81. Gracias

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La risa vuelve a apoderarse de mí en cuanto siento el churro mojado de chocolate en mi espalda. De haber sabido lo que planeaba su mente perversa, me habría dado la ducha después.

– Trata de quedarte quieta, princesa –dice con una ligera risa–. Quédate quieta.

– ¿Qué tanto haces?

– Ya verás.

– Mi piel de por si es bronceada, Nick.

– Eso me encanta –confiesa al besar mi hombro desnudo.

– Eso me encanta –confieso. Sonríe como un niño con juguete nuevo y vuelve a la carga con ese churro.

– Termine –dice al cabo de unos segundos–. No te muevas.

– Creía que habías terminado.

– Sí, pero no te muevas.

Hago caso. No sé lo que planee, pero algo en mi interior dice que me gustara. Nick deposita el churro en la taza. Sus manos se ponen a los costados de mi cintura, y empieza a lamer el chocolate de mi espalda. Me oigo a mí misma exhalar y gemir cuando su cálida lengua sube hasta mis hombros, y baja hasta mis glúteos. Ya tengo el calor en el vientre y la humedad en mí entre pierna. Junto las piernas lo más que puedo mientras sus labios me rozan las nalgas, sopla y mi cuerpo entero se arquea. Abro los ojos y giro la cabeza para mirarlo. Está perfecto sólo con el bóxer puesto. Lo veo morder con cuidado mi glúteo derecho, me lame y deposita un pequeño beso.

Me abre las piernas y él queda entre ellas, me besa la espalda, el hombro, mi mejilla y mis labios. Abre el cajón de mi mesita de noche y saca el último envoltorio del condón. Tenemos que comprar más.

– Si no te gusta en esta posición, me dices.

Asiento.

Nick me besa la sien, me pasa las puntas de los dedos por mi piel desnuda, se pone el condón, vuelve a reclinarse cerca de mi cintura para no aplastarme, y me la mete de un solo intento.

No es raro, es más, lo considero atrevido. Me embiste con cuidado y se reclina sobre mi cuerpo hasta que su pecho me toca. Mantengo los ojos abiertos por la nueva postura y me concentro en aferrarme a las sabanas. Esa presión en mi vientre regresa y se me escapa un gemido, Nick se lo toma como mi permiso para avanzar y me embiste más rápido. Mi cuerpo sube y baja y ya siento que nuestros cuerpos brillan por la excitación. Me quita el pelo empapado de la cara y ambos hacemos contacto visual. Tiene la frente sudada y los mechones pegados a su cara. Me encanta.

No tengo idea de cuánto tiempo pasa hasta que ambos terminamos y nos separamos. Se deshace del condón y lo tira al bote de basura. Me abraza de costado y entrelaza sus dedos con los míos. Lo miro con una sonrisa de oreja a oreja y me doy la vuelta para que ambos quedemos de frente. Me percato de que son las siete para cuando ambos estamos desnudos y entre las sabanas.

– Gracias.

– ¿Por qué?

– Por el día de hoy, por el día de ayer, por el día de mañana. Por todos los días que he pasado a tu lado.

– Te amo –dice al darme un beso esquimal. No es propio de él.

– Te amo.

Me besa y baja la cabeza hasta el valle de mis senos, me huele la piel, me besa una vez y se queda dormido con mi cabeza en esa posición.

Sonrío sin pensar al darme cuenta de que este, en definitiva, ha sido el mejor cumpleaños de mi vida. Le hago piojito a mi novio y le beso el pelo rubio y alborotado que tanto me gusta. Me duermo pensando en el mejor regalo por adelantado que me han dado: él.

...

6 días después.

     Estás han sido, las mejores dos semanas de toda mi vida. Es como si..., como si..., como si..., ni siquiera puedo explicar lo que siento. Esto es nuevo, normalmente sé cómo me siento las veinticuatro horas del día cuando me siento mal, o cuando me siento triste, o cuando me siento apunto de chillar; pero con Nick, es raro, porque me siento más que viva las veinticuatro horas del día; suplanta todas mis enfermedades, mis pesares, mis males por haber, y mi pasado. ¿Es extraño que sepa expresar las peores cosas de mi vida y no las mejores?

–      Sana y salva –dice al tiempo de dejarme en el estacionamiento del departamento.

–      Ugg –sabía que el día llegaría, pero aun así no puedo evitar poner mi peor cara.

–      ¿Nos vemos el Lunes?

     Mi cabeza gira como si tuviera un resorte.

–      Creía que odiabas ir a la universidad.

–      La odio, pero tengo que ir a recoger mi certificado.

–      ¿<<Certificado>>?

–      Sí, porque ya salí de la carrera.

–      ¿Qué?

–      Termine el asunto en línea y mañana me dan mi certificado.

–      ¿Por qué no me lo dijiste? –pregunto. No estoy molesta, sólo sorprendida.

–      Porque no es importante para mí.

–      Para mí sí, yo sueño con tener mi título en mis manos algún día.

–      Bueno... –dice al posar la vista al frente.

–      Espero que mi padre ya se haya ido –confieso en voz alta.

–      ¿Miel? –pregunta al mirarme.

–      Sí.

–      ¿Cuándo termine con todo el asunto y me consiga un trabajo...

–      Ajá.

–      ... te... me harías feliz y te mudarías conmigo, por favor?

–      ¿Ah? –ahora soy yo la que gira en su dirección.

–      Si no quieres no pasa nada...

–      No, no es eso. –Pero ¿Vivir con él? Admito que me he reído más en estás dos semanas con él, que en veinte años de toda mi vida. Pero, ¿vivir con él?

–      No lo decidas ahora. Todavía tenemos mucho tiempo.

–      Claro.

     Me da un beso en la sien y otro más en la punta de mi nariz. Me provoca cosquillas.

–      Mis clases empiezan hasta la tarde. ¿Te recojo a la salida?

–      Sí –le doy un beso rápido en los labios antes de tomar mis cosas.

–      Adiós, princesa.

–      Adiós, mi amor –digo antes de cerrar la puerta de su auto.

     Me vuelvo en la entrada y le lanzo un beso antes de cerrar la puerta. De haber sabido que el cielo pronto se iba a convertir en mi antiguo infierno, nunca hubiera bajado de su auto.

Así Son Las Cosas [Así somos #1] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora