Capítulo 5

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Al pasar la noche, el italiano pudo dormir, no muy bien, pero pudo descansar un poco gracias a la calma que le traía saber que le ayudarían a encontrar a su hermano y que el rubio estaba cumpliendo su promesa, solo faltaba cumplir la suya, ayudarlo a seguir a delante. Aún recuerda la tarde donde le rogó que lo matara y agradece que no lo hizo, porque si hubiera tomado la decisión de jalar del gatillo, el rubio de ojos claros no estaría ahora mismo recostado en su pecho, durmiendo plácidamente como si fuera el lugar más cómodo del planeta; podía apreciar sus facciones notoriamente relajadas al dormir, ya sabía perfectamente que el chico es atractivo, pero no tuvo la oportunidad de observarlo detenidamente de cerca por tanto tiempo como ahora.

Cuando llegaron a la habitación asignada en el hostal, fue el rubio mayor el que pidió dormir juntos, el contrario acepto después de hacer una que otra broma subida de tono al mal pensar las palabras dichas por Toni. Se acostaron cada quien, en su lado, un poco cerca, pero respetando su espacio personal, pero a medida que fue pasando la noche, el ojiazul rodeo con sus brazos a su acompañante y se acomodó tomando como almohada el torso del italiano, con la consecuencia de que este se despertó algo sobresaltado al sentir un peso sobre su pecho, pero al ver de quien se trataba no se inmuto y se quedó en la misma posición para no despertarlo; así pasaron varios minutos hasta que empezó a amanecer y el de cabellos dorados se empezó a mover dando a entender que pronto despertaría.

Y así fue, Gustabo despertó y lo primero que observó fue a el italiano mirándole, automáticamente se sonrojo al pensar que lo miraba dormido y como si fuera posible, se sonrojo aún más cuando se dio cuenta que lo estaba abrazando.

- Mierda... Perdón – murmuró mientras trataba de separarse abruptamente.

- Hey, tranquilo no pasa nada – intentó sujetarlo para que no se separara, pero el contrario ya se había alejado, hizo como la virgen le hablará y salió de la habitación.

Toni se hallaba completamente confundido, y algo dentro de él empezaba a quebrarse, se quedó esperando unos segundos, completamente perplejo, y como siempre lo había hecho, escuchó a su corazón y fue tras él.

Lo buscó por toda la parte accesible del hostal, al no encontrarlo salió del mismo y ahí lo encontró, sentado en la acera mirando a la nada, se acercó lentamente hasta quedar a lado suyo.

- ¿Puedo sentarme? – preguntó para automáticamente, recibir un asentimiento de parte del otro como respuesta. – Lo siento si te presioné – continuó tomando asiento a su lado – no quería incomodarte.

- No pasa nada, no tuviste la culpa, fui yo quien salió corriendo.

- No está de más pedir perdón – el ojiazul rio ante su respuesta.

- Entonces, perdóname a mí por huir.

- No te preocupes por eso, no tienes porqué pedir perdón

- No está de más pedir perdón – ambos soltaron una risilla.

- De todos modos, pero entonces, ¿Por qué te fuiste?

- Me asusté – confesó – te mentí, ya había sentido lo que siento por ti, pero nunca fue correspondido, esto es nuevo para mí y eso me asusta.

- Yo también ya lo había sentido y tampoco fui correspondido – confesó – y también me asusta, pero me gustaría intentarlo contigo.

Por primera vez se miraron a los ojos, admirando la belleza de cada par de orbes en silencio.

- ¿No crees que vamos muy rápido? Digo, apenas nos conocimos – soltó después de unos segundos sin hablar.

- Si crees eso, podríamos empezar de nuevo e ir más despacio – el menor volvió a reír ligeramente.

- Un gusto, Gustabo García, y ¿usted es? – le extendió la palma de su mano en señal de saludo, lo dicho provocó una risa de parte del mayor, para después hacer lo mismo que el ojiazul regalándole una sonrisa.

- Toni Gambino, el placer es mío.

- Es usted muy guapo, señor Gambino – le guiñó.

- Lo mismo digo de usted, señor García – le devolvió el guiño – ¿Le gustaría acompañarme a desayunar?

- Me encantaría – Sin más, se levantaron de ese lugar, para dirigirse a alguna cafetería cercana.

Su mañana empezó perfecta, avanzó con el pie izquierdo, pero juntos afrontaron ese pequeño percance, para empezar de nuevo, pero esta vez con el pie correcto.

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