Subimos tomados de la mano río arriba cuando empezamos escuchar como las gotas de lluvia caían en las hojas, se avecinaba una tormenta, ya que al mirar al cielo podía observarse como cambiaba la tonalidad de un cielo claro y hermoso a convertirse en un gris con diferentes tonalidades hacia negro. El río se encontraba casi en medio del bosque que visitábamos frecuentemente debido a eso existían lugares donde la lluvia no penetraba tan fácilmente por la densidad de árboles que existían, el aroma que se alcanzaba ya a percibir debido a la lluvia tranquilizaba nuestros sentidos ya que era un aroma entre tierra y madera húmeda, decidimos sentarnos en un tramo entre el río y el bosque para pensar a donde nos dirigiríamos debido a la fuerte lluvia que estaba, durante nuestra platica ella con una sonrisa cautivadora recordó la pequeña cueva a diez minutos de distancia donde nos encontrábamos – recuerdas ese lugar lo visitábamos mucho de niños era nuestro escondite preferido cuando deseábamos estar solos y conversar de nuestras aventuras- me comentó ella, le respondí que era una magnífica idea ya que tenía mucho de visitar esa cueva, tomados aún de la mano decidimos correr bajo la lluvia para alcanzar nuestro sitio de viejas platicas.
El tramo había cambiado, muchos árboles habían crecido ya y el río aunque durante épocas de lluvia crece pero no para desbordarse, poseía la fuerza suficiente para haber realizado cambios en el paisaje a sus alrededores, me sentía de nuevo como un el niño pequeño que cometía travesuras y venía con ella para contarlas, al igual que ella, siempre se metía en una que otra aventura y su familia siempre la terminaba retando por sus acciones, nosotros ahora ya adultos corríamos y nos reíamos sin algún sentido, en ese momento me percate como nos juntábamos más y ella aunque joven era no tenía mucha condición física, además del vestido que traía no le permitía realizar movimientos libres como a mí, así que decidimos caminar ya que nos encontrábamos cerca, se acercó a mí y me dijo con una voz suave que empezaba a tener frío, a lo cual, decide abrazarla con un brazo para transmitirle un poco del calor que generaba mi cuerpo.
Al fin después de unos minutos llegamos a la entrada de la cueva y al principio se me lleno de corazón de mucha nostalgia ya que los recuerdos volvían a mí como el río llevaba agua a la ciudad, ella fue la primera en entrar y a unos pasos me grito ¿Qué acaso no vas a entrar o tienes miedo de la inofensiva cueva? Decidí no responderle y únicamente entrar para volver a estar con ella, dentro de ahí nos sentamos como pudimos en una parte seca y donde todavía la luz del día entraba y podía alumbrarnos, nuevamente la nostalgia llego a mí ser y le comente ¿recuerdas cuántas historias y cuantas risas pasamos aquí? – sí claro, fue por eso que te dije que viniéramos para poder recuperar el tiempo perdido entre nosotros y comentar todas nuestra aventuras después de tanto tiempo de no habernos visto – respondió ella, empezamos una charla amena y tranquila comentando relatos cortos de nuestra nueva vida, pero la ropa mojada hacia incomodo el estar en ese lugar, - deberíamos quitarnos algunas de nuestras ropas húmedas y colgarlas en alguna parte para tratar de secarlas – menciono ella casi temblando, no dude en responder un claro es una buena idea, la verdad yo no tenía tanto frío como ella pero si me sentía incómodo con la humedad de mis ropas, así que sin pensarlo dos veces me quite la camisa que traía y aunque con pena decidí también deshacerme de los pantalones todos mojados, afortunadamente en la mochila que cargábamos traíamos un par de sabanas que tomó ella sin permiso y decidió traerlas para realizar una comida durante el trayecto, así que extendí una de ellas en el piso mientras que ella en otra parte más obscura tomaba valor para quitarse su vestido; cual fue mi sorpresa al escuchar su voz decir -¡No puedo, necesito tu ayuda!- su vestido con cierra en la espalda le impedía quitárselo ya que se había atorado a la mitad, me levante y antes de dar un paso me grito - ¡Ni se te ocurra mirar más de lo debido o tendré que golpearte y sabes muy bien que soy más fuerte que una chica cualquiera de las que me haz contado!- no te preocupes a que fuera a verte, a decir verdad no eres mi tipo de persona o la chica que llamaría mi atención, todo esto acompañado con una risa pequeña en son de burla pero a la vez nerviosa, me acerque y le desatore su cierre y lo baje a la base, note inmediatamente la piel blanca de su espalda pero no hice comentario alguno al respecto para que pudiera seguir quitándose la ropa sin pena o vergüenza e inmediatamente regrese a mi lugar, ella un minuto después apareció con la otra sabana alrededor del cuerpo ya más tranquila y sin ropa mojada, se sentó al lado mío y a decir verdad mi cara se ruborizo de inmediato, ella soltó una carcajada que con el eco de la cueva realzo más el sonido y acompañado de eso con una voz seductora me dijo – lo bueno que no soy una chica que te llame la atención ¡jajajaja! – le conteste que era un caballero y que al tener a una mujer así cualquiera persona se ruborizaría, se acurruco conmigo y empezamos de nuevo una charla, ella había cambiado su voz era más tierna y compasiva nada con su tono de voz normal, ella comentaba – imagínate sí los dos no hubiésemos salido de nuestra ciudad natal, ¿qué hubiera sucedido con nosotros? ¿Seríamos mucho más unidos que de niños?, ¿Acaso seríamos marido y mujer? ¿Tendríamos hijos? – no sabía que contestar a tales pregunta así que opte por decir un no sé, ella se rió y sólo se acomodó más cerca de mi cara, no sabía que sucedía pero al parecer su cuerpo había ya perdido el frío y se encontraba más confortable, mientras que el mío se encontraba más nervioso por su cercanía.
Al pasar el tiempo y la plática descubríamos una atracción por los recuerdos y el ambiente que nos daba esa cueva, en un momento no sé cómo nuestros rostros se miraron fijamente y un beso tierno, la explosión de nerviosismo y excitación hizo que la tomará de la cintura mientras que ella me tomaba el rostro, por mi mente pasaban demasiadas sensaciones inexplicables mientras que a lo lejos se escuchaba una voz que me decía – hace mucho que deseaba esto – era la voz de mi amada, la cual no podía dejar de besar y acariciar por encima de la sabana que cubría su cuerpo semidesnudo o desnudo no sabía, al instante nos hallábamos tirados en el suelo yo encima de ella recorriendo cada centímetro de sus labios y de vez en cuando mordiendo la comisura de ellos, mientras que ella solamente movía las manos por mis espalda, nos estábamos entregando al deseo y pasión que sólo dos personas enamoradas podían realizar, un deseo carnal por saborear el cuerpo del otro sin importar el lugar o la situación que estén, sin embargo, mi deseo por poseerla iba creciendo más y más y no podía escuchar lo que me decía con la voz entrecortada por los besos arrebatados que nos dábamos, mientras que ahora mis manos empezaban a alzar la sabana alrededor de su cuerpo para acariciar sus muslos bien formados y ella en un instante de excitación me dijo casi gritando – soy tuya, siempre he deseado serlo, tómame ahora y para siempre mi amor- sin dudarlo empecé a besar su cuello hasta sus hombros mientras ella había bajado las manos y se entregaba a la pasión que le estaba brindando, en realidad era la primera vez para los dos que nos teníamos una relación íntima con alguna persona, podríamos decirse que cada uno entregaría su virginidad a la otra. Sin importar lo que sucediera siempre permaneceríamos juntos uno al lado del otro como siempre habíamos soñado, todo eso giraba en mi cabeza mientras que mis manos se movían por sí solas y acariciaban su piel desde sus muslos hasta su cintura, sentía el retorcer de su cuerpo como si empezará a convulsionarse sus manos solamente oprimían la sabana en la que estábamos acostado y sin pensarlo más decidí quitarle la sabana que cubría el espléndido cuerpo de aquella damisela que ahora la convertiría en mi amada mujer, ella como pudo alzo su cuerpo dejando que yo pudiera admirar el cuerpo que cubría esa delgada tela y para mi sorpresa ya se encontraba desnudo, no salían palabras de mi boca al ver tan fascinante espectáculo corporal de ella que se estremecía al saber que la observaba cada rincón de su virgen cuerpo su rostro ya mostraba un rojo tenue no sabía si era por la excitación o por la vergüenza que podía tener al estar yo frente a ella, mientras que mi mente divagaba en simplezas mi corazón lanzaba a cada segundo litros de sangre que hacían que mi cuerpo se volviera cada vez más caliente a pesar del lugar donde nos encontrábamos.
Nuevamente empecé a besar su cuello sin detenerme al realizar esto su cabeza sólo miraba hacia el techo de la cueva, por lo que me era más sencillo alcanzar cualquier parte de su cuello y posteriormente continúe por sus hombros besándola cada centímetro de ellos, ella había decido participar y empezar a rasguñar alguna parte de mi espalda mientras que de sus labios empezaban a salir con tenue sonido quejidos de placer, mi siguiente paso era bajar hasta sus senos por lo que decidí bajar lentamente y besar de su cuello al inicio de ellos y volver con la punta de mi lengua hasta la base de cuello, ella se retorcía y sus gemidos se volvían más fuertes como si fueran los de un hembra en celo, inicié a acariciar con una mano su seno izquierdo sintiendo cada lugar de ese pequeño espacio, hasta llegar a su pezón que ya se encontraba duro para ese momento mientras que mi boca iniciaba curso para su seno derecho besando poco a poco subiendo hasta llegar a su pezón erguido de la excitación, con un beso tierno llegue a él y con mi lengua acaricie todo a su alrededor, mientras que sus gemidos no se detenían, en un arrebato de pasión mordí con delicadeza su pezón como si fuera a degustar un manjar de dioses, ella en ese momento se contorsionó su cuerpo y soltó un quejido que el eco de la cueva hizo resonar por toda la cueva - ¡ah! ¡ah! ¡ah! – todo era nuevo para nosotros pero mis deseos salvajes por tomarla y hacerla mía parecían hacerme un experto en seducirla y en excitarla, ahora turno de su seno izquierdo y realice lo mismo besando al inicio hasta subir a su pezón y lamer a su alrededor terminando con un pequeño mordisco que alteraban todos sus sentidos y los míos.