Mi padre se consideraba a sí mismo una especie de "clavadista aficionado", cuando niño siempre lo acompañaba a lo que él llamaba sus "sesiones de relajo" en donde practicaba durante horas, no puedo negar que el gusto por la natación fue una de las cosas que heredé de él, aunque luego del accidente lo dejé todo de lado...
... eso hasta que un día algo reavivó aquella afición en mí.
Estaba sentado viendo la televisión, absolutamente solo y sin otra cosa que hacer, los recuerdos iban y venían, trataban de perforar mi alma, pero yo ya estaba vacío.
Una escena captó mi atención en la pantalla, el comienzo de la competencia de clavadistas, había algo en su refinada forma de lanzarse al agua que me atraía inexplicablemente, incluso evocaba recuerdos de mi padre.
Decidido, alejé la mirada de la pantalla y regresé a mi mundo, una casa vacía, un silencio absoluto... eliminé esos pensamientos de mi cabeza – al menos temporalmente – y me propuse a mí mismo que lograría perfeccionar mi propia técnica como clavadista, nunca lo había intentado, pero por algo había que partir. Comencé estudiando a través de videos en internet, quedaba cautivado por esas vueltas y formas que adoptaban sus cuerpos cada vez que decidían saltar, saltos efímeros llenos de gracia, cada participante con el peso de una competencia a sus espaldas, y yo que llevaba conmigo el peso de una vida, una vida que estaba dispuesto a cambiar para siempre.
"Diario. Hoja 1: Mi vida no es una historia tan triste... claro, ahora estaba solo, pero no siempre fue así, hubo un momento en el que realmente me consideraba una persona feliz, aunque luego de ciertos acontecimientos todos comenzaron a alejarse de mí, dejándome en el olvido con mis pensamientos, con mis problemas, con mis inseguridades..."
Pero solo viendo videos no conseguiría nada, necesitaba practicar, así que partí con algo simple, tal vez incluso ridículo, con un par de almohadas en el suelo de mi habitación y mi cama como trampolín, lo sé, no es lo mejor, pero al menos me ayudó a generar algo de confianza, y a no tenerle tanto miedo a las alturas.
Seguí con este método durante un par de semanas hasta que conseguí el dinero suficiente como para alquilar una hora diaria en la piscina municipal. Tomé un espacio en el que no hubiese absolutamente nadie; el sonido que producía mi cuerpo al caer hacía eco por todo el lugar, como si me llamase, como si estimulase lo más profundo de mi ser, demostrando una vez más que ésta sería la forma de cumplir mi deseo.
"Diario. Hoja 2: Las emociones van y vienen, son tan inestables como nuestra existencia, no se puede estar feliz todo el tiempo, no se puede estar triste todo el tiempo, tratamos de entender a los demás esperando que ellos nos entiendan a nosotros, pero yo ya me cansé de entender cuando nadie intentó entenderme a mí, ya estoy harto, y he tomado una decisión..."
Tres meses estuve practicando, día tras día, no hacía más que pensar en la caída, aunque mi cuerpo me pidiese un descanso a gritos me emocionaba el saber que en algún momento podría demostrarle esto al mundo, que al fin podrían observar el resultado, esta vez todas las miradas estarían sobre mí y podrían ver de lo que realmente era capaz, de que realmente valgo algo... de que aún existo.
El día finalmente había llegado, me desperté expectante y observé el calendario: "24 de junio", la fecha en sí no tenía nada de especial, pero lo que hoy iba a acontecer sí dejaría una huella.
"Diario. Hoja 3: Y cuando me siento a pensar, me doy cuenta de que estoy realmente solo, nadie a quien acudir, nadie que escuche mis gritos, nadie que pregunte por mí; debo cargar con esto yo solo, pero la verdad es que ya estoy cansado de todo, tan solo quiero abrazar ese vacío que tengo dentro y olvidarme del dolor, no sentir nada, nunca más.
Mi corazón duele, duele como nunca antes lo había hecho, realmente prefiero dormir en un sueño eterno que seguir con esto."
Salí a la calle lo mejor vestido que pude, ensayando mentalmente durante el camino todo lo que había aprendido hasta el día de hoy, como daría vueltas en el aire, la expresión de mi cara, lo inestable de mis emociones; entré al centro comercial, tomé el ascensor al último piso, subí a la azotea y caminé hasta el borde del edificio, me detuve por un momento, mi corazón iba al mil por hora, hace años que no sentía una emoción como ésta.
Cerré mis ojos y salté al vacío, dejándome llevar por la atracción que la gravedad ejercía sobre mi cuerpo, dando vuelta tras vuelta, giro tras giro, lágrima tras lágrima, de seguro esta vez todos estarán mirándome, al fin me valorarán por lo que v-/
Al instante siguiente todos y cada uno de sus huesos impactaron contra el pavimento, pulverizándose por completo; cualquier persona diría que con ese golpe debía estar muerto, pero la verdad es que su vida no acabó en ese momento, ya lo había hecho años atrás.
Aquella noche todos lloraron por él, amigos con los cuales no había contactado hace años, su mejor amiga que había dejado de hablar con él de improviso, maestros, vecinos, ciudadanos; todos lloraron por el pobre chico que había perdido a sus padres en un fatal accidente, que luego decidió abandonar la universidad porque no era capaz de soportar las miradas de lástima que caían sobre él, y que pasó sus últimos años solo, en el completo olvido, hasta el día de hoy, día en el que fue recordado.
