•· Capítulo 12 ·•

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LA BOFETADA DE SU VIDA

(Las apariencias engañan, ¿no?)

KATIE ANDERSON

—¡Dije que no! —negué con la cabeza.

—Anda, di que sí, solo serán unas horas. Además es en la casa de Austin, nada malo podría pasar.

—Siempre dices eso cuando todo lo malo puede pasar —la vi de reojo mientras ella permanecía tecleando en su móvil.

—Ya verás como al final sí irás —se giró sobre sus pies y me miro de golpe—, ahora me haré cargo yo misma, Lindsay Blake —hizo una pequeña reverencia que me causó gracia—; de lograr que vayas con Lucas.

Abrí mis ojos de par en par perpleja al observar el celular que ahora tenia en frente leyendo lo que mi mejor amiga estaba dispuesta a enviar.

—Oh no, eso sí que no. No, estas loca. No voy a ir a ninguna fiesta y menos con ese chico —espeté.

—Ese chico durmió en tu propia habitación —canturreó Austin a su lado.

—¿Pueden callarse un rato? ¡¿pueden?! —solté frustrada mirándolos.

—Pero, aun así guardando silencio no cambia que Smith ha dormido en tu cama —Lindsay curvó su labio inferior formando una sonrisa pícara.

La miré perpleja por la naturalidad de sus palabras y la magnitud del tema, pero antes de poder reaccionar y arrebatarle el celular de una de sus manos alguien se me había adelantado.

Solo que no de la manera que esperé, bueno, para ser sinceros nadie se lo esperó.

Las cosas sucedieron muy rápido.

El teléfono de Lindsay había caído trágicamente al suelo de aquel pasillo, el ambiente se volvió un silencio incómodo y solo se escuchó por un microsegundo el crujido que provino por el cristal protector del móvil hacerse pedazos. Erick se había tropezado con mi mejor amiga.

—Fíjate bien por donde caminas, ¿acaso eres tonta? —desvié mi mirada para encontrarme con los ojos arrogantes de Steven que desbordaban desagrado mirando a mi amiga, que permanecía con la vista en el suelo mirando el teléfono destrozado.

—Hey, fue mi culpa, no noté que...—Erick, por su lado no logró terminar la oración porque Steven alzó su brazo haciendo que éste se callara.

Estaba tan indignada por su actitud y también la de Lindsay. Él hacía con ella lo que se le antojara y ella era su sumisa que siempre le daba la razón justificándolo. Pero ya no, era suficiente.

—¿No responderás? —el ególatra seguía atosigando con sus palabras destructivas y el tono amenazante a mi mejor amiga. Un minuto más tarde me di cuenta que el alumnado había pausado el paso y quedaban atentos en sus lugares por lo que iba a pasar. Incluso Erick y Austin parecían expectantes entusiasmados por la escena.

—Ya está ¿no? —Fijó su mirada en mí con asombro—, ¿Qué crees que ganas con esto?, humillando chicas, sintiéndote superior, haciendo tus bromas pesadas...

—Muy bueno el discurso emotivo Anderson, pero le hablaba a tu amiga —se burló con descaro.

Y cuando gire sobre mis pies para ver a Lindsay, se encontraba al lado de su locker secando una lagrima que bajó fácilmente por su mejilla.

No. Eso sí no lo permitiría. Una maldita lagrima por él, nunca más.

—Cierra la boca —espeté, un uuuh de todos retumbo el pasillo por mis palabras decisivas—. ¿No te das cuenta que eres una vergüenza para el Instituto?, sin tus padres no eres más que un niño consentido al que le aplauden todas sus niñerías.

Mi vida, mis reglas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora