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—¡vamos kaigaku! el abuelo nos espera en casa, como todas las tardes.
el contrario no movió ni un sólo músculo, sólo siguió mirando el negro suelo bajo sus pies, ¿o era el vacío?
—no voy a ir.
—¿eh? pero… el abuelo nos espera, debemos ir —tomó la mano del más alto, sintiéndola tensa y fría en su contacto.
—¡déjame aquí, dónde las llamas del infierno me consuman! no merezco ir a donde sea que me estés arrastrando con el abuelo, tonto.
la pesadez de sus palabras no afectaron a zenitsu, al contrario de lo que esperaba, él estaba sonriendo.
—lo llamaste abuelo…
—tch… cállate, eso no importa ahora.
—¡claro que sí importa, kaigaku aniki!
tembló. su cuerpo tembló. ¿siquiera alguna vez alguien le había dicho así, siquiera alguna vez le habían hablado con compasión o cariño?
ahora lo recordaba…
nadie le había tratado así, siempre fue llamado por su nombre fríamente, o había sido llamado "inútil".
pero no podría culpar a nadie por sus acciones.
ahora él y… ¿sería válido llamarlo "ototo-san" luego de lo que le hizo sufrir? estaban aquí, en un vacío negro, con una luz esperándolos allí delante.
—no puedo ir, zenitsu —repitió, soltando la mano ajena.
él sonrió de nuevo, agarrando su mano sin vergüenza otra vez—. tu sonido es diferente, suenas tranquilo, pero triste, ¿finalmente la caja de tu felicidad fue sellada? ¿encontraste la paz, aniki?
«creo… creo que sí. creo que me siento… bien».
—vamos, ya no importan mis amigos, ellos estarán bien sin mí. sabía que algún día moriría en una lucha contra algún demonio. al menos derrotamos a muzan, ¿no?
—sí, lo hicieron…
su toque ahora se sentía tibio, como el toque de un hermanito luego de ver a su hermano mayor luego de mucho tiempo.
—kaigaku, zenitsu, los estaba esperando.
el hombre mayor estaba esperándolos ahí, detrás de la luz, con una sonrisa.
—¡abuelo, traje a kaigaku conmigo!
—bienvenidos a casa, ¿quieren la cena?
—sí, por favor.
sintió como si las llamas quemarán todo su pesar.
querría haber comprendido todo antes de ser un demonio.
—abuelo, gracias por la bienvenida —agradeció, con una serena sonrisa en su rostro.
y entonces, las llamas sellaron a tres personas que sufrieron en una burbuja de la felicidad que siempre anhelaron.
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