Rechazado

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Souichi abrió los ojos para descubrir la luz del día. Despacio se apoyó sobre un codo, al tiempo que se echaba el pelo hacia atrás y miraba a su alrededor, atontado por una noche inquieta repleta de sueños breves y perturbadores.

Lo primero que observó fue que la otra almohada estaba arrugada y el edredón destendido, lo que indicaba que Morinaga había pasado al menos parte de la noche con el.

Bueno, algo era algo... aunque no se hubiera molestado en despertarlo.

Se dirigió al baño. La toalla mojada de Morinaga colgaba del toallero, y una fragancia agradable a colonia, pasta de dientes y jabón impregnaba el aire húmedo. Pero él se había ido.

Al dar la vuelta decepcionado, un aroma leve, pero persuasivo de café penetró en su conciencia, y lo siguió hasta la cocina.

Morinaga se hallaba ahí, preparando el desayuno. Llevaba unos jeans viejos, una sencilla camiseta blanca y el cabello aún estaba mojado por la ducha.

Souichi se apoyó en el marco de la puerta y lo contempló.

-Hola -saludó en voz baja. 

-Hola -sonrió y le recorrió el cuerpo con la vista- Estás decididamente apuesto, Souichi san

-Apenas lo notas - murmuro Souichi mas para si mismo, consciente de que se excitaba levemente bajo su mirada.

-Lo siento -No sonó demasiado arrepentido, ni tampoco se acercó a el como Souichi había esperado- Trabajé más tiempo del que planeé, y luego me quede viendo algo en la televisión.

-Podrías haberme despertado cuando subiste a acostarte.

-Te veías muy a gusto. No me atreví -le sirvió café- Su tónico de la mañana, senpai.

Souichi habló con voz ronca, mirándolo, sabiendo que le gustaba verlo de esa manera, acalorado, raramente desinhibido  y con el pelo revuelto de dormir - ¿Por qué no desayunamos... en la cama?

-Te lo dije anoche -sonó algo divertido- En cuanto me haya bebido el café, me voy a Gifu.

-Kunijiro te invitó a comer, seguro que no tardas toda la mañana en llegar.

-Ni san quiere que lo ayude con algunas cosas. 

-¿En serio? , ¿Y eso se antepone a mi?

-Hoy sí - Se puso serio y depositó el café rechazado en la barra- Pareces haber olvidado que ni siquiera ibas a estar en casa -hizo una pausa- Dime, Souichi san, si la conferencia se hubiera realizado y yo hubiera insistido en que hoy me acompañaras, ¿habrías dejado eso para venir conmigo?

-No es justo -protestó- Una conferencia, o cualquier tipo de catedra, es totalmente diferente. En eso no tengo elección. Es trabajo.

-Por otro lado -Morinaga se encogió de hombros- podría ser sencillamente una cuestión de prioridades. Y hoy las mías no las he decidido yo.

Dejó a un lado el desayuno sin tocar y se dirigió a la puerta. Al pasar al lado de Souichi se detuvo, le sujetó las muñecas y de pronto lo inmovilizó contra la pared.

El jadeó, entre indignado y excitado, al retorcerse en sus manos en un vano intento por liberarse.

Los ojos oscuros de Tetsuhiro eran intensos al observar cómo las pupilas de Souichi se dilataban en el inicio de una excitación que no podía  controlar.

Se adelantó y lo besó despacio, casi con insolencia, mordisqueándole el labio con los dientes, deslizando la lengua sobre la de el como si fuera seda en llamas.

La respuesta de Souichi fue inmediata. Pegó la boca a sus labios con dulzura y ansia. Tomó las manos que lo sujetaban y las depositó en su cintura

“Es mío”, pensó orgulloso.

Morinaga le separó los muslos con la pierna, en una fricción deliberada y tentadora que lo obligó a soltar un gemido atormentado de la garganta.

Lo deseaba tanto que le dolía. Necesitaba sentirlo en su interior... ser tomado allí mismo, contra la pared o en el suelo. Quería ver su control hecho pedazos. Poseerlo, saber que tenía la misma necesidad y desesperación que el.

Incluso cuando él retrocedió, con respiración entrecortada, pensó que había ganado.

Enganchó los dedos bajo las orillas de la camisa  y tiró de ella, dejando que se deslizara por su cuerpo y cayera alrededor de su cintura. Esperó, su desnudez un desafío, el cuerpo encendido y listo para su invasión.
Y vio que él le sonreía.

-Adiós, Souichi san -dijo con suavidad- Jamás pienses que no tuve la tentación -dio la vuelta y se encaminó hacia la puerta de entrada.

