Sus dedos se sentían... extraños.
Se movían indecisos, sin saber si estirarse y acercarse o si apartarse y alejarse del Death Note.
Olvidando que la criatura, cuyo nombre era Rem, estaba en la misma habitación, Misa trataba de dirigirlos al infame cuaderno.
Lo hago por Kira.
Su brazo derecho temblaba mientras intentaba llegar al escritorio.
Lo hago por Kira, se repetía, se gritaba mentalmente. Sus yemas se apoyaron en la superficie, aún sin atreverse a deslizarse hacia el borde y abrirlo.
¿Por... qué?
¿Por qué le costaba tanto?
Su respiración se hacía pesada mientras la Shinigami detrás suyo se mantenía al margen, sabiendo que el decisivo momento tendría que pasar por voluntad de la posible dueña.
No la influenciaría, por más que quisiera gritarle un grandísimo y rotundo "no".
Sí, quizá matara a humanos sin siquiera pestañear porque era egoísta o cobarde y quería seguir viviendo una existencia eterna, y lamentable por lo aburrida que con los milenios se había vuelto. Quizá matara humanos porque era su trabajo, que ya casi ningún shinigami hacía de buena gana.
Pero con Misa era diferente: a Rem le importaba lo que podría sucederle. Por lo que definitivamente no quería verla de la misma manera que había visto a Jealous en prácticamente toda su vida: con culpa y tristeza hasta que de repente decidiera llegar algo y emitir una pequeña pero visible luz.
Una luz que iluminaría o distraería.
El cuaderno que Jealous había dejado caer hacía una semana, había terminado en manos de Misa, quien sería la dueña hasta que lo perdiera o hasta que pasara a otras manos.
¡Ha-hacelo! ¡Abrilo!
La rubia despegó sus dedos derechos del Death Note, decidiendo intentarlo de nuevo al día siguiente. Rem, aún sabiendo que no sería la última vez que Misa lo intentara, dio un suspiro de alivio al ver que se alejaba del singular cuaderno.
Misa sentía que le debía a Kira, que si utilizaba el Death Note de la misma manera que él, le pagaría de a poco.
Así que no podía acobardarse.
Tuvieron que pasar diez días hasta que Misa decidiera ver por primera vez el interior del Death Note.
En un acto de coraje e impulsividad, la rubia corrió hacia el escritorio donde estaba el cuaderno tan cerrado como cuando lo había encontrado.
Con su pulgar e índice izquierdos, bruscamente agarró la tapa del cuaderno y un par de páginas para así separarlas de las otras y... abrir el Death Note.
Y allí, en la primera página que no contenía reglas o nombres, y en la que coincidentemente había abierto el cuaderno negro, el anterior propietario había escrito una hilera de nombres que ocupaban la mitad de la página, en la que también habían rastros de lágrimas, algunas más viejas que otras.
El nombre que más le llamó la atención le devolvió la mirada de una manera inquietante.
Recordando lo que hacía dos semanas y media le había contado Rem cuando la había conocido, Misa dedujo que el nombre que tan nerviosa la ponía, era el de quien tendría que haberle puesto fin a su existencia con un cuchillo... un pequeño cuchillo tan solo.
Pero no lo hizo, no había alcanzado, porque un difunto Shinigami que odiaba matar pero temía a su propia muerte, había intervenido con el destino porque amaba a Misa. Había salvado su vida... al alargarla unos incontables segundos más de los que quizá le quedaban antes, si aquel hombre planeaba apuñalarle en zonas vitales para que se desangrara y muriera en minutos.
El precio que tuvo que pagar Jealous fue el resto de su vida, que solo podía contarse con la cantidad de segundos anterior, sencillamente incontables por ser muchísimos más que los de un humano, por equivaler a cientos de años.
Tal vez por eso, por tener la vida anormalmente larga, Misa no temió hacer el trato de los ojos cuando Rem se lo propuso en algún momento de los siguientes días.
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Pequeña luz
FanfictionUna pequeña luz puede distraer o iluminar. Claramente ningún personaje me pertenece.