Dos

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—¿Me juras y perjuras que le has hecho la peor comida de la historia? —Le pregunté desconfiada a Karuto.

—Si no es así, que todas mis sartenes desaparezcan —Dijo con un tono de voz firme.

Llevé una de mis manos al corazón mientras soltaba un suspiro de alivio. ¡Al menos, Lance sufriría un poco!

—Aunque, debo decirte que llevo haciendo mal su comida desde hace seis años, así que, es probable que haya cogido inmunidad.

Pego mi frente en la mesa. ¡Maldito dragón! Voy a empezar a creer que si le pinchan, no va a salir sangre, va a salir veneno.

Ante mi reacción, Karuto soltó una carcajada. Luego, me dio unas suaves palmadas en mi nuca.

—No le dejes ganar. Termínate tu desayuno y demuéstrale que eres pequeña pero peleona —Dijo animadamente Karuto.

Levanté mi cabeza y miré hacia el techo. Oráculo, ya no te pido que me des paciencia, solo quiero ganas de vivir.

Cuando volví a mirar a la mesa ya tenía mi desayuno encima. Miré a Karuto y le sonreí. Desde que había empezado mis entrenamientos con Lance, él siempre había estado para animarme.

Pensaba que el primer día de entrenamiento iba a ser duro, pero eso fue una vil mentira que mi cerebro quiso creer: todos eran duros. Y eso que ni gastaba energías en hablarle. Las únicas veces que ocurría un intercambio de palabras era cuando él me decía lo que hacia mal, que era la mayor parte del tiempo.

Odiaba entrenar con él, ya no solo por las cosas que me hizo en el pasado, ya era por el hecho de que debía contener mis ganas de hacerle daño y centrarme en aprender. El cansancio ya no era físico, era psicológico.

Terminé de comer y le llevé el plato a Karuto, el cual, solo me guiñó el ojo antes de recogerlo.

Llegué al Jardín de la Música y me senté en la hierba mientras esperaba al dragón. Desde el segundo día de entrenamiento, llegaba cinco minutos antes, pues el primer día llegué con un minuto de retraso y Lance, poco más y me vuelve un cubito de hielo.

Pensé que era normal que usara sus poderes de dragón, pero Mathieu me dijo después que solo los usaba cuando la gente llegaba tarde. Y yo, aunque siempre la he arriesgado, le tengo valor a mi vida, así que mejor dejo tranquilo a su dragón interior.

No tardé en escuchar sus pasos y una parte de mí se preguntaba si esta vez, como muchas otras, intentaría atacarme. La primera vez que lo hizo, fue terrible ya que yo no me había dado cuenta de que había llegado. A partir de ese día, intenté centrarme más en el entrenamiento, aunque era algo difícil ya que la persona que tenía delante era la misma que me lo había arrebatado todo.

—¿El angelito ha vuelto a su estúpida manía de aislarse del mundo y no estar atento al enemigo? —Preguntó con cierto sarcasmo, aunque por la expresión de su cara podría decir que estaba enfadado.

No tardé en levantarme de la hierba cuando volví a caer en ella por el golpe que me dio Lance con su arma. No pude evitar emitir un gemido de dolor.

—¿¡Pero qué te pasa!? —Le grité enfadada.

El dragón soltó una carcajada y volvió a atacarme, aunque esta vez pude esquivar ese golpe, aunque por hacerlo tuviera que rodar por la hierba.

—¡Espabila! —Gritó Lance. —Es impresionante cómo controlas más la boca para quejarte que el arma.

—Lo siento por preferir el diálogo antes que destruir todo a mi paso —Solté con desprecio.

Estoy completamente segura de que Lance es la única persona en toda Eldarya capaz de hacerme enfadar en segundos. Lo odiaba con todo mi ser, pero eso era algo que él sabía y que utilizaba a su beneficio para reírse de mí.

Broken WingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora