La forma en la que hablan, caminan, responden, comen. Las escuelas a las que asistirán por el resto de sus vidas.
Su forma de vestir, su "gusto" en los deportes, su incesante manía por ser los mejores aunque eso signifique dejar de respirar.
Esa es...
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Beomgyu.
Uno de mis errores más recurrentes a lo largo de mi vida, ha sido permitir que el exterior de otras personas logre dañar mi interior.
Por mi edad, no sabía priorizar lo que debía cuidar. Dejando que mi pequeña autoestima fuera moldeada y rota sin siquiera percatarme que era lo que tenía que hacer para pararlos.
Gasté mucho tiempo en buscar que era lo que me daría paz mental, que cuando una pequeña dosis llego a mí, me volví codicioso. Olvide que las personas son problemas andantes, no aptos en muchas ocasiones para ser acompañados, pero, aun así, mi paz era real.
— Antes de que te marches el día de hoy — escucho la voz serena del hombre frente a mi mientras le doy el ultimo sorbo a mi té — ¿Tienes algún comentario sobre el escrito de nuestra última sesión? —
— Por poco lo olvidaba – admito con una pequeña sonrisa surcando mis labios, pues si el doctor no hubiera revisado sus notas de forma rápida, probablemente me hubiera olvidado del asunto. — Si, creo que tengo algo —
— ¿Y a que conclusión llegaste? — inquiere de forma curiosa, levantando solo por un pequeño segundo una de sus cejas mientras sus ojos se posan serenos ante los míos.
— La persona de la que hablé... esa por la que estoy algo encaprichado; probablemente no sea mi alma gemela. — Admito apreciando como la curiosidad nace por mi sonrisa — Aunque al mismo tiempo, que no crea que pueda serlo es lo que hace tan impredecible mis emociones... Después de pensarlo mucho estos días, me prometí a mí mismo que sería egoísta con mis sentimientos, incluso si me rechazan en el futuro próximo, prefiero que sea por haberlo intentado y no solo porque yo fui quien se cayó todo lo que tenía y lo enterró en el fondo de un cajón en su memoria. — comento algo contrariado, expectante a la espera de una respuesta que nunca llega.
Mi doctor solo me aprecia a distancia mientras suavemente da un asentimiento hacia mí.
— Es importante tener valor para expresar nuestras emociones — inicia, con el rastro de una pequeña sonrisa desapareciendo mientras continúa con su explicación — Pero, también debemos recordar que los instintos nos ayudan a protegernos, alejarnos del peligro está bien si es que pensamos que saldremos lastimados. —
— Doc, estoy harto de correr, no quiero ser llamado cobarde nunca más— contrapongo en tono serio.
— No veo porque serias un cobarde al huir de algo que te sobrepasa — contesta amenamente sorprendiéndome. — pedirle a un conejo que le haga frente a un león sería estúpido. Muchas veces es mejor saber retirarse en el momento oportuno para así darnos un bien mayor a largo plazo —
