parte i, supongo

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Según entran me doy cuenta de que son ellos. Apenas llevo tres meses aquí, mucho menos que el resto, y aun así sé que algo me faltaba, algo que espero esté apunto de cambiar.  ¿Debería llamar su atención? Tal vez es mejor que esté callado. ¿Se fijarán en mí?

La chica, que arrastra de la mano a un hombre, se asemeja a las tantas que entran aquí cada día. Pelo oscuro, vestida de negro, botas altas del mismo color y decenas de pendientes plateados que tintinean al ritmo de su evidente emoción. El hombre, que parece más ilusionado por verla a ella tan feliz que por estar rodeado de gatos, también va enteramente vestido de negro, aunque la hebilla de su cinturón y su reloj son de un dorado tan brillante que amenazan con dejarme ciego.

Atraviesan en silencio los pasillos, fijándose en cada animal. El brazo de él acabará con cinco pequeñas marcas de lo mucho que le está apretando ella. Me acerco lentamente al cristal, girando la cabeza y mirándola fijamente, sabiendo que ella entenderá lo que le quiero decir. Por fin llegan hasta mí. Ella se queda paralizada y, por primera vez desde que atravesar la puerta de la entrada, suelta su brazo y se dirige lentamente hacia mí, abriendo un poco los ojos. Todavía en una especie de trance, le pregunta al chico del mostrador si por favor me puede acariciar, a lo que él responde abriendo la jaula. Ella mete su mano como si de repente tuviera miedo y me acaricia con suavidad durante unos segundos mirándome mientras yo ronroneo en respuesta a sus mimos. Se gira hacia su acompañante y le dice susurrando como si fuera un secreto: "es Yā".

Y por alguna razón yo siento una nostalgia extraña ante esa afirmación. Soy Yā. Nos conocemos. No es la primera vez que nos vemos y a la vez sí. Ambos llevamos soñando con este momento desde hace tiempo. Ahora soy suyo de la misma manera que yo sé que es mía. Existía en su imaginación, más tarde en la de él y ahora me he convertido en su realidad.

El hombre se acerca un segundo más tarde y me acaricia también. Noto su amor en ese breve instante, no sé si hacia mí o hacia ella o puede que hacia los dos. Ella me coge en brazos y me toca entre las orejas. Él se aproxima al hombre que me ha cuidado durante estos meses y le dice que me quieren adoptar. Firman unos papeles y me meten en una jaula que servirá para llevarme a mi hogar definitivo. 

Ahora somos una familia, y la cantidad de amor que noto me abruma. Está en la manera en la que él pone su mano sobre la pierna de ella, en cómo la mira mimarme y en cómo él mismo me acaricia en cada semáforo rojo. Está en cómo ella juguetea con los dedos de él y desliza su mano por su brazo, en cómo descansa su cabeza sobre su hombro y en la manera en la que me hace cosquillas en el hocico. 

Sin más ruido que el de nuestras respiraciones, llegamos a casa. Abren la puerta, depositan mi jaula en el suelo y salgo de ella. Paseo por el pasillo, paso por delante de un baño y la cocina, entro a una habitación en cuyo interior se vislumbra una cuna. No me ha dado la sensación de que tengan hijos. Justo al lado hay otra habitación, probablemente la suya. Uno de los lados está totalmente ordenado, mientras que el otro tiene pilas de libros y cuadernos y bolígrafos. Creo saber a quién pertenece cada parte. Me subo de un salto al sofá del salón, tratando de descubrir si ese será mi lugar. No me convence, así que me bajo y voy al otro baño, pero tampoco. Por último, veo una habitación con la puerta entornada. La empujo hasta poder entrar, y me encuentro rodeado de libros de todos los tamaños y colores. Veo que aquí también hay un sofá. Me acurruco en su esquina más próxima a la ventana, por donde penetran a través de las cortinas pequeños rayos de luz primaveral. La mujer aparece en la entrada mirándome con cariño, y detrás de ella está el hombre, que la abraza con ternura y le acaricia la tripa. Ella pone las manos sobre las suyas y sonríe. 

Es entonces cuando me doy cuenta de por qué hay una cuna en la primera habitación. Maúllo, queriendo que los dos sepan que estoy feliz de tener una familia que dentro de unos meses contará con un miembro más. La mujer me vuelve a coger y me coloca sobre su regazo. Los dos me acarician. Hablan en susurros, como si temieran ahuyentar la paz que ha poseído la estancia. Me pego más fuerte a su vientre cuando hablan de Victoria, su hija. Se nota lo ilusionados y felices que están; me da la sensación de que yo no soy el único que ha sido imaginado cientos de veces y por fin se ha convertido en una realidad. Habiéndoles conocido durante solo unas horas, sé que Victoria va a ser una niña increíble y, por encima de todo, querida.

La habitación se queda a oscuras poco a poco. El hombre trae velas y las coloca por todas partes, teniendo cuidado de alejarlas de los libros y las figuritas. Vuelve y nos abraza a los tres, dibujando formas abstractas en el brazo de su mujer, que lentamente se queda dormida en sus brazos.

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⏰ Última actualización: Sep 02, 2022 ⏰

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