Parte única

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Toda la habitación estaría en silencio de no ser por las personas que la ocupaban, ambos se besaban y recorrian sus cuerpos de forma desenfrenada.

Los gemidos y sonidos lacsivos de la piel chocando inundaban el lugar, y vaya que lo disfrutaban. Los murmullos y suspiros iban bajos, pero de vez en cuando eran altos, no parecía importarles el ser escuchados. Bueno, si el placer nubla tus sentidos, menos vas a notar tu alrededor.

—¡Ah, Ahí! —eran las palabras seguidas de otras exclamaciones que pedían a gritos que la velocidad de las embestidas aumentara.

Las maldiciones no se quedaban atrás.

—¿Quieres más, gatito? —habló ronco Keisuke sintiendo los arañazos en su espalda, y es que tener a Chifuyu debajo suyo arqueando su espalda mientras rogaba por él lo exitaba bastante.

Con cada estocada Baji se sentía en el cielo y Matsuno parecía ver las estrellas. El mayor se inclinó sin detenerse para apresar los labios contrarios en un fogoso y desesperado beso, sus lenguas se enredaban dentro de sus bocas y los gruñidos morían entre ellas, cada vez más cerca del deseado orgasmo.

—Mierda...Kei ¡Kei! —no dejaba de gemir su nombre en ningún momento.

—Lo sé, lo sé. Aprietas demasiado. —volvió a besarlo una vez más sintiendo cómo el rubio temblaba entre sus brazos tras haber acabado sobre su abdomen y pronto él también con unas cuantas embestidas terminó dentro— ¿Y bien, das para una más?

—¿Por quién me tomas? —sonrió Matsuno coqueto mientras envolvía sus brazos en el cuello de su pareja tentando y pasaba las piernas tras su lastimada espalda.

Baji le devolvió la sonrisa mostrando sus colmillos, los cuales enterró en su cuerpo repetidas veces dejando marcas por todos lados. Un poco más de sexo no le haría daño a nadie, estaban solos después de todo, o bueno, eso creyeron.

—¡Hijo te estoy llamando! ¿Qué haces que-? Oh, vaya —la mujer que entró en la habitación dando un portazo se quedó unos segundos en el umbral de la puerta viendo a ambos muchachos, desnudos, sudando y con las caras rojas, ya sea por la vergüenza o la calentura del momento.

Cerró la puerta sin decir una palabra, y los dos jóvenes dentro compartieron una mirada tratando de procesar la información, apenas se dieron cuenta de lo que pasaba se separaron.

—¡Carajo! —Chifuyu saltó de la cama buscando su ropa interior y pantalones— ¡Dijiste que no había nadie!

—¡Es que no había nadie! —el morocho al intentar hacer lo mismo se enredó con las sábanas y cayó de cara al suelo— Maldición —sobo su rostro adolorido.

—¡¿Qué le diremos?!

—¡No sé! Además, no fue tan malo, creo.

—Baji-san, nos encontró teniendo sexo ¿¡Cómo no va a ser malo!? ¡Qué idea le habré dejado a tu madre! —agitó las manos con los nervios a flor de piel buscando su polera.

—Ella te adora. —no lo decía pero también estaba nervioso, probablemente los interrogarria y molestaría hasta el cansancio.

—¡No es el punto!

—¡Ni siquiera sabía que salíamos! —hubo un pequeño silencio.

—¡Eso lo hace aún peor! No voy a poder mirarla a la cara. —Chifuyu ya estaba pensado en una forma de escapar por la ventana o del país, quizá consiga evitar las preguntas o miradas que le fuera a lanzar la mujer, se quería morir.

A los pocos minutos bajaron las escaleras, uno con dificultad, para sentarse en el comedor en la espera de la presencia de la dueña de la casa. Los dos se exaltaron al verla entrar y sentarse frente a ellos, no decía nada, y eso los ponía aún más ansiosos.

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𝑆𝑚𝑎𝑙𝑙, 𝑏𝑖𝑔, 𝑖𝑛𝑠𝑒𝑐𝑢𝑟𝑖𝑡𝑖𝑒𝑠 || BajifuyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora