Capítulo 11

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XXVII

El hospital central de la ciudad mantenía las luces encendidas incluso cuando el sol seguía en lo alto, quizás es la paranoia del momento, el terror a que vuelva a oscurecer sin aviso alguno, pero nadie se ha quejado de esto, ni los doctores ni pacientes que intentan seguir con vida.

El ajetreo es insoportable, varias enfermeras colapsando por el cansancio de trabajar sin parar, con tantas personas heridas no hay habitaciones suficientes para todas. Dos o tres personas amontonadas en un pequeño cuarto con solo una enfermera a cargo, sin doctor a la vista porque estos se encuentran custodiando a los pacientes más delicados.

En el décimo piso, en una pequeña habitación que no ha sido abarrotada hay un pequeño respirando con dificultad, moviéndose de un lado a otro sobre la cama, con los ojos rojos e hinchados. Cubierto de vendas y cables.

—Hey ¿despertaste?— Pregunta una voz cariñosa acariciando el poco cabello del menor. —¿quieres que vaya por una enfermera? ¿Tienes sed?

—No— Responde el pequeño con dificultad. —Me duele mucho el brazo.

—Lo se bebé...

—¿Mitsuya también está aquí?

—Él... Cuida de otra persona por ahora, pero estará aquí más tarde.

El niño solo asintió cansado, volviendo a bajar los parpados. Un pequeño tan indefenso y lastimado rompería el corazón de cualquiera, sin embargo ningún corazón roto se compararía al destrozado y calcinado de Hakkai Shiba, quien tenia que ver a su pequeño hermano sufrir durante horas, sabiendo que su madre ya no regresaría.

Los oscuros no merecían piedad, sin embargo había una cosa allá arriba, algo casi divino, que les otorgaba una aplastante ventaja, un ser tal vez maligno que justificara el porqué de la desgracia que había caído hace apenas dos días.

¿Por qué la oscuridad llegó antes? Sin ningún aviso, burlando las alarmas y causando un caos que acabó con una cuarta parte de la ciudad, dejando lugares destrozados y personas heridas o muertas, incluso desaparecidas. Todo a favor de los oscuros. Y él no pudo hacer nada.

Si tan solo hubiera tenido el placer de calcinar a una bestia no se sentiría tan culpable, no estaría tan derrotado y furioso. Le demostraría a Mitsuya que pelear contra ellos era posible, le enseñaría que podía protegerlo de los oscuros y le daría un pequeño consuelo a su hermano menor y a su padre.

Entonces recuerda los ojos rosas brillando justo frente a Mitsuya, demasiado cerca como para solo dar un paso y apresarlo. Naoto, el niño que encontraron aquel día, desapareció con el Oscuro, y eso solo significaba que no habría más de él en el mundo. La culpa lo invadió de inmediato al agradecer que no fuera Mitsuya en su lugar.

¿Cómo se enfrentaría de nuevo a los ojos rosas? Él quería estar frente a ellos y hacer que desaparecieran, que se apagaran entre las llamas de una vez, proteger a su pequeño hermano y a su mejor amigo de esas bestias o al menos tomar venganza. ¿aquellas cosas sufrían por la muerte de sus compañeros? Tal vez no, Hakkai no podría saberlo.

—Chan— La voz de Mitsuya lo saca de su mente, haciéndolo reaccionar de inmediato y girar hacia la puerta. —¿sigue dormido?

—Si...— murmura. —Sigue muy cansado...

Mitsuya entra sin pena, caminando con cuidado para no despertar al niño y sentándose a un lado de Hakkai, con la vista encajada en la ventana. El sol seguía brillando fuerte afuera, como si nada hubiera pasado.

—Lo chicos del otro día...— Habla Mitsuya e voz baja. —Habían perdido a su amigo horas antes, así que salieron a buscarlo cuando de pronto oscureció.

Oscuro [Bajifuyu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora