Prólogo

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El auto rojo, de un grupo de amigos, se detuvo en medio de un pequeño pueblo a falta de gasolina. El cuarteto permaneció en el auto, observando su alrededor; el lugar no parecía muy amigable ante sus ojos y parecía que la oscuridad se apoderaba con rapidez de las calles. La noche caía sobre ellos y no tenían idea alguna de donde se encontraban varados, hasta que alguien pudiera venir a ayudarlos.

—¿Dónde estamos? —inquiere curioso uno de los chicos, sin dejar de inspeccionar el lugar con la mirada. No lograba entrar en confianza con el lugar.

Uno del resto responde que busque en el mapa. El chico abre la gaveta del auto y desliza sus ojos en el contenido del pequeño lugar, en busca del mapa. Una vez encontrado, lo saca de allí y lo extiende por completo creando un caos por la falta de espacio dentro del auto.

—Pero, ¿qué haces, Max? —pregunta su amiga, en el asiento trasero, al ver el desastre que armaba.

—Busco dónde estamos —responde con obviedad.

—Me refería al mapa de tu teléfono, tarado —rueda sus ojos. Con la poca paciencia que cargaba (como una característica de carácter), saca su teléfono, activa su ubicación y abre Google Maps—. Estamos en Nothing Hill.

Los tres amigos se tensan al oír el nombre del lugar.

—¿Qué sucede? —pregunta la chica, que tenía poca paciencia, confusa—. ¿Por qué se tensaron de repente?

—¿No te has enterado? —inquiere sorprendido su otro amigo, Noah. 

 —No. ¿Qué sucede con este pueblecito?

El trío comparte una breve mirada, sin poder creer que ella no supiera lo que ocurrió. Scarlett suelta un suspiro y voltea a verla. Sus hombros y piernas se encontraban rígidos, mientras sus manos presionaban el asiento de Noah.

—Aquí ocurrieron las famosas fiestas de los asesinatos. 






La Fiesta del Asesinato ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora