17. El lobo

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Lucas y yo esperamos fuera del edificio respuestas sobre Hugo. Lo dejamos inconsciente siendo atendido por las enfermeras y llevamos ya una hora sin saber nada. Cada minuto que pasa para mí es insufrible, pensando en que a lo mejor él...

—Vosotros sois un poco gafes, ¿me equivoco?

La voz del agente Rubio me saca de mis turbios pensamientos.

—¿Qué quiere decir? —pregunto confusa.

—Bueno...digamos que desde que habéis llegado no he hecho más que encontraros metidos en todos los fregados —responde pensando bien las palabras.

—Tenemos mala suerte —espeta Lucas, sentado a mi lado en la acera.

—Ya lo creo...—entonces él se fija en la sangre de Hugo en mis manos—¿Se pondrá bien?

—No lo sabemos...—susurro de forma casi inaudible, agachando la cabeza e intentando eliminar la sangre de mi piel.

—¿Qué ha pasado? —indaga sacando una pequeña libreta y un boli.

—Estábamos paseando por el bosque...—empieza Lucas, haciendo una pausa cuando Rubio alza la cabeza para mirarlo— Ya sabe, a Mel y a Len les hacía ilusión enseñarnos donde se criaron y esas cosas, cuando nos encontramos una cabaña ardiendo. Los cristales de las ventanas estallaron y uno de ellos alcanzó a Hugo.

—Está bien...—asiente Rubio sin mucha convicción— ¿Y a Mel también la alcanzó?

Y, como si de un acto instintivo se tratase, me llevo la mano a la gasa que cubre mi hombro.

—Sí, yo...me giré para cubrirme y un cristal se clavó en mi hombro...

—¿Y a ti qué te ha pasado? —le pregunta a Lucas.

Es en ese momento cuando me doy cuenta de que tiene un ojo morado.

—Hace usted demasiadas preguntas, ¿no cree? -responde mi amigo molesto.

Rubio y él se retan un minuto con la mirada hasta que Lucas, con fastidio, confiesa:

—Me caí.

—Definitivamente, mentir no es lo vuestro.

Al escuchar estas palabras todo mi cuerpo se tensiona, seguro que continúa investigando y averigua que quemamos la cabaña, nos colamos en el ayuntamiento y todo lo demás. En cambio, guarda la libreta y suelta:

—Pero bueno, vuestros motivos tendréis. Voy a hablar con las chicas que están dentro, ya nos veremos.

Nuestras caras son un poema, nos ha dejado a ambos atónitos intentando descifrar qué ha querido decir.

¿Sabrá algo de todo esto? ¿Será esa persona que nos sigue el rastro?

Esta idea se desvanece cuando recuerdo que las cosas que encontramos en casa de mis abuelos desaparecieron de mi habitación, él también estaba en el muelle.

—¿Qué coño le pasa a este tío? —pregunta Lucas llevándose las manos a la cabeza, frustrado.

—Era lo que nos faltaba, acabar detenidos por vandalismo —resoplo.

—Mel, ¿sabes qué creo? —hace una pausa hasta que asiento— Pienso que quiere ganar confianza con nosotros, por eso es tan simpático.

—¿Y con eso qué gana?

—Una confesión, supongo.

Lo miro con los ojos como platos imaginando el significado de esta última frase, entonces Lucas pronuncia eso que yo por nada del mundo me plantearía jamás.

Al otro ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora