Capítulo 25: tírate

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Y si me dices que te vas
Que no lo quieres intentar
Entonces abre la ventana
Y tírate.

Sé que no lo harás
Tu soliloquio puede más
Y sé que no dirás
Palabra de verdad.

💭

De vuelta a casa, su madre no dijo palabra alguna. El silencio era incómodo, y es que Otabek tampoco se atrevió a encender la radio, mas no pudo evitar que una pregunta se escapara de sus labios, aún cuando no estaba seguro de querer oír la respuesta.

— ¿Le dijiste a papá?—Prefirió ver por la ventana, notando su reflejo en el espejo de al lado, su rostro estoico y magullado.

Se sintió tan imbécil, hace media hora en dirección junto a Leroy seguía con la sangre ardiendo, mas ahora no había nada excepto silencio, y el peso de los hechos caía sobre sus hombros. Jean sabía lo ocurrido entre él y Yuri, así como probablemente el resto de los estudiantes sin nada más que hacer excepto indagar en la vida de los otros. Quizás Phichit ya lo escribió en su blog.

— Tuve que decirle, Otabek.

Había dos cosas sobre las que no quería pensar en ese momento: su padre y el futuro. Probablemente Vladimir Altin se enfade como el demonio al enterarse de que su hijo hace escándalos de violencia en la escuela, o que tendrá que pagar por la nariz de Leroy. Y sobre el futuro... todo lo que podía pensar en esos momentos era ¿Ahora qué?

¿Qué haces cuando todo se cae de golpe? ¿Debería asumir las consecuencias de sus actos y dejar claro ante todos que era homosexual? Siendo honestos, tenía miedo, miedo de que el entrenador se entere, de que le hagan la vida imposible, de que su padre sepa. Siete años de amistad con Yuri Plisetsky le han enseñado que ser homosexual es una mierda, porque para todo el mundo eres eso, eres el raro, el asqueroso, el afeminado, el enfermo, el depravado.

— Otabek, si no le decía, se iba a enfadar.—Su madre intenta disculparse, mientras que él no se cree capaz de siquiera enfadarse con ella.

¿Cómo podría él estar molesto con su madre? Sentía lástima, aunque jamás se lo diría, porque a la vez que le tenía lástima también la admiraba. Aún cuando no la entendía.

— Se va a enfadar de todos modos, pero eso no es culpa de nadie, mamá.

Nina Altin, quien seguía viendo fijamente el camino, de repente posó sus ojos azules en su hijo, con las palabras atoradas en su garganta.

— Puedes decirme lo que sea, Otabek.

— ¿Cómo te pudiste casar con ese tipo?—Era tonto, pero se sentía frustrado con él, con el resto, con Leroy.

Se sentía frustrado porque se había dado cuenta de una realidad terrible: era igual a su padre, había hecho una estupidez y había lastimado a Yuri, se había descontrolado con un par de palabras, había sido tan violento como lo era Vladimir Altin luego de un par de copas, luego de un mal día, luego de un error por parte de alguien. No habían muchas diferencias entre él y su padre, era igual de impulsivo y su amor era igual de violento, capaz de lastimar a quien estuviera a su lado, quizás no con los puños como lo hacía el mayor, pero sí con su egoísmo. ¿Estaba condenado a ser igual a él? En cierto modo, eso le aterraba más que el hecho de ser homosexual.

Su madre, por otro lado, se había detenido en la luz roja, mirando a su hijo con calma, pasando sus dedos por el cabello castaño de Otabek, recordando.

— Tu padre era hermoso.

Parecía tan segura, no lo había dudado un segundo, y Otabek tuvo un ápice de esperanza en pensar que quizás él fuera distinto. Aún así no podía evitar preguntarse qué había pasado con él, con esa belleza de la cual hoy no había rastro.

Hijos Del Peligro [otayuri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora