Pinocho #1 Segundo comienzo

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Hola, me llamo Pinocho. Sí, soy ese muñeco de pino que quería ser un niño de verdad. Mi papa se llama... bueno, se llamaba Geppetto pero, fuera de casa, lo tenía llamar Giusseppe. Era un juguetero muy bueno, hacía trenes de madera, muñecas de trapo y me hizo a mi. Bueno, él solo puso una marioneta de pino y, su novia, fue la que le dió vida al que ahora es mi cuerpo. Ella, según me ha contado mi padre, era rubia, con el pelo tan claro que parecía plata; con los ojos marrones como las hojas en otoño y unos labios finos, casi preparados para describir una sonrisa a la mínima."

"Yo nunca la ví, aunque tenía muchas fotos de ella."

"Mi padre me decía que ella estaba en el cielo nocturno, flotando con las otras estrellas, protegiéndome de las cosas malas que me pudiesen pasar. Lo malo es que solo me cuida a mi, y no cubrió a mi padre cuando yo no estaba."

"Ahora se que es mentira. Ella no está en ningún lado y mi padre tampoco. Estoy solo...y no quiero estarlo."

El coche del señor Kings es muy grande, un todoterreno negro. Los asientos parecen de cuero.

Las ventanas traseras, teñidas por el calor del coche, me sirven de entretenimiento, dibujado cosas con el dedo, como estrellas, hombres de palo...

Entre las líneas transparentes de mis dibujos veo que el alcalde sale de la puerta del hospital y se acerca al coche.

Al llegar a la puerta, la abre y salgo por ella. Seguidamente, la cierra con llave, iluminando las luces delanteras y traseras por un instante.

-Bonitos dibujos- comenta guasón.

-Lo se- le respondo orgulloso.

Emprendemos el rumbo hacia el hospital.

-Ahora te presentaré a la mujer que te va a cuidar, se llama Blanca.

-Pero yo no quiero a esa mujer, quiero a mi madre.

-Ya te he dicho que la hemos buscado por todas partes, pero no la encontramos.

Cruzamos las puertas automáticas de vidrio.

-Dale una oportunidad. Verás como te trata muy bién- dice con una sonrisa en los labios.

-Vale, pero si me cae mal y la muerdo no me hago responsable.

Caminamos por el vestíbulo del edificio. Se puede ver el mostrador un poco más lejos de la entrada. La moqueta es gris sucio. Bueno, el color general del lugar, es gris... muy sucio.

Giramos en una esquina hacia la derecha. Un pasillo, bañado por la tenue luz que llega a través de las nubes hasta las ventanas, se abre ante mis ojos; a la mitad del cual, hay una mujer. Es alta, con el cabello negro y un vestido azul, cubierto por una chaqueta blanca. A medida que nos acercamos, me fijo más en sus detalles. Como en su pose, cruzada de brazos y mirando en jardín al otro lado de la cristalera. En sus labios rojos y su piel blanca.

Al ser alumbrados por la leve iluminación del corredor, ella se gira hacia nosostros, se acerca y, a cada golpe de tacón que se acerca, mi corazón de madera late tanto que me astilla.

-Bueno, Blanca, este es Pinocho- nos presenta Ben.

-Hola, encantada de conocerte- dice agachandose pare mirarme a los ojos.

-Ho-hola...- le respondo.

-Vaya, antes no eras tan tímido. ¿Qué ha pasado con lo de morderla si te caía mal?

Le intento pisar un pie al gigante para frenarlo, pero se aparta.

-Fijate, se está poniendo rojo como un tomate- comenta el grandullón.

-Dejalo estar, Ben. Pinocho, ¿qué te parece si nos vamos a tu nueva casa y te preparo algo para cenar? ¿Qué quieres?

-Mmmmmh.... ¿Puedes acerme pizza?

-Claro- responde con una sonrisa agradable.

Me coje de la mano y revertimos el camino hecho unos minutos atrás por Ben y yo. Antes de dejar al hombre atrás, se le acerca y le surrura algo a la oreja.

-¿Vamos?- interrumpo para cortar ese momento.

-Claro. Nos vemos, Ben. Por cierto, si se levanta Rex...

-Te llamaré, no problemo.

Bestias de tinta (pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora