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La búsqueda inquebrantable de distracciones para el inicio del verano se vuelve casi como misión imposible. Para muchos, las vacaciones se resumen en estar en casa perdiendo el tiempo con una excusa que los padres juzgan, pero aceptan; otros son obligados a buscar un trabajo, pero continúan igual en casa los tiempos libres y no se separan de su cama. O de sus mascotas.

Chifuyu en efecto no es ninguno de ellos.

Él está en una fiesta del vecino de su abuela (qué convenientemente es de su edad como para que la anciana lo mande a sacar de la casa) donde, en definitiva, no conoce a nadie más que a un albino con cicatriz en la frente. Estuvo tentado a preguntar en más de una ocasión por qué tenía eso al estar al borde de la incomodidad por estar solo y sin conocer a nadie, pero el mensaje de Mitsuya diciéndole que eso era bastante maleducado incluso si estaba desesperado lo paró a la fuerza. Al menos tenía el teléfono para comunicarse con sus amigos, pero en definitiva no era lo mismo.

"Vacaciones de mierda", piensa. Y tira el vaso de limonada que la mismísima Akane (la única persona ligeramente decente en dicha fiesta) le consiguió tan pronto mencionó que no tomaba alcohol. Ya luego la buscaría para disculparse con ella, pues incluso si la albina no ha dicho nada, Chifuyu se siente una mala persona por ignorar el gesto de buena fe. La sensibilidad de Takemichi se le estaba pegando y ese mismo pensamiento lo hizo temblar con miedo.

Tenía que salir de ahí a la de ya, pero la casa de los Seishu era tan grande que de aquí a que encontrara la salida, seguro la fiesta acababa. Al menos se iba a entretener abriendo puertas y viendo por la ventana.

El entusiasmo, entonces, le dura las primeras dos puertas que abre y cual fiesta de adolescentes con hormonas, encuentra a parejas a medio de un acto sexual. La primera tuvo la decencia de parar, pero la segunda conformada por un moreno bajito y un alto de mechón pintado habían tenido la audacia de preguntarle si se quería unir, entonces siendo Chifuyu quién prácticamente tuvo que cerrar la puerta y huir de ahí con miedo a que incluso lo persiguieran porque "qué maniacos harían eso".

Así es como termina en lo que cree es la terraza. Al menos el pueblo al que ha ido no tiene muchos faroles que ayudan a la contaminación, permitiendo ver el cielo estrellado que se encuentra detrás del bullicio y los ruidos de la noche. Es relajante y a su vez hermoso, pues todos los puntos que observa brillan de una forma que no recordaba. Que hace tiempo no veía, pero que siempre habían parecido estar ahí, esperando.

Esperando por él.

Y Chifuyu sonríe ante aquel pensamiento, recargándose entonces en el barandal de la terraza. Abajo ve personas tomadas, reunidos en círculo mientras juegan a la botella donde distingue al hermano de Akane, quien está aferrado del brazo a otro chico de cabellos negros y ligeramente largos. Tiene un flashback que lo hace fruncir la nariz y por lo mismo, deja de ver para retomar el punto principal: encontrar la salida. Pero al voltearse, ve entonces una espalda y cabellos completamente negros y largos tan parecidos que le hacen sobresaltarse dando un pequeño gritito.

"¿Es que nadie conocer el peluquero aquí o qué?"

Por supuesto, el chico se voltea mientras alza una ceja. Tiene un cigarro entre los dedos, ojos color ámbar que solo recuerda haberlos visto en la hermana de Mikey y también tiene un lunar debajo del derecho. Tampoco su cabello es completamente negro, sino dos mechones blancos adornan la parte frontal de su cabello y eso solo hace que Chifuyu lo encuentre atractivo.

"Qué puto eres, Matsuno"

— ¿Se te perdió algo? — Incluso si la pregunta puede ser hostil, el tono tranquilo con el que el extraño habla le hace sentir que no ha interrumpido algo.

— La salida — Suelta sin más. El extraño alza una ceja y segundos después, le da una calada al cigarrillo. Chifuyu frunce la nariz ante aquel detalle que no pasa desapercibido por el más alto que hace una mueca burlona. Probablemente ya conoce su disgusto hacia el cigarro con solo esa mínima expresión. El lenguaje corporal es poderoso.

— ¿Te molesta? — Señala al cigarrillo. El pelinegro de cabello corto asiente.

— Sí. ¿Es mucho pedirte que lo apagues? No es como si no pudieses fumar después.

— Tampoco es como si esta conversación fuese a durar mucho.

— Pero lo está haciendo más de lo que me gusta.

— ¿Y por qué no te vas?

— ¿Por qué no te vas tú?

— Wow, qué defensa — Suelta en una risa, dándole una última calada al cigarrillo y soltando por fin el humo del mismo. Chifuyu sigue con la mirada como este se va yendo, casi como un gato que sigue un punto rojo al jugar. Es inevitable para el de cabellos largos no verlo por unos instantes con una pizca de curiosidad, pero el más bajo no lo nota porque ha quedado viendo las estrellas mientras perdía el humo. Lindo —. Los tienes bien puestos igual, así que te muestro la salida. Vivo prácticamente aquí dentro.

— Te conozco apenas hace dos minutos y dejar que me guíes a cualquier parte es sumamente peligroso.

Nota el rodar de los ojos y el suspiro exasperado. Chifuyu mantiene su semblante serio, pero por dentro siente la necesidad de reír al menos un poco por la ruptura de paciencia que parece tener aquel extraño. Y finalmente lo hace, riendo apenas mientras sus ojos se cierran que no nota entonces como el ajeno lo vea con una ceja alzada, curioso pero que termina por sonreír también.

El sonido de la música desaparece por un instante, donde solo la risa del pelinegro se escucha. Entonces se siente bien mientras en las manecillas del reloj, la medianoche comienza a la par de agosto. 

august - kazufuyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora