único.

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Nota: Como siempre, fuera de personaje.

...

Era patético.

Era patético el hecho de estar huyendo de su propia boda, la boda con la que alguna vez soñó tener cuando tenía 13 años. Cuando las hormonas –y la estupidez, también– estaban a tope y las fantasías de azúcar eran un deleite.

Fantasear con el hecho de que Adrien y ella fuesen novios, se casaran, tuviesen tres hijos a los cuales iba a llamar Emma, Hugo y Louis, y que tendrían un perro, un gato y un hámster. Esos eran los deseos de una Marinette Dupain-Cheng pubertad que casi no había probado del todo la cucharada de cruda realidad.

Y que ahora, teniendo 24 años, bueno... Veía sus sueños y fantasías de antaño como algo sumamente infantil y algo desabrido también, sinceramente.

Es decir, sí había logrado tener su anhelada relación de noviazgo con Adrien. Que sí había sido muy bonita y todo pero, de alguna manera... Se sentía demasiado perfecta y, un tanto irreal.

Lo amaba, claro. Pero ya no como antes, ese amor se había convertido en un mero cariño de amigos y ya.

Y si era así, ¿Por qué rayos aceptó casarse con él? Por la simple razón de que no pudo decir que no.

Porque era algo que siempre deseó, con lo que soñó y añoró. Era lo que siempre esperó, y si se negaba sentiría que estaba traicionándose a sí misma.

Además, ella y Adrien eran los famosísimos héroes de París. Estar juntos y contraer nupcias sólo lo hacía más espléndido.

¿Pero qué pasó?

Marinette, no se sintió capaz de dar el "Acepto". E ignorando la expresión de sorpresa de Adrien y posiblemente también, la de todos ahí, corrió hacia la entrada tras haberse sacado las zapatillas y sostenido el dobladillo del vestido; terminando por subirse al metro, sentada en uno de los pocos asientos disponibles, hundida en arrepentimiento y vergüenza, con destino a sabrá Dios dónde.

O tal vez, sí sabía a donde.

Pues sus pies la llevaron al único lugar donde podía asegurar que encontraría consuelo, el departamento de Félix. Que para su sorpresa, estaba sin el seguro puesto dándole así la entrada a la morada del rubio.

Quien no se sorprendió de verla llegar, y sólo le dedicó media sonrisa.

– ¿Y entonces qué ocurrió?

Marinette se despojó de su velo, tirándolo en alguna parte del cuarto mientras se acercaba con pasos pesados hacia donde Félix descansaba sentado en su sofá. Echándose en el mueble, con la cabeza en el regazo ajeno.

– No pude dar el "Sí, acepto" y, sólo escapé.

Él se esperaba algo así, después de todo, conocía el mal hábito de Marinette de ser incapaz de negarse. Y también, sabía que los sentimientos de ella habían cambiado; de un desmesurado amor a un simple cariño de amigos.

– Tienes suerte de que Hawkmoth y los Akuma dejaron de existir o tendrías que lidiar con un Adrien Agreste akumatizado.

Marinette suspiró con pesar.

– Lo sé, soy de lo peor... Ahora lo más probable es que su padre me odie por romperle el corazón a su hijo, que mis padres estén profundamente decepcionados y mis amigos enojados.

– Tienen una justa razón para hacerlo – se encogió de hombros, imaginando el semblante endurecido de su tío y el rostro impactado de su primo. Pues los demás, poco le importaban –. Pero mejor esto a vivir un matrimonio siendo infeliz, ¿No?

– Sí... – murmuró con desánimo.

Se mantuvieron en silencio un buen rato, hasta que Félix retomó la palabra, fastidiado de tanto silencio –. ¿Sabes? A mí también me tiene un poco molesto lo que le hiciste a mi primo. Fue bastante horrible – la sintió encogerse, como una niña siendo regañada por su grosería o rebeldía –... ¿No te incomoda ese vestido? Lo digo porque no vas a volver ni nada por el estilo, ¿Sí?

– No puedo volver – negó –. Si lo hiciera, sería un descaro total de mi parte y... Tal vez, terminaría dando el .

– Bien, está hecho – Marinette se quitó al ver que tenía la intención de levantarse, quedándose sentada en el sofá al verlo adentrarse a su habitación.

Sólo para que al volver le arrojara una de sus camisas en la cara, la cual tomó entre sus manos para verlo nuevamente irse, pero esta vez a la cocina.

Félix al sentir su mirada fija en su persona, se la devolvió luciendo completamente desinteresado –. ¿Qué?

– Yo... ¿Por qué haces esto?

– ¿Qué cosa?

– No finjas, dime en serio, ¿Por qué lo haces, Félix?

Tal vez lo estaba haciendo con la intención de reconfortar a la chica que le importaba y quería, con todo y sus defectos como virtudes. Porque desde hace tiempo veía hecho un caos sus pensamientos y sentimientos, y le frustraba en demasía que ella no saliese de su mente así como también el no poder cruzar esa bendita línea de amigos-enemigos que tenían.

Pero, ella era un poco densa cuando se trataba de alguien interesado románticamente en su persona.

Suspiró.

– Si no te cambias ya cuando haya terminado de preparar el chocolate caliente, seré yo quien te quite ese vestido Dupain-Cheng.

La franco-china lo miró con el ceño fruncido y las mejillas ardiendo cual fuego, antes de apresurarse para ir al baño a cambiarse. Haciéndolo reír.

Le importaba un bledo si sus sentimientos eran correspondidos o no (pese a que internamente deseaba que así fuese), pues, molestar a Marinette era algo que seguía disfrutando hacer.

– Lo siento Adrien, pero me gusta mucho la loquita de Marinette.

(Lo que Félix no supo, fue que la misma loquita de la cual estaba enamorado, le había escuchado.

Y que ahora, era completamente un tomate maduro a casi nada de una arritmia).

-Traumada Taisho

Such a pretty face  [Félix/Marinette]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora