Lo que ocurrió después es en realidad algo difícil de describir. Dos familias se unificaron, y con ello hubo más fortaleza, los problemas de uno empezaron a ser de los demás y cuando se trabaja en equipo siempre parecen haber mejores soluciones, o eso fue lo que dijeron nuestros padres cuando les aclaramos lo de vivir juntos en mi viejo apartamento. Recibimos un rotundo «no» por respuesta.
La razón que dieron mi madre y mi padrastro es que el lugar era muy pequeño para dos personas y que estaba demasiado lejos de ambas familias. La razón del señor y la señora Chae fue que el lugar era muy corriente y necesitaba una restauración completa para que Hyungwon pudiera vivir ahí cómodamente como lo hacía en su casa. Realmente tenían razón, pero debo admitir que me ofendí un poco de que ambas familias hayan llamado pocilga al que había sido mi hogar durante un tiempo, aunque lo hayan hecho educadamente y con otras palabras. Pero aún así, la búsqueda de un nuevo apartamento comenzó.
Me ponía nervioso pensar en que se emocionaran demasiado con el tema y acabaran dejándonos en un apartamento que estuviera fuera de mi alcance, sin embargo ambas familias se comprometieron a ayudar con los primeros meses del alquiler, mientras me estabilizaba en el trabajo que tendría tan pronto como me graduara, y cumplieron con su palabra. Encontramos un buen lugar en un punto céntrico entre nuestras familias y aunque no era tan barato como quisiéramos, parecía un buen lugar. Era espacioso, bonito y estaba en un vecindario bastante tranquilo, así que no podía quejarme. Pero de lo que si me quejaba era de lo difícil que fue la semana antes de mi graduación.
Mi día se resumía en levantarme muy temprano en medio de cajas y desorden, recibir a mi madre y a mi padrastro, desayunar con ellos, ir a terminar algunos asuntos de la graduación, almorzar con mis suegros y mi esposo, después robármelo un poquito para aprovechar la oportunidad de estar a solas mientras comprabamos cosas para el apartamento que con mis muebles no podía llenar decentemente. Sobretodo en la parte de la cocina, ya que mis utensilios constaban únicamente de dos ollas, cinco cucharas, un cuchillo sin filo, tres platos y tres vasos que compré en oferta en un bazar. Mi esposo sabía cocinar y hacer postres deliciosos gracias a que lo había aprendido de sus padres, ¿cómo era posible que estuviera en una cocina tan ridículamente carente? No podía permitir algo como eso. Mis padres y mis suegros ayudaron mucho con todo, pero aún así mi bolsillo casi lloraba por la inversión.
Después de comprar sólo las cosas necesarias para la casa, volvía con Hyungwon y algunas de sus cosas, y ayudabamos un poco en la remodelación que mi padrastro estaba haciendo en algunas áreas, y en la decoración que mi madre estaba poniendo junto con Hyungwon y su buen ojo para esas cosas. Más tarde, cenábamos juntos y al final de la noche y muy en contra de mi voluntad me tocaba dejar ir a Hyungwon con mis padres, y volvía a quedarme sólo en medio de cajas y cosas que ni siquiera sabía que tenía.
Definitivamente todo fue un caos, pero cada vez que recordaba que no faltaba mucho para por fin cumplir dos de mis grandes sueños, sentía que estaba soñando y pensaba en lo genial que era esa etapa de mi vida.
Y cuando finalmente el día llegó, sentí como si podiera volar.
En el día de mi graduación, pese a las prisas y a las mil cosas que tenía por hacer, todo me sabía a gloria. Sin importar que fuera el café super fuerte de la mañana al que mi madre olvidó ponerle azúcar, el resbalón que me di en la tina cuando iba a bañarme por no fijarme que el piso estaba mojado, o que durante media ceremonia llevé el birrete mal puesto. Todo parecía bonito y no me provocaba más que risa.
Después de lanzar el birrete muy alto y sentir la algarabía del momento en donde mis personas más preciadas estaban acompañándome, decidí despedirme de algunos compañeros que habían sido geniales conmigo durante todos esos años y no fui a la fiesta de graduación que todos habían planeado. En realidad, mis compañeros sabían muy poco acerca de mí, así que se lamentaron porque no sabían que tenía cosas mejores esperándome en casa.
Varias personas se reunieron con nosotros en el que sería nuestro hogar, y compartimos un delicioso banquete preparado por mis suegros. El festejo fue pequeño, pero era justo lo que necesitaba. Estaban las personas que realmente importaban y para nosotros era como si se tratara de una triple celebración. Una graduación, una ceremonia de bodas y la bienvenida a un nuevo hogar y a la vida de matrimonio oficialmente. Ni más, ni menos.
En ese día realmente me dolían las mejillas de tanto sonreír por aquel momento que me estaba llenando de dicha, pero como todo en la vida, el banquete debía terminar y cada uno se fue yendo a su casa poco a poco. Mi madre se fue a medianoche, justo después de asegurarse que todo el lugar quedara en orden para que no tuviéramos que preocuparnos por la limpieza al menos por esa ocasión. En cambio, los padres de Hyungwon eran los últimos que quedaban en casa y yo comprendía perfectamente el porqué.
Si era sincero, me sentía un poco mal el hecho de saber que era el causante de la separación física de una familia tan bonita, sin embargo necesitaba a Hyungwon a mi lado sin restricciones, así que no quedaba más opción que hacerlo antes de volverme loco. La charla de los tres era animada, y aunque ya estaban fuera del edificio y justo frente a su auto, parecía que ninguno podía hacer nada más de lo que ya había hecho. Ni ellos querían irse, ni Hyungwon quería volver adentro.
Los observé a unos pasos de distancia, y aunque pensé en la situación basada en mi egoísmo y en mis ganas de disfrutar la nueva etapa con mi esposo, también pensé en su salud mental, y decidí que si ese cambio era demasiado agobiante para él, incluso me conformaría con que se quedara en casa de sus padres por esa noche y viniera a verme cuando estuviera preparado, pero para mi sorpresa, mi chico abrazó fuertemente a su madre y a su padre, y en medio de aquel abrazo de tres, recibió una lluvia de besitos en el cabello que lo hicieron sonreír.
Casi inmediatamente después de que los amorosos besos terminaran, ellos subieron al auto y él dio un paso atrás, fue entonces cuando hicieron un ademán hacia nosotros y finalmente se fueron.
Me quedé perplejo mirando la esbelta figura que tenía delante de mí, todavía portando un traje semiformal a juego con unos hermosos rulitos en el cabello, de pie viendo en dirección al auto. Pero tan pronto como la imagen desapareció de su campo visual, se dio la vuelta y empezó a caminar hacia mí tan tranquilamente que no me explicaba porque mi corazón estaba tan agitado. Y cuando llegó frente a mí, tomó mi mano, sonrió y dijo aquello que tanto había anhelado escuchar.
—Vamos a casa, cariño.
Y mi corazón recibió una dosis de paz que nunca antes había sentido con tanta nitidez.