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BAILEY

Nunca imaginé que llegar a Louisiana cambiaría mi vida de forma radical.

Llegué aquí huyendo de todo y de todos; de mi pasado y esperaba poder comenzar de nuevo.

Decidí inscribirme en una universidad pública ya que siempre me había parecido crucial tener una carrera; aunque no contaba con los recursos para solventar los gastos decidí estar solo el tiempo que el dinero que traía se acabara.

Afortunadamente conseguí trabajo en un bar, la ventaja; no estoy pagando renta ya que, la dueña del lugar me ofreció un cuarto en el cual puedo quedarme, las buenas noticias son que, no pagó renta y no me descuenta nada de mi sueldo.

Llego a la universidad y me dirijo a mi casillero para sacar lo que hoy necesitaré para tomar mis clases. Han sido seis semanas tranquilas pasando desapercibida y la verdad es que me he sentido mejor, no dire que estoy completamente bien porque después de todo por lo que he pasado dudo mucho que en algún momento de mi vida lo esté. Tal vez en algún punto de mi vida pueda estarlo, tal vez pueda sanar, tal vez se me recompense por todo lo que he pasado o tal vez no. Tal vez en otra vida pueda tener toda la calma que no tuve en esta.

— ¿Te has perdido?

Me sobresalté y giré en redondo. Había un chico apoyado en las taquillas frente a la puerta. Aunque parecía más formal con la chaqueta del colegio, la camisa bien abrochada y la corbata impecablemente anudada, era imposible no reconocer aquella cara y aquel pelo castaño que aleteaba sobre unos ojos entre cafés y azules no lograba ver con claridad el color de sus ojos. No esperaba volver a encontrármelo, pero tenía otra vez delante al chico del bar y lucía la misma sonrisa irónica de aquella ocasión.

Okay, definitivamente a esto no le llamo "pasar desapercibida" genial Bailey, vamos bien.

Intenté transmitirle mis pocas ganas de charla con una mirada gélida, pero cuando nuestros ojos se encontraron ocurrió algo totalmente distinto. Sentí de pronto una especie de tirón en las entrañas, como si el mundo se desplomara bajo mis pies y yo tuviera que sujetarme y encontrar un algo para no venirme también abajo. Debí de dar la impresión de estar a punto de desmayarme porque él extendió un brazo instintivamente para sostenerme.

Cuando estuvo seguro que no caería me soltó lentamente dedicándome una sonrisa, que apenas y devolví.

— Soy Matt— Se presentó extendiendo su mano hacia mi.

—Un gusto—Tome su mano sin siquiera decir mi nombre. La solté de inmediato y seguí mi camino como si nada hubiese pasado. Sin embargo, sentí su mirada sobre mí hasta que desaparecí por el pasillo de la universidad.

No se porqué pero presiento que a partir de ahora no voy a pasar desapercibida y eso me pone mal.

***

Entre clases y exposiciones se me olvido el pequeño incidente de la mañana, sería mejor que me olvidara de eso y no darle tanta importancia.

Solo se presentó Bailey, no es como si te fueras a casar con él.

La hora de salir ha llegado, el timbre suena e inmediatamente todos se apresuran a salir del aula. Por mi parte me tomo el tiempo de guardar mis cosas con calma ya que si salgo ahorita muy probablemente alguien me de un golpe.

Es que no te ves, eres muy chiquita.

Me apresuro a la salida sin notar que alguien se acerca a abrir la puerta, lo siguiente que siento es la puerta justo en mi cara y después yo cayendo al piso.

¡Dios mio!, te acaban de reiniciar el windows.

La cabeza me punza, me llevo la mano a la frente y afortunadamente no hay sangre. elevo mi vista hacia arriba y veo al tipo del  bar  ¡otra vez!.

se apresura a darme la mano para ayudarme a parar, pero le manoteo la mano y me levanto yo sola.

- Oye, yo solo quiero ayudar- Se queja.

- Ya hiciste mucho- le reprocho llevándome la mano a la frente.

Puedo ver el arrepentimiento en sus ojos y a la vez un atisbo de diversión. Juro que si se ríe le estampo la mochila en la cara.

él intenta acercarse a tocarme la frente y retrocedo por inercia, se da cuenta y solo se queda en su lugar.

- Discúlpame por el portazo.

- Ya estoy acostumbrada- digo por lo bajo.

-¿Disculpa?- me miró confundido.

- Que no me importan tus disculpas. Ahora si me permites, tengo que irme.

Me dirijo hacia la puerta para irme de una vez, pero...

- ¿No me vas a decir tu nombre?- cuestiona.

- No tengo por qué hacerlo. Espero no verte más. - le doy una sonrisa fingida.

—Venga, que no es mi culpa no haberte visto. Eres un duende —Suelta la carcajada que solo hace que mi enojo aumente.

—Hijo de puta — Mi enojo en este momento es evidente así que me dirijo a la salida.

—¡Uy! Con esa boquita besas a tu madre — se burla y alcanzó a oírlo.

— ¡No tengo madre! — alzó la voz  y apresuro el paso.

—Mierda.

Me apresuro a salir lo más pronto posible del aula y del instituto también.

Una vez fuera camino hacia casa pensando en todo lo que ha sido mi vida.

¿Han escuchado eso de que dios le da las peores batallas a sus mejores guerreros? o una cosa así; bueno pues no sé con quién me habrá confundido como para darme las peores batallas y ni siquiera me ha mandado un tutorial o algo.

Y es que con tan solo 22 años apenas, he pasado por un montón de cosas, no se a quien mate en mi vida pasada como para que me tenga sufriendo tanto en esta. Desde mamá y papá, a eso sumándole lo de mi padrastro.

Y lo que dije aunque me pese, es verdad, no tengo madre. Lo único que me apetece en este momento es desaparecer. Que se abra un hoyo en la tierra y me trague. Por qué decir aquello en voz alta después de tanto tiempo me está destrozando. Creí todo eso ya superado, pero no, los recuerdos siguen y las marcas también aún cuando las cubrí con tatuajes.

Un nudo se forma en mi garganta con los recuerdos que me llegan, los ojos se me empañan, no quiero llorar, no quiero hacerlo porque los últimos años es lo único que he hecho y ya estoy harta. Ya lloré lo suficiente y ni siquiera sé cómo es que aún me quedan lágrimas para llorar.

No quiero llorar pero es justamente lo que ya estoy haciendo. Quiero gritar pero no puedo, el llanto me lo impide y he llegado al punto de no poder respirar, el estomago me duele de tanto llorar. Me siento débil, las náuseas se hacen presentes y mi visión se torna borrosa, los ruidos a mi alrededor se van desvaneciendo, todo me da vueltas y cuando estoy por caer siento como alguien me sostiene.

TAL VEZ EN OTRA VIDA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora