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Narra Jaeden

Cloe… Todavía no despertaba, seguía acostada en el sillón y yo sentado al lado. Me había ido de la sala porque no quería seguir escuchando a Jonatán y porque había escuchado un ruido en esta dirección, creí que Cloe se había levantado.

Puse mi buzo en sus heridas y poco a poco fue disminuyendo la sangre. La estaba observando hasta que escuche un quejido, se estaba despertando.

-Cloe, esperá, no te muevas. Te vas a lastimar más.

-¿Jaeden?

-Si si, soy yo, tranquila. -Intenté calmarla porque se estaba desesperando.

-¿Dónde estamos? ¿Y los chicos? ¿Están bien?

-Estamos todos bien, encontramos una casa en donde nos podemos quedar la noche y los chicos están intentando dormir, que es lo que deberías hacer. Vení, te voy a llevar a una habitación.

Pasó un brazo por mis hombros y la cargué para llevarla a una habitación que parecía de un niño de cinco o seis años. La dejé en la cama y la arropé mientras que ella observaba cada movimiento que hacía.

-Que descanses, Cloe. -Le dije con una sonrisita. Cuando estaba por irme, me agarró de la mano y me detuvo.

-¿Puedes quedarte hasta que me duerma? 

Las sombras del puebloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora