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Miro al cielo cada noche con el alma entre las manos.

Tu no huyes. ¿Dónde estás?

Te escapas como la luz. La luz de mi vida eres.

No te apagues, guíame a Ti.

No te apagues, guíame a Ti

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Mariel volvió a la unidad como cada viernes. Seguía asustada, más las veces que había visto a Boetto había sido notablemente ignorada, tenía un lugar en los planes del Mayor que lógicamente no conocía más según el Mayor era cuestión de tiempo|. estaba harta de que Lombardo y compañía zanatearan a sus preguntas. ¿Pero cómo sabría la pobre mujer que los militares buscaban la fuerza para decirle "Tu esposo es un fenómeno con la peligrosidad de un barril de crudo en el fuego"?. Sin opciones preguntaría si estaba muerto. Sólo saber eso pondría fin a la espera agónica.

Entró al hangar 3, saludó dejando la cartera en una silla,  y  totalmente desconcertada vió a alguien en una esquina, tendido y envuelto en lonas. No se trataba de una postal normal para lo  que su rutina ya rayando lo irreal la tenía acostumbrada. Se acercó caminando despacito y armando en su cabeza conjeturas apresuradas que por supuesto ni se acercaban a la realidad de los hechos.  Los aviones sabían bien que lo último que necesitaba Marcos era un sobresalto y Mariel, ignorante de todo, estaba a punto de dárselo. No hay nada más peligroso que asustar a un soldado inexperto. Y aunque el caballero cargase décadas de servicio a sus espaldas parecía haber tenido que nacer de vuelta, en un cuerpo nuevo, en un parto consciente y traumático que lo arrastró de las entrañas del fuego. Sumidos en dicho contexto las máquinas advirtieron reiteradas veces a la mujer, pidiendo por favor inclusive, no tomar medida alguna sobre aquel individuo. que no se acerque, que retroceda, que por favor no dé otro paso. Bloqueados en detener el avance ajeno ninguno detalló por qué... Ninguno tuvo la chispa de interpretar a Mariel y su instinto médico. 

Lo que los soldados no podían saber era que en pocas horas el nivel de hormona Factor de crecimiento, alterada en su composición por radiación, estaba estabilizándose luego de su estimulación artificial. ¿El problema?... durante la hematosis de cada respiración llevada adelante en el último tiempo dicha hormona se encontraba en una concentración tal que permanecía adherida a la globulina, era directamente exhalada, y quedaba pegada en el epitelio de las vías respiratorias bajas. Con el tiempo fue produciendo un desarrollo anormal de los tejidos que en un principio Marcos no podría haber notado... hasta que la concentración de hormonas descendió, el conectivo remanente comenzó a morir, y fue tocado por la noche helada y aire húmedo y polvoriento del interior del hangar. El tejido excedente se había puesto gelatinoso, seco e incapaz de cumplir la difusión de los gases en el pulmón. Se había literalmente secado y  sin que nadie lo tenga presente, lo asfixiaba.

Mariel tomó toda precaución para girar aquel cuerpo. No podía ser Marcos aunque ese rostro rejuvenecido revolviera sus recuerdos. Así fue como después de 16 años le volvía a costar creer algo teniéndolo justo de frente, y seguro aunque le juren y perjuren que se trataba de su compañero de vida lo negaría y renegaría una y otra vez hasta que, como sucedió esa tarde de 1976 en el hangar de los Pucará, la verdad se ría a carcajadas de ella obligándole a aceptarla. Dedicó un momento a examinarlo saliendo del estupor. Notó su mirada ausente, piel pálida y perlada... y su pecho totalmente quieto, su pulso lento, amenazando con detenerse en cada latido. Lo sentó dando un grito de terror haciendo su mejor esfuerzo por procesar todo a la velocidad requerida y dejando caer tantas lágrimas como había retenido todos esos meses. Sin perder el tiempo por esa alerta Martín fue el primero en pedir ayuda. Segundos después Mercado ya estaba en la escena.

-¿No respira!- Gritó la señora al borde de la desesperación intentando inútilmente ponerlo de pie, le faltaba fuerza para aquello. Sin perder tiempo el piloto de caza levantó a su superior de un envión y la miró sin saber qué más hacer. Ella le acomodó las manos sobre el diafragma ajeno. Cabe destacar que nuevamente Marcos ya estaría muerto de ser, como había dicho el médico en la fábrica, "Solamente otra persona".

-Proyectá una J hacia adentro y arriba con toda tu fuerza- Ordenó de sopetón. Camilo lo hizo una, dos, tres veces. A la cuarta Allende espectoró una masa de fibras negras bañadas de sangre que tuvo que caer justamente en el saco blanco de su esposa- ¡Dele!- Le exigió sin inmutarse por aquello pero sabiendo que surtía efecto lo que hacía. Ya cansado el Capitán obedeció preso de la adrenalina. Dio varios golpes más, y en cada uno su superior expectoraba algún volumen de aquel nocivo crecimiento. Y podría haber seguido. Sólo paró cuando un par de manos heladas agarraron las propias como suplicando clemencia.

Aflojó el agarre notando que Allende se podía tener en pie. El y Mariel lo miraban expectantes mientras trataba, sin lograrlo, de hablar. Respiraba con agonía, mas eso le permitió toser y toser, escupir y escupir las hebras negras y ensangrentadas de tejido conectivo. Agotado, se recargó de sus propias rodillas y miró adelante su entorno inmediato salpicado en carmesí  a modo de horroroso arte posmoderno, su camarada al borde del desmayo... y a su señora amada que lo observaba afligida.

-¿Marcos?-

- Mi amor-Cortó la distancia que separaba a ambos y la guardó en un abrazo flojito y precavido. Ella al contrario se prendió de su esposo en un abrazo tan ansiado como doloroso para el pobre militar desventurado y desvencijado que volvió a sentir ser desarmado de adentro hacia afuera, más en ese preciso momento no le pareció verdaderamente importante aquello. fue como si lo necesitaran para seguir existiendo y no desvanecerse, como si pudieran de esa forma reconstruir sus ojos rotos de llorar tanto. Tanto habían sufrido cada quien en su menester, que reencontrarse era la mínima recompensa para sus almas compartidas,

Los aviones, que nunca habían visto nada parecido, quedaron relegados de testigos incrédulos e intentando proceder de alguna manera. No sabían si abrir un paréntesis y omitir que aquello había sucedido o incorporarlo como otra de tantas vivencias que jamás entenderían.

-¿Qué pasó?...- Pudo apenas preguntar la pobre mujer. Su marido le acomodó un pelito rebelde que se había sublevado.

-Te prometo que vas a tener las explicaciones que quieras. Pero no justamente ahora. Ahora tenemos que evitar que Luz Mala y el Turco nos hagan desaparecer- Le soltó directamente siendo presa de un miedo que en verdad no era por el sino por ella, ellos. ya había vuelto a sentir la sublimidad de guardarse entre los brazos de Mariel, compartido refugio con sus camaradas de acero y sido rescatado por sus congéneres. Sentía sobre la espalda la responsabilidad de que valga la pena cada uno de los días, prácticamente, de su propia vida. No podría soportar perderla en esas manos malditas que quisieron hacer de el cualquier esbirro. Estaba a punto  de recuperar su familia, no podía medir hechos ni palabras bajo semejante condición. 

¿Qué?- Entendió que sí... Nunca se acostumbraría a que la vida le juegue tantas bromas juntas. 

-después de lo de Río Tercero Boeto y Menem nos buscaron por todos lados. Me escondieron en FADEA y a Allende en el Hospital Aeronáutico. Ayer a las 1837, casi nos encuentran y dijeron que vendrían aquí sin fecha. Es la represalia que parecía que nunca llegaría- Resumió el Pampa.

-Yo sé que es mucho para entender. Te prometo pormenores de todo cuando el peligro pase- Marcos miró a su señora con súplica. Pero Ella sólo vió ojos aníridos, vacíos- Ahora puedo decir que intento volver a ser normal sin dejar de ser Marcos Allende-


-Hasta aquí llegamos-

-Un placer servir con Ustedes-

No nos olvide el que quede-

Los impresentables llegaban en una hora... para muchos, la última hora. marcos entró firme, imponente y decidido. Su resignación era que no se resignaría.

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