Durante un segundo Souichi quedó demasiado aturdido para moverse o hablar. Luego la indignación lo rescató.

-¡Bastardo! -soltó con voz ahogada—¡ No se te ocurra dejarme!

Pero la única respuesta de Tetsuhiro fue enviarle un beso al marcharse.
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Un par de horas después, Souichi cerro la computadora y se quedó sentado mirándola. Sólo esperaba que lo que había escrito en la última hora tuviera algún sentido, aunque no estaba seguro.

Por una vez, su mente no se había centrado en el trabajo. No dejó de pensar en todo lo que había pasado, se sentía atrapado en alguna rutina agotadora.

Y la verdad era que, aparte de que Morinaga pudiera tener una aventura, su relación con él parecía estar deteriorada.

Incluso en ese momento no podía creer su rechazo. Le quemaba pensar cómo lo había visto ofrecerse para dar media vuelta e irse, dejándolo allí de pie, desnudo y ridículo

Había hablado de tentación, pero le resultó muy fácil resistir su intento de seducción, reflexionó con amargura.

También estaba claro que no había tenido la más ligera intención de llevarlo a Gifu donde vivía Kunijiro, aunque el hubiera dicho que quería ir.

No es de extrañar, después de decirle que el infierno se congelaría antes de volver allí, recordó incómodo. Pero fue en el calor del momento. Tenían una pelea, por el amor del cielo. Debía saber que no hablaba en serio.

La insistencia de su cuñado por saber si iba a dejar de negarlo ante el mundo debió sorprenderlo con la guardia baja, porque había dicho algunas cosas desagradables acerca de que se negaba a convertirse en una burla o una atracción como Masaki, que era una especie de influencer para la comunidad gay local. Y, sin embargo, ya no tenia nada en contra de el. Pero cada ves que escuchaba las burlas de la gente o las enfermas palabras de alguna jovencita emocionada por una pareja gay, le daban nauseas.

Aunque Masaki jamás había dicho o demostrando, que fuera infeliz con su nueva vida. Todo lo contrario.

Y Morinaga tenía razón, reconoció con una mueca. Era la vida que habían planeado al casarse. La libertad, dejar los prejuicios y los miedos atrás. Sólo que los planes tuvieron que cambiar cuando él lo arriesgó todo con su cambio de carrera. A Souichi no le quedó otra alternativa que protegerlos de la mirada pública, mientras la carrera de Morinaga daba frutos.

-Además, nos queda mucho tiempo por delante para eso.

Pero de pronto se le ocurrió que tal vez eso ya no fuera verdad.

Morinaga y otra persona.

¿Podía ser cierto después de todo? ¿Era ese el motivo de su actitud hacia el? En realidad había dado por hecho que se encontraba en casa trabajando durante su ausencia. Pero podía estar en cualquier parte, con cualquiera.

Sintió como si alguien lo hubiera agarrado por el cuello y apretara poco a poco.

Recordó las copas de champagne ¿Por qué no le preguntó sobre eso? Habrían sido la excusa ideal para un leve tanteo. El momento perfecto habría sido después de hacer el amor. Cuando estuvieran relajados el uno en brazos del otro.

Pero... eso no había sucedido. Y si había alguien más, quizá no volviera a suceder. Por primera vez se obligó a enfrentarse a esa inquietante posibilidad. No volver a tocarlo, no volver a sentir sus manos haciendo esa magia en su piel. Nunca más darle la bienvenida a su cuerpo como la otra mitad de sí mismo.

Desde el principio de su relación, le había parecido un amante maravilloso, intuitivo y estimulante. Bajo su guía, Souichi había explorado la sima de su propia sexualidad.

Incluso en los momentos tormentosos que trato de oponer resistencia, siempre habían terminado unidos en la cama, entregándose apasionadamente, usando el deseo mutuo para confortarse y sanar.

Pero la noche anterior, y también esa mañana, el deseo no había funcionado. Y además de estar humillado se sentía asustado.

¿Por eso Morinaga había elegido ir a Gifu solo?, ¿para darle a su hermano la noticia de que iba a ponerle fin a su matrimonio? ¿Podría ser esa la razón por la que no quería que lo acompañara?

¿Y el simplemente iba a quedarse sentado y a dejar que sucediera?

-No. Por supuesto que no- se dijo

Miró el reloj. Si salía de inmediato, podría llegar a Gifu a tiempo para la comida.

No lo esperaban, pero pensó que a kunijiro no le importaría que su cuñado también fuera a visitarlos. 

Otra personaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora