Prólogo.

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El suelo ardía, el mar se había convertido en lava y la lluvia quemaba al caer. Era un paisaje árido y desolador. Amber corría hacia una de las muchas casas de madera que eran devoradas por las llamas. La joven estaba agotada pero siguió avanzando hasta aquella cabaña mientras el aire se hacía cada vez más espeso, abrasándole los pulmones y haciéndole toser y gemir de dolor.

Llegó a la casa. Casi no podía respirar, tenía ampollas por toda la piel y los ojos le escocían. Que la casa estuviera a punto de derrumbarse no mejoraba la stuación. Constantemente caían pedazos de techo en llamas. Una niña, que estaba en el piso superior, gritaba su nombre. Aquellos chillidos desgarradores, desesperados, que suplicaban ayuda le dieron fuerzas para no rendirse y continuar. En cuanto se encontró arriba, las escaleras crujieron y se deshicieron en cenizas. Una frágil niña, con la cara pálida de terror le miró suplicante con los ojos repletos de lágrimas. Arrastraba un pie, probablemente se habría hecho daño al inentar huir. Tenía los labios irritados, hinchados y cortados, y quemaduras y heridas por todo el cuerpo. A pesar de su aspecto deplorable, esbozó una sonrisa al ver a su hermana. Amber la cogió en brazos y se dirigió a la ventana, pues ahora les era imposible salir por la puerta, así que su única opción era saltar a un lago con la superficie humeante cubierta de fuego. La muchacha se lanzó, el lago se acercaba a una velocidad alarmante, y cuando chocaron contra él, el ácido les araño la piel, helándoles la sangre y anulando sus sentidos y su capacidad de reacción. De ese modo, el sufrimiento pudo con ambas y se hizo la oscuridad...

Más allá del fin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora