Capítulo 21

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Veronica Rausell.

Hechos que queman.

La vida es una abalanza, donde está la felicidad y la desgracia. Donde ha
y dos tipos de personas; el que llega a casa y le dice a su familia "el jefe no le gustó mi propuesta, me quiero morir porque la vida es una mierda, no sirvo, mis padres no me quieren" y estoy yo la que la vida le arrebató a su mejor amiga, donde tengo el autor de mi violación, donde habían secuestrado a mi hermana, donde he matado y luego me veo las manos llenas de sangre recordando que esta no soy yo que nunca lo fui, y en donde ahora me  obligan a acostarme con  hombres que no quiero.

— No te lo volveré a repetir— dijo Adbel dandome un golpe en la cara—heroína o te acuestas con ellos por las buenas.

Hubiera querido mil veces la heroína en dado caso que quisiera morirme y no tuviera esperanza de salir de acá, pero en el momento que eso entre en mí perderé la cordura y no podre sacar a mi hermana y a Nicol de esto.

— Sin heroína — digo tragando grueso mientras observo que Nicol entra en pánico.

Te discriminas a ti misma por la hija de puta que fuiste durante muchos años, que el karma se encarga de que pagues cada cosa que hiciste pero te pones a pensar que todo lo hiciste por un bien pero así es la vida, escribe tu propia historia y no puedes hacer nada para cambiarlo.

— ¡No! ¡Por favor!

Escucho las súplicas de una chica de veinte años, una chica que vive una vida a color de rosas, alegre y enamorada hasta la última célula de su novio. Piel delicada y facciones de su cara que te ponen a pensar "Si la toco se puede quebrar" Pero luego también están las personas como Adbel, una persona sin sentimientos, un monstruo encarnado en el cuerpo de un humano y te hechas la culpa porque ella está acá por apoyarme a mí.

— ¡Perdimos un cliente por tu culpa, maldita perra!

Observas como golpean a tu amiga y te recalcas una y otra vez que aunque tu no quieras ser así, hay personas como el hijo de puta que tengo en frente que hace que lo seas y te sientas orgullosa de matar y pintarte una sonrisa con la sangre de tus víctimas.

— ¡Dejala maldito bastardo!

Desgarras tu garganta pensando que así podrás detener a el loco maniático pero lo que haces es enfurecerlo con tan solo respirar.

— ¿Muy amigas no?

Quiero poder hacer algo pero no puedo ya que me encuentro amarrada en unas de las sillas como castigo por no complacer a uno de los clientes que llegan acá al igual que Nicol. Hassan, enfureció y mandó a Adbel que se encargara de nosotras, a mí ya me golpeó hasta romperme la nariz, los labios y darme fuerte golpes en las costillas y por más que contuve la rabia y las ganas de llorar las lágrimas  salieron por si solas.

— Esto es para que aprendan a acatar una orden.

Adbel, tiro a Nicol a la cama y se quitó el cinturón y comenzó a darle latigazos con la misma correa. Los gritos y sollozos de Nicol, eran eco en la habitación, yo desviaba la vista pero el tipo de casi dos metros que tenía atrás me obligaba a ver esa escena.

— Por favor...

Suplicaba entrelagrimas Nicol mientras a mi se rompía el corazón una vez más.

Observe como se bajó el cierre del pantalón y se sacó su asqueroso miembro.

— ¡No! Para, ¡maldita seas! No le hagas eso, suficiente tenemos con trabajar para ustedes.

Grite por súplicas para que no la lastimaran más pero para él fue en vano y solo dibujo una sonrisa malévola. Nicol, intento de alejarse de él sacando fuerzas de donde no las tenía pero él la tomó de un pie y la acercó nuevamente a él, cerré mis ojos no quería ver esto.

Latidos infernales [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora