La noche había engullido París por completo a esas horas. Las calles estaban tan oscuras, tan solitarias como días atrás, cuando Enjolras las había recorrido en la quietud de la madrugada para comenzar su nueva vida en solitario. Ahora, aunque por fin se hallaba refugiado en una posada y, en principio, no debía temer las miradas invasoras de los gendarmes ni las sospechas de los vecinos, aunque tenía un cuarto donde quedarse y una cama donde dormir, le estaba resultando imposible conciliar el sueño.
No era la primera vez que le ocurría. Las últimas noches —por no decir los últimos días— habían sido así: inquietas, ansiosas, insomnes de angustia y preocupación. Enjolras no había tenido, de por sí, demasiadas ilusiones al empezar ese camino, pero una parte de sí, tal vez la que recordaba a su antiguo yo y trataba de convencerse de que aún seguía siendo la misma persona, había creído firmemente que las cosas no podían estar tan mal como pensaba.
Tal y como su verdadero yo temía, aquel optimismo no había estado en lo cierto.
Sus intentos de establecer contacto con otras asociaciones republicanas de ese día, como los de todos los días anteriores, habían sido completamente infructuosos. "No es momento de montar jaleo", decían en la Armada de las Bastillas; "Es mejor esperar un tiempo, que se calmen las cosas y surja una oportunidad", en la sociedad de Obreros igualitarios... Ni siquiera la sociedad de los Derechos del Hombre, cuyos miembros eran conocidos precisamente por su impaciencia y su vanguardismo, consideraba que fuera apropiado actuar en esas condiciones. Los ánimos colectivos, por lo general, estaban bastante decaídos.
Enjolras no les había contradicho. No les había resentido, por mucho que una parte de sí quisiera hacerlo: sabía que las personas que conformaban esas organizaciones tenían sus propias vidas y familias, como tantas veces había hablado él con Léon, y que no podían correr riesgos innecesarios mientras las fuerzas del orden continuaran con sus persecuciones e indagaciones por toda la ciudad.
Pero, a pesar de todo, no podía evitar sentirse desolado. Fracasado. Aunque no pudiera hacer mucho por el momento, nada, según todos los que apoyaban la causa le decían, ¿cómo podía no intentarlo? ¿Cómo podía quedarse quieto después de tanta muerte como había habido, de tantas vidas a las que había sobrevivido sin pretenderlo?...
Enjolras dio una vuelta en el lecho, tratando de apartar su mente de tales pensamientos. Sin importar el paso de las semanas, del más de un mes de rememoración culpable y tortuosa que invadía sus sueños y ocupaba sus horas despierto desde las barricadas, el sentimiento de pérdida no desaparecía. Ni lo haría nunca, lo sabía. Quizás disminuiría con el tiempo, pero, en ese momento, eso no era para él más que un consuelo vago e impreciso. Uno que ni siquiera estaba seguro de desear.
Había una cosa de la que sí estaba seguro, no obstante: no merecía olvidar. Recordar era su condena, la carga con la que debía lidiar mientras hacía todo lo que estuviera en su mano para que las muertes que cargaba a sus espaldas no hubieran sido en vano.
Sobre todo las que se habían producido por su mano.
Podría rendirse, claro que sí. Resignarse a que todo aquello era "inútil" y no merecía la pena arriesgar la vida de nuevo. Tal vez el pueblo no estaba dispuesto al cambio, a ostentar la responsabilidad de su propio destino; tal vez, en definitiva, no estuviera preparado para alzarse aún. Pero, si no lo había estado ahora, solo dos años después de la exitosa insurrección de julio, ¿cuándo lo estaría? Los sucesos de 1830 no habían tenido un desenlace ideal, no desde el punto de vista republicano, al menos, pero había recibido mucha más participación, mucha más implicación popular que las barricadas de junio. ¿Tanto convenía al pueblo conservar la monarquía de Louis Philippe a pesar de todo? ¿A pesar de las injusticias, del hambre, de la falta de libertad individual?...
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"Amor, tuyo es el porvenir"
FanfictionParís, Francia, 6 de junio de 1832. Tras el fracaso de la insurrección popular en las barricadas, ante un pelotón de fusilamiento dispuesto a acabar con su vida, Enjolras enfrenta la muerte con dignidad, sabiendo que los Amis de l'ABC han luchado ha...