Capítulo 1: Despegue seguro

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El 20 de julio de 1969 fue un gran avance para la humanidad. Lograr que el primer hombre pudiese poner el pie en la Luna no fue el fin, fue el comienzo. Desde entonces, se persiguió constantemente el deseo de colonizar el universo y volver a nuestra especie una civilización de nivel III.

Poco a poco, el progreso tecnológico nos consiguió un control total de nuestro sistema solar, Alfa Centauri, Luhman 16... pero la especie humana se vuelve tan inteligente como codiciosa, y tras siglos de investigación, aquí estamos, al frente del mayor avance en ingeniería espacial hasta la fecha. Nuestro objetivo: Gliese 887.

Esta estrella se encuentra a 12 años luz de nuestra casa, con dos planetas conocidos y uno teórico. No se ha logrado estudiar profundamente debido a, según los investigadores, "interferencias electromagnéticas que alteran los equipos". Seguramente existirán más explicaciones. Sin embargo, nuestro trabajo no es averiguarlo, si no ir ahí y terraformar y colonizar esos planetas.

Somos un equipo de cinco personas duramente entrenadas para el viaje que nos espera.
Nunca llegamos a vernos las caras y fuimos entrenados en soledad para ser capaces de, en caso de emergencia, sobrevivir en la nave por nuestra cuenta.
Aún así, para evitar problemas de rebelión, cada uno del grupo recibió un título oficial.

La capitana de la nave era decidida, con espíritu de liderazgo y con iniciativa, y era considerada capaz de guiar a la nave y al resto de la tripulación de forma segura a nuestro destino.

El siguiente miembro fue especialmente formado en diplomacia interestelar, habiendo aprendido varios idiomas extraterrestres en caso de que fuese necesario.

A continuación, el ingeniero era el especialista en todo lo que tuviese que ver con la nave y sus sistemas. Totalmente cualificado para arreglar todo lo que fuese necesario y asegurar el comportamiento correcto de la nave.

En caso de encontrar criaturas hostiles, el general vio conveniente unirse a la tripulación. Aún con su experiencia en el pasado, tuvo que formarse en lo último en armas y sistemas de defensa integradas tanto en la nave como en nuestro arsenal.

Por último, tripulante, o sea, yo. Me formaron para ser generalista, y poder cubrir en caso de emergencia cualquier puesto que haya sido comprometido en caso de emergencia. En caso contrario, actuaré para asistir al resto de la tripulación en todo lo que sea posible.

Si os resulta extraño el por qué no he dicho ningún nombre, igual para vosotros es algo raro.
La respuesta es sencilla, no tenemos nombres, nos entrenaron para no tenerlos. Psicológicamente, los nombres implican personalidad, y la personalidad es impredecible, puede poner en evidencia una operación tan sofisticada como es nuestra misión, por lo que nuestros títulos son todos los nombres que necesitamos: capitán, diplomático, ingeniero, general y tripulante.

Una vez terminamos de caminar lado a lado, con todo el traje puesto, por el pasillo que nos separa de nuestra unión con el cosmos, nos colocamos en nuestros asientos. Respiro hondo mientras escucho la cuenta atrás:

-5

-4

-3

-2

-1

-Despegue

-Joder- susurré.

Código: NETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora