España.

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La noche cayó en la re-poblada tierra de España donde sus habitantes celebraban por primera vez después de tantos, muchísimos años atrapados en una jaula de piedra. Bailaban y cantaban alrededor de la fogata con esa alegría que caracterizaba a los españoles.

—¿Donde aprendiste la tauromaquia, Ryusui?— le preguntó la pelicastaña de gorro de calabaza.

—Ah, fue en unos de los viajes de la compañía Nanami, era un niño para entonces pero me gustaba ver cada movimiento— metió en su boca otro churro.

—Tener memoria fotográfica es una habilidad que no mucha gente lo domina— terminó de atar una cuerda de paja a un tambor.

—¿De que hablas? Acabas de terminar un tambor tradicional español de solo tu memoria— se burló el rubio.

—Tal vez pero no es una réplica exacta.

La conversación fue interrumpida por François que llegó de la nada y sin antes un asentamiento de cabeza se llevó el nuevo tambor de la era de piedra. Los otros tres jóvenes le siguieron ya que su trabajo estaba terminado y con propósito que pasar la noche con los muy entusiasmados españoles.

—Perfecto, ahora si pueden comenzar con ese concierto que no prometieron— François cedió cedió tambor al hispano.

—Muchas gracias, dama— acepto con una sonrisa haciendo sonar su peculiar acento.

Los extranjeros tomaron asiento aún lado dejando espacio para las damas que iban a hacer una interpretación de baile. Por un momento Senku se sentía ser un tipo de sultán a quien tiene que darle una demostración como agradecimiento o algo así.

Los tambores comenzaron a sonar junto a las castañuelas (agarraron conchas de mar y con una cuerda fina y juntaron una de las puntas) y los instrumentos de cuerda (¿recordaís la película de El Dorado, la escena donde Miguel tocaba un instrumento creado de un accidente? Esa).

Buleria, buleria.
Tan dentro del alma mía.
Es la sangre de la tierra en que nací.
Buleria, buleria.
Más te quiero cada día.
De ti vivo enamorado desde que te ví.

Vengo, como loco por la vida.
Con el corazón latiendo.
Porque sabe que tú estás.

Ay vida, que palpita de alegría.
Que me embriaga el sentimiento.
Con tus besos más y más.

Los japoneses miraban el bailen con asombro, el fluir natural de las mujeres, el vaivén de las caderas y manos al compás de la canción, el zapateo contra el suelo y las volteretas daban un aspecto hipnótico al espectador.

Ahí tienes, el embrujo de la luna.
La belleza de una rosa.
Y la tibieza del mar.

Ahí eres vino dulce de las uvas.
Donde bebo con tus labios.
De la fuente para amar.

Bulería, bulería, tan dentro del alma mía.
Es la sangre de la tierra en que nací.
Bulería, bulería, más te quiero cada día.
De ti vivo enamorado desde que te vi.

Sin previo aviso, Kohaku se metió en el baile, tenía un don de aprender cualquier movimiento con los verlo una vez. Los demás comenzaron a aplaudir al son de la música animados guiados por el sonido del tambor, las risas y los gritos (de parte de Ryusui) animando a las damas bailarinas se oían.

Senku veía con un asombro genuino una cultura que años atrás ni se habría molestado en averiguar.

—Supongo que el que el mundo se petrifico no fue un daño colateral del todo, ¿no, Senku?

°Noche° [SenGen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora