Capítulo 9

2.7K 181 83
                                    

Rubí

Era domingo, último día de nuestras mini vacaciones.

Maca y yo nos levantamos temprano para preparar el desayuno. Ella hacía los panqueques y yo ponía la mesa, robándole un beso cada vez que encontraba la ocasión. Éramos solo nosotras, teníamos esa libertad. 

La música sonaba a volumen bajito, lo suficiente para que ambas pudiéramos escucharla y que no saliera de aquel lugar. Maca comenzó a cantar, casi en un susurro, mientras esperaba a dar vuelta la mezcla de panqueque en el sartén. Aprovechando la melodía de fondo, la distraje de su labor y tomé su mano para hacerla bailar conmigo en el medio de la cocina. Ella sonrió y abrazó mi cintura sin titubear, con sus labios todavía gesticulando la letra de la canción.

Que me dices tengo miedo

Te lo juro, te entiendo, pero lo iremos construyendo

Y si en verdad tú quieres esto, solo dímelo

Por ti todo lo arriesgo

Maca rio por lo bajo y yo le di un beso cortito, luego otro y otro más.

Seguíamos en un balanceo delicado, secreto, demasiado íntimo como para ser presenciado por miradas ajenas. Me dejé sostener por sus brazos, mientras jugaba con los mechones rizados que le caían por los lados de la frente y contorneaba su rostro con la yema de mis dedos. Sus ojitos brillaban. 

No podía creer lo hermosa que era.

—Se está quemando algo —reaccioné ante el olor, mirando por sobre su hombro. Ella se giró con rapidez y alejó el sartén de la llama para voltear la mezcla. 

—Pucha —dijo al ver que un lado del panqueque había quedado completamente rostizado. —¿Viste? Esto pasa cuando me distraes.

—Ya, pero sin llorar —me burlé, dándole un beso en la mejilla. —Yo me lo como.

A pesar de ese pequeño accidente, el desayuno fue todo un éxito.

Después de comer, nos alistamos para bajar a la playa. Gema se puso un poco triste por no poder llevar a Frida, pero sabía que terminaría llena de arena como el día anterior, así que acordamos dejarla en la pieza.

—Quédate aquí —le dijo al peluche sentado en la cama. —Voy a volver... ¿Cuándo volvemos, mami?

—No sé, mi amor, dile que a eso de las siete. 

—A eso de las siete voy a volver, ¿bueno? Pórtate bien —le dio un beso en la cabeza y tomó mi mano para irnos.  

Mi pequeña era una verdadera fanática del mar. No le bastaba solo con quedarse en la orilla o buscar una poza de agua, como lo hacían los otros niños, sino que debía adentrarse un poco más, y para eso teníamos a Santi. Él la tomaba entre sus brazos y se iba, no tan al fondo, para hacerla chocar contra las olas. Gema reía a carcajadas y yo no encontraba nada más satisfactorio que verla divertirse así.

Cuando sintió que ya era suficiente, le pidió a Santi que la dejara conmigo en la orilla y nos sentamos a construir un castillo de arena. Al poco tiempo, Maca y Jose se unieron a nosotras. 

A Maca se le ocurrió cavar alrededor de la obra para dejar pasar el agua y eso lo hizo un poco más bonito, quedando como una laguna que rodeaba las torres, hasta que la arena la absorbía. También le pusimos algunas piedritas y la banderita de Francia que Santi siempre tenía en su auto. No era el castillo más lujoso ni elegante, pero era trabajo honesto. 

Por eso me molestó tanto cuando alguien pasó corriendo, chocó con mi espalda y cayó sobre nuestro proyecto.

¡¿Cómo tan weón?! 

Siempre tú | Rubirena |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora