Tras caer el sol, el lago se había quedado tranquilo. Sus aguas se calmaron hasta el punto de quedar lisas, como si de un perfecto espejo se tratase, y los pequeños animalillos nocturnos comenzaron entonces su actividad alrededor de él. No había estado aquí antes, pero el paisaje nocturno me pareció magnífico. La ciudad a lo lejos coronaba la estampa, con sus luces titilando al ritmo de las velas que se comenzaban a encender dentro de las casas.
Avancé por el margen del lago, escuchando la tierra crujir bajo mis pies. El ruido que causé me pareció un estruendo comparado con la calma del lugar, contaminando la acompasada música de los grillos comunicándose y las hojas de los arbustos rozándose en un suave abrazo causado por la brisa.
De pronto, vislumbré un reflejo dorado en la superficie del agua, una línea plateada rasgando el manto fluido. Pero no, no era en el agua, sino en el cielo, que se reflejaba con una exactitud extraordinaria en el lago. Elevé la cabeza y comprendí que una estrella se había desprendido del firmamento y caminaba por la bóveda. Me pareció que el tiempo se paró, pues todo se silenció mientras se movía lentamente, dejando un rastro gris tras ella que se difuminaba y desaparecía en la negrura del cielo. Y cuando la luz se esfumó y no quedaron evidencias de lo que había ocurrido, comprendí que todo aquello había sucedido en un instante.
Escuché que se acercaba alguien. Los pasos parsimoniosos sobre la tierra, y el sonido de arrastre posterior evidenciaba que los pies no llegaban a levantarse del suelo. Supe que era mi hermano antes de que comenzara a hablar.
— ¿Ya estás lista? — Preguntó, deteniéndose al llegar a mi altura.
Me giré hacia él bruscamente, elevando las cejas.
— ¿Es que nos vamos ya? Apenas hemos tenido tiempo para descansar — me quejé. Damián se encogió de hombros, evadiéndose de la culpa.
— Padre dice que si no salimos ahora no llegaremos a tiempo — respondió sin mirarme a la cara.
— Padre siempre dice eso, y luego somos siempre los primeros en llegar — mi hermano elevó los hombros de nuevo. Sabía que pensaba como yo, pero nunca criticaría el juicio de nuestro padre, no al menos en voz alta.
Crucé los brazos y suspiré sonoramente, mirando al horizonte. Al escucharme, Damián sonrió y me pasó un brazo por los hombros, intentando reconfortarme.
— Deja al menos que me refresque un poco antes de irnos — le pedí mirándole a la cara de nuevo.
— Es una idea maravillosa — coincidió. Se acercó al agua e introdujo las manos formando un cacillo que llenó de agua y vació luego sobre su cabeza. El líquido aplastó sus rizos desordenados y le chorreó por la cara. Después repitió el gesto de nuevo, pero lanzando el agua esta vez hacia mí.
— ¡Damián! — Le grité, sorprendida.
— ¡Cristel! — Me imitó, riendo y sacudiendo sus manos, haciendo que de ellas salieran disparadas las pequeñas gotitas sobrantes.
Mi hermano solía hacer cosas de este tipo, era como un torbellino que destrozaba mis momentos de paz y lo revolvía todo. No era lo más cómodo, pero me enfadaba y me animaba a partes iguales. A su modo, conseguía hacerme feliz. Sobre todo en esos días, en los que yo vivía en un constante bucle de abatimiento del que la vida con mi familia parecía ser la causa.
— Ahora sí. ¿Lista?
— Qué remedio — accedí, mostrando las palmas de las manos.
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¡Hola!
Soy Keira Sparrow y espero que te esté gustando esta historia :)
¡No te vas a creer lo que le va a pasar a Cristel a partir de ahora! 😳😏 ¡Sigue leyendo!
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¡Nos vemos!
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Polvo de estrellas
FantasyLos dioses no deberían habitar la tierra. En la antigua Grecia, Cristel intenta encontrar su lugar en el mundo. Una extraña señal le lleva hasta un don que le obligará a cambiar por completo su vida, que le reservará un trascendental cometido en la...