12.

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Los nervios lo inundaban sin pudor alguno, sentía sus manos temblar sobre sus piernas.

Mordía su labio inferior por dentro, y su mente divagaba sin parar en un solo pensamiento.

“¿Mato a Hisoka?” Su mente y cuerpo se congelaron inmediatamente en respuesta a su reciente pensamiento.

“No puedo, nisiquiera puedo imaginarme en aquella situación”. Su decisión estaba limitada a dos opciones, una era mala y la otra también. ¿Qué clase de trato esperan? Los Zoldyck no dieron un detalle o especificaron que sería el trato que se realizaría.

Illumi no tardó mucho en darse cuenta que la opción del trato era meramente de adorno, si no había especificaciones o detalles acerca de lo que se haría y realizaría al aceptarlo, era un hecho que principalmente no había un trato de por medio.

Se percató que su familia esperó la opción más fría y directa desde un principio ante la situación actual. Asesinar a su compañero y pareja.

Pero, ¿cómo sabían que no elegiría la opción del trato?. Aunque sin pensarlo mucho, y fuera de rodeos, era obvio que ninguno de los Zoldyck tomaría esa opción.

Sus manos seguían temblando, y sus nervios aumentaban gradualmente.

— Joven amo, es hora de la comida, ¿qué es lo que desea?.

—...Nada.

— ¿Nada? Puede optar por una bebida si no está hambriento.

—No tengo hambre, necesito pensar. Sal.

— Me temo que si no le traigo nada, su madre se molestará. Me envió específicamente para ello, joven amo.

— No quiero nada.

— ¿Puedo ayudarlo en aquello que tanto lo mortifica?

El silencio inundaba la habitación y los oídos de ambos.

El pelinegro pensó y se dió cuenta que no tenía respuestas, ni la opción que tomaría, y mucho menos tenía una respuesta al porque se sentía de aquella manera.

Cedió ante la ayuda del hombre que seguía en su puerta, sabía que su madre lo había enviado pero poco le importó ante la carencia de respuestas.

— Sí, puede ayudarme.

— Dígame el problema, joven amo.

— ¿Qué es lo que siento?

— ¿Perdón?

— ...Siento presión en el pecho, y como si quisiera vomitar, son escalofríos.

El silencio volvió a inundar la habitación, el mayordomo no debía decir nada, ninguno debía decir nada, o serían castigados con la muerte.

El mayordomo se tentó a explicarle a su amo lo que sentía, pero ya se imaginaba donde o en manos de quién terminaría. Kikyo jamás permitiría dejar que una sola palabra fuera dicha sin castigo.

— ¿Esta enfermo?

— No lo estoy...olvide lo que dije. Traigame un té, y déjeme sólo.

— Sí, enseguida se lo traigo.

El mayordomo se dirigía hacia la cocina, pero el sonido de los tacones de la única mujer ahí, se hicieron presentes ante sus oídos.

— Mi señora, el joven amo Illumi tiene...dudas.

— ¿Dudas de qué?

— Me temo que los sentimientos de el joven amo... volvieron nuevamente.- El hombre titubeó ante la presencia mortal frente a él.

𝑫𝒐𝒏'𝒕 𝒍𝒆𝒂𝒗𝒆 𝒎𝒆 | 𝑯𝒊𝒔𝒐𝒊𝒍𝒍𝒖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora