epílogo

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-no me toques! –le grité en cuanto sentí su mano en medio de mis piernas
 


-        Ya te dije que eres mía, solo mía y que si alguien se atreve si quiera a mírate, yo mismo le arrancare los ojos –susurro en mi oído y apretó mucho más su agarre a mi cuello, eso hizo que me estremeciera.
 
Agradecí en silencio que el volumen de la música estuviera alto y que estuviéramos en un lugar oscuro, ya que  todas nuestras peleas se arreglaban con una buena cogida      

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