Capítulo XII

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Cecilia:

Alex y yo fulminamos a Armando con la mirada. ¿Qué cree que hace aquí? ¿No fue suficiente jugar conmigo? O quizás, quiere seguir jugando, pero yo no estoy dispuesta a seguir siendo su juguete.

—¿Qué quieres? —le pregunto con un tono nada amistoso a mi ex.

Me separo un poco de Alex por instinto, lo cual no parece agradarle mucho. Armando se nos ha quedado mirando fijamente, como si tratara de adivinar lo que pasó aquí.

—¿Hiciste el teatrito ese el otro día para estar con este tipo? —pregunta con fingida indignación, señalando a Alex con el índice.

¿En serio me está preguntando eso?

—¿Teatrito? —pregunto con asco— ¿Teatrito? ¿Crees que es un teatrito decirte que terminamos cuando te vi con otra chica?

¿Cómo puede estar con él casi un mes? Ahora que se quién realmente es, ya no lo encuentro atractivo. El personaje de película de romance que me montó fue bastante convincente, hasta que vi los detrás de cámaras.

—Sé que me equivo…

—Sí, te equivocaste. Te equivocaste al creer que soy estúpida —se forma una sonrisa sin gracia en mi rostro—. No quiero que volver a verte, así que lárgate de aquí.

Iba a decir algo pero frunce el ceño, interrumpiéndose.

—No me iré.

Fijo mi vista en Alex. Este no deja de mirar a Armando, fastidiado. Iba a volver a volver a decirle a Armando que se fuera, pero Alex me interrumpe.

—¿Qué quieres, imbécil? —le pregunta con molestia—. Ella no te quiere.

Armando le lanza una mirada envenenada, pero Alex no retrocede. Al contrario, da un paso al frente, sosteniéndole la mirada con los labios apretados.

—Y ¿te quiere a ti?

La pregunta rebota en las paredes del aula, haciendo un pequeño eco, pero no se compara a como se repitió seguidas veces en mi cabeza. Los hombros se me tensan, mi boca se entreabre y los ojos casi se me salen de las órbitas de la impresión.

Conteniendo la respiración, me fijo en Alex. Parece afectado por sus palabras, pero solo le dura un segundo, pues alza su comisura en un gesto burlón.

—Al menos ella no se pone incómoda cuando la beso.

La expresión de suficiencia de Armando se borra completamente.

—¿Qué dijiste? —ladra.

Alex se acerca más a él, reduciendo la distancia que los separaban a un metro. Alza el mentón, aun sosteniéndole la mirada.

—Que ella no se incomoda cuando la beso —dice, esbozando una sonrisa engreída— ni cuando la toco.

Armando coge a Alex del cuello de su camisa. Horroriza, me acerco a ellos para tratar de separarlos.

¿Qué tienen todos con resolver las cosas a golpes?

—Ni se te ocurra volverla a tocar —le advierte mirándolo a los ojos—. Ella es mía.

—¡Suéltalo, Armando! —pido alterada, pero ninguno de los dos parecen ser conscientes de mi presencia,  a pesar de que trato de apartar unos de los brazos de Armando sobre la camisa de Alex.

La sonrisa burlona de Alex solo hace que mi ex novio se moleste cada vez más y sé que ese es su objetivo, ya que no hace no el mínimo intento de defenderse.

No caeré en tu labiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora