Capítulo VIII

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Alexandra Fray, Alexandra Fray, no podía dejar de leer ese nombre. No lograba reconocerme en él. ¿Cómo es posible que yo, una chica de apenas 16 años sea una de las piezas fundamentales de este rompecabezas al que me tenía que enfrentar? 

En ese momento una sensación de agobio se apoderó de mí, un hormigueo comenzó a trepar desde mi abdomen hasta el pecho, mi corazón se aceleraba, mi respiración también, y comencé a sudar. Salí lo más rápido que pude de casa y respiré varias veces para intentar calmarme. 

Mi hermana vino a preguntarme si estaba bien pero no pude ni responderle. Las lágrimas comenzaron a inundar mi rostro, y mi piel casi parecía cristal. 

- Emma tranquila, vuelve dentro no quiero llamar la atención. 

Mi hermana hizo caso omiso a mis indicaciones y siguió a mi lado. Noté como su mano se aferraba a la mía y en ese instante supe que era lo único que realmente me quedaba y lo único por lo que valía la pena esta lucha. 

En ese instante, escuché pasos, no sabía de dónde venían y me puse muy nerviosa. Ordené a Emma con la mirada que se fuera dentro de la casa. Yo seguí intentando adivinar de qué se trataba, y cuando creía no escuchar nada, alguien me cogió por la espalda, me puso un pañuelo en la cara y acto seguido me desmayé. 

...


Cuando desperté estaba muy desorientada y tan solo podía pronunciar el nombre de mi hermana. 

- Emma, Emma, - susurraba adormilada. 

No obtuve respuesta. 

Cuando logré abrir por fin los ojos me vi reflejada en el tejado. Estaba tumbada en una camilla de lo que parecía ser el Hospital Internacional New Hamphry, un lugar que se suponía, había cerrado con la llegada de El Dominio al poder. En ese momento me transporté a mi infancia. 

Vi como a una niña de apenas 3 años comenzaban a hacerle pruebas y cómo su padre lloraba y suplicaba que intentaran salvarme. Sí, efectivamente, esa era yo. 

Hospital Internacional New Hamphry 15 años antes

- Por favor, señor, no tenemos mucho dinero pero intente salvarla, es una niña. Entiéndalo. 

- No puedo hacer más, el tratamiento es caro, si no pueden pagar no se va a salvar. Puede rezar, quizás un milagro la salve, si no, le recomiendo que se marchen a casa y que intente que la niña tenga el mejor final posible. 

- No por favor, no, NOOOOO... - gritaba llorando. 


Hospital Internacional New Hamphry Actualidad 

Recuerdo cómo mi padre lloraba aquel día pensando que su hija no iba a ver nunca más la luz del día. Recuerdo cómo yo me consumía sin apenas control y también recuerdo cómo al desprenderme de aquel tratamiento que supuestamente me iba a salvar, comencé a ponerme cada vez mejor. Recuperé la movilidad en las piernas, recuperé las ganas de comer, de vivir, de jugar, recuperé mi infancia y mi felicidad.  De pronto el sonido de la puerta abriéndose me sacó de aquel recuerdo. 

- Buenas tardes, Alexandra, ¿has descansado?, soy la doctora Evelyn Silk, voy a ocuparme de ti durante estas próximas semanas. Quizás te preguntes que haces aquí ¿cierto?, pues verás, tengo que darte la enhorabuena, ya que has sido seleccionada para que te suministremos la cura en fase de prueba del TanoVirus. Mientras estabas dormida he de decirte que ya hemos completado la primera dosis, son en total 10, que se irán suministrando cada 3 días. Mientras tanto te daremos alojamiento y comida en las instalaciones de El Dominio y podrás disfrutar de mucho tiempo libre al igual que el resto de tus compañeros. Quería decirte también, que hemos introducido en tu cuello un chip localizador, así que no intentes huir porque es inútil, ¿todo comprendido? 

En ese momento, me lanzó un uniforme con un número, 282, y me dijo que debería llevarlo puesto hasta que me dieran uno nuevo. 

- ¿Dónde está mi hermana? ¿Qué le habéis hecho? -Grité. 

Finalmente, después de una larga discusión con un guardia que no me dejaba salir de la habitación sin el uniforme puesto, decidí seguir las indicaciones de la doctora, me vestí y me convertí en una rata de laboratorio etiquetada con el número 282. No sé de qué pero ese número me sonaba bastante. 

Al salir de la habitación llegué, acompañada por el mismo guardia, a un patio con árboles, bancos y algunas mesas preparadas para jugar al ajedrez. Había bastante gente en aquel patio. Pero hubo una chica que captó mi atención. Estaba sola en una esquina, llorando y escondiéndose tras sus propias piernas. 

La miré fijamente y ella me devolvió la mirada. Acto seguido me llevaron a mi habitación y allí permanecí encerrada hasta la hora de la cena. 

Al salir, otra vez acompañada de aquel gigante con pistola que tenía por guardia, volví a cruzarme en el comedor con la chica. Esta vez llevaba una bandeja en sus manos y algo de comida, y cuando me miró, pude leer cómo sus labios pronunciaban: ayuda. 


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⏰ Última actualización: Sep 15, 2022 ⏰

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