se arrodillarían ante él para que fuese real.

Y con el pasar de los días lo pensó, le gustaría que fuera real, en su imaginación el hombre era inteligente, pero sobre todo amable, entonces hablaría con él, sería su amigo y podrían hablar de todo tipo de cosas.

Necesita un nombre, pensó. 

Un nombre que sea capaz de ser nombrado por cualquier persona en el mundo, nada complicado, los nombres complicados que no pueden pronunciarse son olvidados. 

"John" sí, ese sería su nombre, con su letra inicial favorita, la J. 

Doyoung sería el único que le diría "Johnny", orgulloso del gran progreso que estaba logrando con su obra, el escultor continuó con su labor, Johnny se volvía cada vez más guapo y definido, cada día que Doyoung se concentraba en sus detalles, se enamoraba más de él, de sus ojos amables, de su sonrisa dulce, sus pómulos fuertes. 

Sé que solo ves en gris JohndoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora