Mudo.

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Él y yo tuvimos una conexión desde el primer momento en que nuestras miradas se toparon fugazmente. Él era como un huracán que destrozaba todo a su paso. Tan caótico y problemático como él solo sabía. Llevaba dos soles por ojos, iluminaban mi vida y traían calor al frío corazón latiendo en mi pecho. Tenía un cabello largo de finas ebras doradas el cual caía abundante por su espalda. Tan suave y delicado, tan rebelde y amarañado como su dueño.

Solía decirme que jamás me amaría, que yo era un enfermo, fenómeno, y que las personas como yo deberían extinguirse. Palabras hirientes esculpidas por una boca tan preciosa tan solo causaban deseo en mi. Con el paso del tiempo aprendí a tomarlas como una cruel broma con tal de seguir siendo testigo de sus labios en movimiento.

Los días pasaron, semanas, meses y todo se resume en años donde él me "tolero" y aprendió a vivir a mi lado. No me apartó, no me pidió alejarme y mucho menos me trató tan mal como lo hicieron mis padres.

Eso me dio esperanzas.

Tal vez por eso acepte quedarme a su lado a pesar de sus regaños y su actitud, porque sabía que en el fondo yo le agradaba. Mis padres solo me sacaron de casa cual perro, sin siquiera dejarme explicar o decir un lo siento.

Esa es la diferencia entre ellos y mi sol.

Luego de un largo tiempo por fin aceptó ser mi pareja, aunque no admitió ser homosexual. Y es que ese hombre jamás miraría a otro, lo sé, me ama a mí solamente y eso me trae paz.

Nuestra relación empezó como lo más hermoso, estaba tan enamorado de Souichi y el carácter dominante que le caracterizaba, el cual se volvía totalmente sumiso a mis toques cuando estamos bajo las sabanas. Tenerle en esa faceta: excitado, vulnerable, era lo más hermoso que alguna vez tuve.

Sabía que podía excitarlo hasta con mi voz, lo sabía por como bajaba la guardia cada que le hablaba cerca y mis labios rozaban los suyos en un sutil juego tortuoso donde caería el más débil, y ese era él.

Y así fue como me dijo el primer te amo. Cuando su cuerpo colapsó en un orgasmo que le arrebató el más hermoso gemido que pude oír. Ahí, con la respiración agitada, con sus hebras doradas regadas sobre la almohada y sus ojos llorosos observándome, lo dijo:

-Te amo..

Fue un susurro débil, casi inaudible pero pude entenderlo. Yo sonreí y le bese encantado, más enamorado que nunca.

Souchi era tan distinto a los otros, podía enloquecerme con su mera presencia. Podía subirme al cielo y podía hacerlo arder, podía bajarme al mismo infierno y podía congelarlo. Ese era él, tan impredeciblemente seductor.

Nuestro amor era idílico, magnífico. Era una montaña rusa de emociones. Era volver a conocerlo a él y aprender a cómo manejarlo. Era como pararse frente al mar y ver la mangata abrirse paso sobre el agua. Relajante, espectacular.

En sus brazos soñé que este amor era para siempre.

Nuestro amor fue perfecto, etéreo. Pero también fue muy corto, tan efímero, tan doloroso.

Las cosas se vinieron abajo con la llegada de ese hombre. Solías pasar tiempo con él dejándome un nudo en la garganta y un agrio sabor de boca. Tú no eres de esos ¿Por qué estás con él? ¿Por qué me dices que solo es un amigo cuando te pregunto qué significa para ti? Jamás has tenidos amigos, no te gustan las personas.

Solo te gusto yo, solo debo gustarte yo.

Después de la tormenta salía el sol, pero nuestra tormentosa relación no parecía tener un fin soleado. Ni tus orbes miel brillaban como antes, y los míos tampoco.

Mudo - Koisuru Boukun Donde viven las historias. Descúbrelo ahora