1 taza de café

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Las luces estaban apagadas...

Metí una galleta a mi boca y le dí un sorbo a mi vaso de leche.

Estábamos escondidas detrás de la cama que compartíamos la mayoría de niñas, seis niñas en total.

Ellas amaban mis historias e interminable imaginación, a excepción de Lidia quién decía estar dormida porque yo le molestaba sin razón.

Las otras cuatro escuchaban mi terrorífica historia. Una pequeña lámpara iluminaba parcialmente mi rostro dándome un espeluznante aspecto que le ayudaba mucho a mi actuación.

—El orfanato me parece como una cárcel vieja dónde los espíritus malignos habitan y asustan a los niños —dije dramáticamente.

—¡Ah! —gritaron todas. Por alguna razón les gustaba asustarse. Cumplía mi objetivo así que seguí.

—Hace unos días escuché a la señorita Willows decir que un niño desapareció después de ir al baño por la noche —mentí, pero ellas lo creían— yo ya no voy por allá.

Se acorralaron en una esquina mientras yo reía por dentro.

—La madre superiora dijo que los niños y niñas no deben jugar juntos, ¿tú sabes por qué? —preguntó Camila muy dudosa.

—Por supuesto, pregúntenme lo que quieran —dije triunfante como si yo supiera sobre cualquier tema— la razón es porque...

—¡Arlene! —alguien encendió las luces.

—¡Ahh! —todas gritamos. Se supone que deberíamos estar dormidas.

—¡Deberian estar durmiendo, con un demonio! —nos tomó del brazo y empujó a la cama.

—¡Auch!

Tomé mi cochesito del piso y lo abracé con todas mis fuerzas para después lanzarlo debajo de la cama. No quería que me lo quitaran, hace unos días lo habían hecho y tuve que robarlo.

Aunque si lo piensas bien no es robar... porque es mío.

Me subí a la cama y cobijé.

— ¡Si siguen durmiendo tarde nadie querrá adoptarlas!  —nos dijo— ¡A nadie le gustan las niñas indisciplinadas!

Camila rodó los ojos y se cubrió la cara con su cobija. Yo reí. La madre superiora apagó las luces de nuevo y estaba a punto de irse pero escuchó unos pasos apresurados a nosotros.

Alguien corría en nuestra dirección.

Era la señorita Willows, tenía una carta y un cheque en la mano, yo conocía los cheques porque el papá de Camila dió uno de esos papeles para que ella se quedara en el orfanato.

La madre superiora me miró con una sonrisa después de darle una revisada rápida al escrito.

—¿Arlene? —hizo una melodiosa voz, como si yo fuera de su agrado, lo que claramente no era. Ella decía que yo alborotaba a mis compañeras con mis frívolas ideas— te pediría que empacaras tus cosas pero solo tienes ese juguete tonto.

—¡Alguien quiere adoptarte!—interrumpió la señorita Willows.

—¡¿A Arlene?! —Lidia saltó indignada, dijo mi nombre lentamente con desprecio se escuchó como ¿Arrrrrrlene?— pero ella es rara.

—Así parece —dijo Willows.

—El Señor Hargreeves fue muy generoso —la otra mujer no dejaba de ver el cheque con un brillo en la cara.

—Le gusta el dinero —me susurró Camila.

—Lo sé —respondí sin expresión.

Ya estaba al borde de la puerta, por irme a un nuevo hogar. Debo decir que debió parecerme extraño que alguien pagara para llevarme de un día para otro pero estaba tan feliz de que ese hombre realmente quisiera tenerme como parte de su familia.

¿Cómo robar café? I ✨ Five Hargreeves ✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora