Un mes después...
Serena respiró hondo antes de abrir la puerta del auto de Cooper Llorca, el abogado que sus amigos habían contratado. Marla ya se había subido al asiento del copiloto. Serena necesitaba un momento para reponerse, o quizás para pellizcarse. ¿Esto estaba pasando realmente? Serena Rice iba camino al juicio que definiría la custodia de su hija y su libertad definitiva. Gracias al abogado le habían otorgado la libertad bajo fianza, solo tenía que esperar el juicio en prisión domiciliaria, que no tuviera antecedentes facilitó el proceso.
—¿Se encuentra bien? —preguntó la jueza, mirando directamente a Serena.
—Sí, mucho mejor, gracias —respondió.
—Me alegro, prosigamos a comenzar.
La jueza mandó a tomar asiento y Cooper comenzó a explicarle la situación.
—Señoría, mi cliente no es culpable de los hechos que se le amputan. Entienda que en ese tiempo mi cliente no tenía los recursos necesarios para otorgarle rl mejor servicio médico a la pequeña. —Cooper hizo una pequeña pausa para luego proseguir —. Estos son los recibos médicos que verifican que la niña fue atendida en el hospital —concluye, mostrándole a la jueza los documentos.
Ella los mira con cara de pocos amigos y los analiza detenidamente. Cuando ha terminado, se recuesta en su silla, cruza los brazos sobre su pecho, y pasea su mirada sobre Serena.
—Abogado, ¿es consciente usted y su representada de que se le acusa de maltrato infantil? —la voz seria de la jueza hace a Serena pegar un respingo.
A Alan le sudaban las manos, le temblaban las piernas y su lengua parecía hacerse convertida en cemento seco. Mira ansioso a su madre, esperando que emita alguna objeción.
—Lo somos, señoría. Pero si la pequeña en ese momento recibió atención médica, no podemos alegar que haya existido maltrato alguno.
—Justamente, abogado —declara la jueza, después de escuchar a Cooper y de permanecer callada durante unos minutos, que se hacen interminables —. Pero, teniendo en cuenta las circunstancias de este caso, creo que lo mejor para la menor es cerrarlo lo antes posible —añade, antes de quedarse callada nuevamente como si estuviese pensando sus palabras —. Por ello, este juzgado expenderá una solicitud para que el hospital nos verifique estos documentos presentados aquí.
La parte contraria comenzó a gritar incoherencias. Cassidy se levantó con ímpetu de la silla.
—¡Objeción su señoría! —gritó a todo pulmón —. Recuerde que estamos hablando de una menor, a la cual su propia madre dejó enfermar por no tener los recursos necesarios para atender a la niña. Y también recuerde que mi cliente no tenía idea de que tenía una hija, porque ella se lo ocultó.
Señaló a Serena con odio al decir las últimas palabras.
—Baje la voz, abogada —le pidió la jueza a Cassidy —. Todo eso lo tenemos presente. Ahora si no tiene nada más que decir, me gustaría que no me interrumpiera más, es hora de dictar sentencia.
—Muchas gracias, señoría —agradece Cooper.
A Serena no le faltaba nada para echarse a llorar delante de la jueza, pero no lo hizo.
—La acusada de pie, por favor —pide un oficial en la sala.
Serena se levanta, algo nerviosa.
—Este tribunal declara a la acusada... inocente. Queda liberada de todo cargo judicial. La menor quedará al cuidado del hospital hasta su operación y recuperación, ambos padres pueden visitarla, ya luego quedará al cuidado de su madre, Serena Rice.
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Mi Pequeña Pelirroja © (En edición)
Любовные романыA veces la felicidad también viene en rojo. COMPLETA Serena odia los pelirrojos, tanto, que acaba borracha y desproticando contra ellos en un bar de Nueva York. El dueño del bar, Alan Cook la escucha y decide bajarle los humos, porque claro, su cab...