Capítulo 7

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Nydia

—El plan sigue adelante. —La sonrisa de Silas era más intensa que en veces anteriores. Pero además parecía guardar un secreto que le mantenía emocionado de una manera... ¿Se acuerdan cuando eran niños y sabían que el paquete que había debajo del árbol de Navidad era el suyo? Estaban impacientes por abrirlo, y se aguantaban las ganas para hacerlo cuando fuese el momento apropiado. Pues ese era Silas, un niño emocionado esperando a abrir su caja sorpresa.

—Pero mi piedra no es azul. —le recordé.

—La mía tampoco. —Él me guiñó un ojo, como si tendría que entender eso, ¿sería una broma?, ¿un chiste? Pues no lo pillaba. Se suponía que tenía que ser una reina azul, y mi piedra parecía desteñida.

—¿Estás seguro? —Rigel parecía que tampoco sabía qué era lo que pretendía Silas.

—Me falta por preparar unas cuantas alegaciones, pero te prometo que vas a ocupar el trono, pequeña. —Que eso me lo dijera él, que apenas me sacaba dos centímetros... Digo lo de llamarme pequeña. ¡Espera!, ¿Había crecido? Si no recordaba mal él era mucho más alto que yo. ¿Había sido la piedra?

—No sé lo que pretendes, pero más te vale no jugar con nosotros. — Protea parecía enfadada, y la entendía, porque no habíamos conseguido una piedra azul, y si no la tenía, no podría decir que era una heredera azul.

—Yo confío en él. —Le apoyó Nomi. —Si dice que puede conseguirlo, es que tiene las bases para hacerlo. Los amarillos no decimos las cosas por decir, y lo sabéis.

—Ser muy listo y saber de muchas cosas no garantiza que aciertes, y mucho menos en política. —Por el comentario de Rise y su expresión deduje que no le gustaban mucho los políticos.

—El pasado no podemos cambiarlo, pero sí aprender de él. —La voz de Silas sonó triste, como si supiera el motivo por el que Rise desconfiaba de las leyes y de los que trabajan con ellas. No me extrañaba, en la Tierra los políticos no es que fueran personas en las que uno pudiese confiar, todos miraban su propio ombligo y desconocían lo que era el honor, la honestidad y el civismo.

—Entonces ¿no he fracasado? —Todos me miraron como si hubiese dicho una palabrota.

—Tu no has tenido la culpa de nada, Nydia. —Intentó explicarme Rigel.

—Bastante has hecho con sobrevivir. Seguro que esa semilla estaba rancia. ¿Cuándo sería la última vez que se inseminó a alguien en ese kupai? ¿Hace millones de años? Ya es un milagro que siga vivo, no podemos pedirle que además que fabrique semillas que germinen bien. —Protea lo decía como si tuviese conocimientos de botánica. Pues tenía que decirle un par de cosas sobre los olivos milenarios, que seguían produciendo olivas aún teniendo 4.000 años de antigüedad. Vale, no eran rentables a nivel económico, pero su aceite era igual de bueno que el de un árbol joven. Aunque claro, estábamos hablando de un árbol diferente. Con su edad, todo lo que había en la tierra estaba fosilizado, si es que quedaba algún resto.

—Pues yo me siento bien. —Nos defendí a mi semilla, a mi árbol y a mí.

—Porque estás bien. Solo deja que programe tu semilla con un codificador y verás como es igual de buena que las demás. —Aquel comentario de Nomi me hizo fruncir el ceño.

—¿Ahora no es igual que las vuestras? Quiero decir, sí, es de un color diferente, pero ¿no hace lo mismo que la tuya? —Señalé el lugar donde debería estar en su cuerpo.

—Digamos que ahora tienes la programación de serie, pero necesitamos hacerte una actualización para sacarle todo el partido a tu sistema. —Más que una bendecida me sentía como un ciborg ¿En qué demonios me habían convertido?

Santuario - Estrella Errante 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora