Capítulo 8: Tenya Iida

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– ¡Despierta Pelos de Mierda! – los gritos del cenizo comenzaban a aturdir los oídos de la alada bestia que dormía plácidamente – ¡Oi!, ¡te estoy hablando maldito idiota!, ¡quítate de encima! – el pelirrojo lentamente abrió los ojos de forma despreocupada mientras trataba de ajustarlos a la luz matutina y poder observar el hermoso amanecer que se posaba por sobre ambos

– Buenos días Bakugo – bostezó el dragón una vez que se puso en pie y estiró tranquilamente

– ¡Maldito imbécil! – se acercó el cazador para tomarle de la camisa y encararlo – ¿cómo te atreves a dormir sobre de mí?, ¡¿sabes lo jodidamente pesado que eres?!

– L-Lo siento – se disculpó el menor levantando las manos a la altura de su rostro – no me di cuenta, normalmente duermo sobre una pila de cosas así que...

– Sólo no lo vuelvas a hacer si no quieres morir, ahora vamos de vuelta a tu estúpida cueva, tengo cosas que hacer – le soltó para después girarse y buscar un par de cosas en las cercanías

– ¿Sigues pensando en matar a todas las criaturas mágicas? – inquirió el menor mientras se lavaba la cara en el arroyo cercano

– Tsk, no me rendiré tan fácilmente – se colocó su capa y envainó su espada para comenzar a avanzar por el sendero del bosque siendo seguido por el pelirrojo

– Dame la mano – ordenó el híbrido extendiendo su palma hacia su contrario quien le miró despectivamente – sólo hazlo – dudoso, el cenizo le extendió su diestra, la cual fue halada con fuerza para ser secundada por su izquierda

– ¡¿Qué demonios...?! – sus pies pronto se elevaron del suelo para verse despegando por sobre las copas de los árboles, las nubes se hallaban al alcance de sus manos y el viento soplaba suavemente en su rostro, la luz matutina irradiaba a sus espaldas y el sonido del aleteo de su compañero acompañaba la escena

– He estado practicando como hacer esto, quiero enseñarte una última cosa antes de que decidas matarnos a todos – el pelirrojo le sonrió de lado para continuar su vuelo a lo largo del bosque

– ¡Su majestad! – gritó el joven caballero en cuanto el alba se hizo presente por sobre la arboleda, al observar que el príncipe despertaba de su letargo, lucía igual que siempre y parecía estar recobrando la consciencia poco a poco mientras le era atendida la fiebre – me alegro que esté bien, pero debo disculparme por mi incompetencia, usted contaba conmigo y yo le he fallado – el hombre se arrodilló frente a su superior de forma respetuosa y arrepentida

– Tranquilo Iida, estoy bien... ¿qué fue lo que...?

– Los paganos – intervino Midoriya acercándose al enfermo con un poco de agua – al parecer nos tendieron una trampa y no hicimos más que caer en ella, algo en todo esto no me gusta... ¿por qué deberían de frenarnos en la búsqueda de Kacchan?, he estado pensando esto demasiado tiempo pero creo que él podría no estar de nuestro lado...

– ¿Qué estás diciendo Midoriya? – carraspeó el guardia

– Sólo digo que esto es demasiado extraño, quiero decir, no es normal que nos ataquen de la nada, creo que es bueno pensar en todas las posibilidades, aunque cueste admitirlo...

Después de buscar algo de alimento para el desayuno y lavar sus rostros en el cuerpo de agua más cercano, continuaron con su camino, tal y como lo prometió el hombre extraño de la tarde anterior, lograron atravesar la parte encantada del bosque sin ningún inconveniente, eso era lo único bueno que podían verle al suministro involuntario de esa extraña pócima hacia el príncipe, pasaron un par de horas de caminata hasta que escucharon gritos a lo lejos, parecían ser dos voces masculinas, siendo la primera y más ruidosa, la de su amigo perdido. Midoriya se adelantó a buscar el origen de tal escándalo, se adentró entre los distintos troncos que adornaban el paisaje hasta hallar a ambos sujetos colgados de la rama de un árbol.

El hechizo en tu miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora