De cara con la verdad

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Debería de estar ansiosa, pero ese no era el caso, estaba dispuesta a enfrentarme a mi destino fuera cual fuese.

-¿Lista?- Frank no había soltado mi mano desde que salimos de mi habitación, para él también era muy duro.

Asentí y nos adentramos en lo que sería el veredicto final, si la OMCD había ganado o no esto lo decidiría.

-Buenos días Mario- odiaba las expresiones de tristeza que las personas me ponían al saber que estaba mal-. No pongas de nuevo esa cara o no respondo, estoy harta de que os penséis que soy tan débil como para que esto me afecte.

-Por tu seguridad puedo afirmar que piensas que no ha sido tan grave, ¿no?- Reí, no podía hacer otra cosa, todos se piensan que cuando digo que no soy débil es por una simple herida como esta, pero no era eso.

Mi hombro estaba bastante peor, y yo sabía que la lesión era grave, tan solo estaba aumentando mi agonía y la de los demás, pero era tan insensata que no me daba cuenta, y permanecía allí, parada, sin hacer nada por apenas unos segundos más de tiempo.

-No es a eso a lo que me refería- alcé la mirada para encontrarme con sus ojos y sonreí con tristeza-. Sé que mi tiempo en esta concentración se acabó en el momento en que ellos pusieron en mí una marca roja, como su objetivo.

-¡Eso no es cierto!- Frank se resignaba a creerlo, llevaba así desde que le había comunicado esta mañana lo que pensaba.

-Bueno, antes de sacar conclusiones precipitadas dejadme echarle un vistazo al hombro.- Mario se acercó a mí y palpó.

-¿Te duele?- Asustado por mi expresión preguntó, pero no creo que debiera haberlo hecho, pues la respuesta lo traumó bastante más de lo que él esperaba.

-No, no me duele.

-¿¡Cómo no te va a doler!? Es imposible- Frank se había puesto nervioso.

-No me duele, porque no siento absolutamente nada en ese brazo- ahí rematé la conversación, después de esta frase ninguno de los tres volvió a decir nada.

Mario miraba, revisaba y volvía  mirar todas las zonas de mi hombro, brazo y espalda, buscando algo, aunque yo no sabía lo que era.

Lo único que yo podía saber con mi poco conocimiento era que algo había pillado mis nervios, cualquier musculo o hueso estaba obstruyendo uno o varios de los nervios por lo que las respuestas no llegaban y no notaba nada.

Tras más de dos horas observando cuidadosamente cada parte de mi hombro desistió.

-Francesco, es mejor que salgas de la sala.                                         

-¡Mario, no pienso salir de la sala! Quiero oír lo que tienes que decir- estaba fuera de sí, no podía dejar que lo escuchara, pues no sería bueno.

-¡Frank! -Me observó con una expresión de pánico y a punto de echarse a llorar, pero no pensaba dejarle escuchar nada que no fuera de mi boca directamente-. Sal de aquí, no estás en condiciones de escuchar nada.

Enfurecido abrió la puerta para salir y la cerró de golpe, pero antes de cerrarla pude observar como todos los lobos estaban fuera. Todos estaban muy preocupados por mí.

-Di lo que tengas que decir Mario.

-No puedo dar diagnóstico todavía, tu última esperanza es una radiografía, acompáñame.

Tras una puerta detrás del escritorio pasamos a una sala en la que Mario se puso unas protecciones para poder hacerme la radiografía. Acto seguido accedimos a la sala de Rayos X y me hizo la radiografía.

¿El deporte lleva al amor? (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora