Capítulo 24

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Artemisa miró a su alrededor desesperada buscando a su hermano. Se estaba arrepintiendo demasiado de haber aceptado esa locura.

—Solo un poco más madre, solo un poco más —escuchó un susurró y al girarse casi se cae de espaldas al ver su versión infantil ayudando a una mujer que sufría mientras estaba dando a luz.

¿Qué demonios hacia una su mini versión ayudando a una adulta a traer al mundo a otra criatura?

Sin pensarlo mucho se acercó a la pequeña tocándole el hombro para llamar su atención; sin embargo, lo que ocurrió no lo previó ni pudo evitar, ya que, en menos de medio segundo fue absorbida por la niña.

—Solo un poco más madre —susurró su mini versión y Artemisa pudo sentir como si ella fuera la que estuviera diciendo cada palabra.

Sus pensamientos estaban bastantes confusos mientras trataba de ordenarlos y ponerse al día, la menor actuaba en automático ayudando a su madre.

Madre. Leto. La idea estaba dentro de ella, lo que significaba que...

No, no, no. Esto es imposible pensó Artemisa queriendo salir de ese cuerpo, pero sin éxito alguno.

De pronto un bebé apareció entre sus manos y junto a su campo de visión periférica Apolo, aunque la niña parecía reparar en su presencia, ya que, su atención estaba centrada en el bebé en sus manos.

—Mi hermano —susurró la pequeña antes de entregarle el bebé a su madre que se dedicó a alimentarlo con una sonrisa en su rostro viendo como el pequeño niño iba creciendo poco a poco de una manera increíble.

Solo bastaron unas horas para que el niño, Apolo, también estuviera de su mismo tamaño.

Su hermano, el adolescente, miraba la escena confundido antes de mirar a su alrededor, quizá buscándola. Artemisa quería decirle que ella estaba ahí, pero no podía, parecía que dentro de ese cuerpo podía observar todo e invadir, pero no actuar, al menos no como ella quería.

Ambos pequeños se miraron largo rato antes de que el niño le sonriera y la abrazara. A su mini versión, dentro de la que estaba, le incomodo un poco la muestra de afecto, pero al ser su hermano lo dejo pasar.

Volviéndose hacia su madre, Leto, hizo lo mismo y Artemisa tuvo que estar de acuerdo con el pensamiento que cruzó dentro de la niña.

Ese niño solo sería problemas.

No te imaginas cuantos pensó la pelinegra por su parte recordando lo poco, mucho que sabía acerca de la historia de los gemelos hijos de Zeus y Leto.

Todo marchó bien hasta que vio a su hermano acercarse a ella y todo a su alrededor empezará a disiparse haciéndola caer en un vórtice hasta aterrizar sobre un suelo frio.

Ouch. Su cuerpo dolía y no precisamente por el golpe de la caída.

—Muy fuerte, muy veloz, muy orgullosa —gruñó una voz a su alrededor molestándola— Te crees que eres mucho por ser una diosa, una hija bastarda de mi marido; sin embargo, no dejas de ser una simple mocosa.

Poniéndose de pie aún con dolo miró directo a los ojos de Hera.

—Aún no me derrotas.

—Yo creo que sí —le señaló la diosa antes de darle un golpe que la dejaba fuera de combate y más molesta al menos a la niña dentro de la que estaba, por su parte Artemisa estaba confundida.

La mujer frente a ella era una copia exacta de Hera, la chica rubia que conocía en su mundo.

¿Cómo era que estaba ahí? ¿Por qué la había golpeado era casi igual a su ex amiga?

Artemisa [Olímpicos mortales #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora