Cabeza fría.

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Después de clases me despedí de mis amigas frente a la escuela y caminé hacia el punto donde Erik me estaba esperando. La idea de verlo me distrajo casi por completo de Sam. Aunque hemos intercambiado solo unos pocos mensajes, la verdad es que ha cambiado la imagen que tengo sobre mi misma con los demás, ahora explico porque.

Durante años, Erik ha sido mi debilidad, le tengo tanto cariño... pero yo no significo mucho para él, creo que ha sido así por tanto tiempo que no creo que pueda significar algo para ninguna otra persona, porque, si Erik no le da importancia a mi persona, ¿por qué alguien más lo haría? Ahora, Sam estaba cambiando ese y cualquier otro pensamiento que tengo sobre mi hasta el momento.

Revisé mi teléfono una vez más para comprobar que no tenía algún mensaje sin leer de Sam, y como si lo hubiera invocado, llegó.

-Hola :) ¿Qué tal va tu día?

Le contesté antes de llegar con Erik, guardé mi teléfono y busqué a Erik entre la gente. Cuando lo encontré no pude evitar pensar que, aunque no lo veía hace casi un año, nunca lo había visto tan acabado como ahora; se veía más delgado, como si no hubiera comido o dormido en días, tenía bolsas negras bajo los ojos, el cabello largo y mal arreglado, la cabeza gacha y los ojos perdidos. Hace un año su mamá había muerto, desde entonces no lo había visto tan mal, y mientras me acercaba a él tuve un impulso enorme de abrazarlo, pero me contuve.

-Hola- dije cuando me acerqué lo suficiente como para que él pudiera escucharme.

-Hola- me vio y se levantó torpemente y con esfuerzo de la jardinera donde estaba sentado- ¿Cómo estas?

-Bien, pero, aquí lo importante es como estas tu.

-Meh, ya sabes...

-En realidad no- me senté en el punto donde él estaba sentado hace un momento-. Si quieres, podemos hablar sobre eso.

Él se sentó junto a mi, sin decir nada, cuando su trasero estuvo totalmente apoyado en el suelo, dejó salir el aire de sus pulmones junto con un sonido difícil de interpretar. Me tomó muy poco darme cuenta que había poquísima distancia entre nuestros cuerpos. 

-En realidad no creo que quiera...hablar de eso.

-Entiendo- suspiré-, entonces, podemos hablar de cualquier otra cosa. O podemos, ya sabes, no hablar.

Nos quedamos callados unos segundos, tal vez minutos, recargados en el brazo del otro mientras me pareció que nuestras respiraciones se sincronizaban. Pensaba en el tipo de cosas que debería decir para hacerlo sentir mejor, o el abrazo que en cierto momento del día debería darle, o si, ya que no hay novia que me lo impida, debería decirle como me ha hecho sentir los últimos años.

Decidí no decir nada, al menos, hasta que supiera cómo decir coherentemente alguna de las ideas y sentimientos que me pasaban por la mente. Mientras, a mi lado él soltó un par de lágrimas en silencio, supongo que esperando que no me diera cuenta, no quise moverme para abrazarlo porque eso significaría que tendría que alejarme de él un segundo, y tal vez no me deje acercarme de nuevo.

-¿Cuánto tiempo llevamos aquí?- dijo.

-No sé, unos...20 minutos- dije sorprendida mirando mi teléfono. Perdí por completo la noción del tiempo.

-La gente nos ve raro...-dijo incómodo, separándose de mi unos centímetros.

-Si, bueno- dije tranquila e impresionada por la tranquilidad con la que hablaba-, no es como que debería importarles. O a nosotros.  

-Creo que- ahora si se separó de mi y se levantó-, tenemos que irnos; todavía tengo que devolver el regalo y no quisiera que llegaras tarde a tu casa por mi culpa.

Sabía que serías un problema.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora