Capítulo 2. ¿Quién dijo que sería una noche tranquila?

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De por sí, a Jey le gustaba viajar, pero viajar con amigos le gustaba mucho más. Estaba demasiado emocionada por el viaje, aunque le haya salido caro. Tuvo que pedir un préstamo al banco, avalado por sus padres. Apenas había acabado su carrera, y recién empezaba a caminar en su futuro. Menos mal, Karla la acaudalada, y narco Naomi, se ofrecieron a costear buena parte de la estadía y comida.

Era la primera vez que Jey salía de su país, por lo tanto, el miedo y la emoción la llenaron por completo. Cuando llegó al aeropuerto y no vio a ninguno de los chicos, se puso nerviosa. Los peores pensamientos pasaron por su mente, quizás se habían olvidado de ella, o tal vez estaban perdidos. Dado que las probabilidades eran muchas, se le ocurrió cantar para llamar su atención, tal vez uno de ellos reconozca su voz. Al ritmo de «Amores extraños», empezó a captar la atención de algunos pasajeros, que curiosos se acercaron y le dejaron algunas monedas. «¡Qué vergüenza!». Aunque, ya no le importó porque al final logró reunirse con su adorado grupo.

La primera en bajar de la camioneta fue Flor, se ató su glamurosa melena en un moño tomate, y descansó sus manos en la cintura, mientras miraba la fachada del hotel Mantra on northbourne.

—Nada mal —murmuró.

Si Jey era pequeña, se sintió aún más diminuta frente al enorme edificio beige. El hotel tenía muy buena pinta. Lo que más le gustó fueron los balcones con vista a la ciudad; o eso creía, porque cuando entraron a la recepción, quedó deslumbrada; una sala de muebles de toda clase, sofás grises, alfombra negra con diseño de ondas amarillas, lámparas dinámicas de forma cilíndrica... Todos esos detalles le dieron una sensación hogareña, por lo que lo adoró.

Los chicos no dudaron en lanzarse de plano sobre los sofás, mientras ella acompañó a Karla a registrarlos. Le sorprendió la fluidez de su amiga al expresarse en inglés; apenas y pudo comprender unas tres palabras, por no decir dos: Hello y thank you.

Lo raro fue que se demoraron en ellos, pero en absoluto en el wombat; al que por cierto en el camino habían nombrado: "Croqueta", ya que era la palabra que más mencionaba el chiflado de Lobo, incluso en sus historias. Además, porque no sabían si era hembra o macho.

Le otorgaron a Croqueta un espacio junto a otros animales. Aparentemente era de lo más normal que los turistas aparecieran con ese extraño marsupial.

Con ayuda del botones, subieron al cuarto piso donde quedaba sus sacrosantos aposentos. Tal como lo habían acordado, lo mejor para ellos y su bolsillo, era quedarse en una habitación triple. Era solo el principio... La habitación lucía incluso mejor de lo que Karla les había enseñado en fotos; espaciosa y elegante. El color pastel reinante, la dejó embobada, junto a las cortinas color ladrillo que, separadas permitía ver la oscuridad de las afueras; las camas eran tan blancas como la nieve, y junto a ellas brillaba una lámpara del mismo color sobre una mesita de noche. En la unión de las tres había una especie de living con vista al balcón, y un pequeño juego de muebles. Lo que más les gustó fue la discreta separación de una cama hacia el resto que, definitivamente sería de los chicos.

—¡Me encanta! —chilló Naomi.

Todos estuvieron de acuerdo. Sergio emitió un silbido recorriendo todo el espacio con sus redondos y grandes ojos.

Las chicas escogieron las camas más próximas al baño, mientras los chicos el extremo. Cerraron su cortina, y sabe el cielo, qué hicieron.

—¿Cómo dormiremos? —cuestionó Naye acomodándose los anteojos.

Naomi, aunque hablaba poco, pidió la cama junto a la pared.

—Yo también porque me ruedo —intervino Flor—. Un momento, ¿qué pasa si alguien patea?

¿Y dónde están los latinos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora