—Rose me ha dicho que querías verme— digo entrando en la habitación.
La música de la fiesta se escucha de fondo aún a estar a varias salas de distancia.
—Tu cumpleaños está cerca y, como sabes, es tradición de la familia que las chicas que cumplan 16 años empiecen a hacerse notar entre los Príncipes de varios reinos para conseguir que uno la despose— explica sin darme tiempo a separarme de la puerta.
Suelto una risa sarcástica.
—¿Vas a presentarme ante ellos como si fuera una mercancía? ¿Tan poco significamos para tí?
—Sé que aún quedan unas semanas— sigue diciendo, ignorando mis preguntas por completo—. Pero he encontrado ya algunos bailes a los que puedes asistir. Te presentaremos ante los jóvenes y al cabo de unos días decidirás quién quieres que sea tu futuro esposo.
La última palabra pronunciada hace que sienta ganas de vomitar.
—Asi que la mercancía no soy yo, si no ellos.
Mi padre me lanza una mirada amenazante.
—Emily, escúchame— gruñe levantándose de su asiento— Los enlaces entre reinos son importantes, los necesitamos. Así que vas a obedecerme y comportarte como la Princesa para la que llevas toda la vida preparándote, ¿me has entendido?
Asiento con la cabeza y el segundo que cierro los ojos es suficiente para que las lágrimas empiecen a salir.
Como siempre, hago una pequeña reverencia antes de salir de allí y poder respirar de nuevo; aunque ésta vez tenga ladrillos en los pulmones que me van ahogando comforme el tiempo avanza.
Observo la puerta cerrada del salón de baile y, aunque estoy a unos metros, decido volver a mi habitación.
Las palabras de mi padre no dejan de resonar en mi cabeza mientras me pongo el camisón.
El tipo de Princesa que quiere que sea no es más que una niña tonta, sumisa e indefensa. Yo no soy así; me niego en absoluto. Pero sé que no puedo hacer nada contra sus órdenes.
Me meto entre las sábanas y me hago un ovillo mientras las lágrimas salen de nuevo persiguiéndose unas a otras a gran velocidad.
Cuando ha pasado un tiempo y ya me siento más calmada, recuerdo de pronto el regalo de Oliver.
Me levanto de un salto y cojo de nuevo el vestido para sacar de uno de sus bolsillos el collar.
Me acerco al tocador para posarlo sobre mi cuello mirándome en el espejo. Solo por un segundo, imagino a Oliver tras de mí enganchándolo en éste; y sonrío.
Respiro hondo y salgo de la habitación para buscarlo y esperar que esa fantasía se haga realidad.
Siendo consciente de los ojos posados en mí por llevar puesta la ropa de cama, atravieso a paso rápido la sala para salir a la terraza esperando que aún se encuentre allí.
Sonrío al verlo de espaldas. Me acerco y me coloco junto a él en silencio.
—Creo que se te ha olvidado hacer una cosa al darme el regalo— digo tras unos minutos observando el horizonte.
Él me mira y sé que sabe a qué me refiero, por lo que extiende la mano y dejo sobre ella el collar.
Espera a que me dé la vuelta y, apartando mi pelo lo más delicadamente posible, rodea mi cuello con la cadena y la engancha al final de éste.
Vuelvo a sonreír al verlo sobre mí.
—Es precioso— repito girándome de nuevo para volver a estar cara a cara.
—Sí que lo es— confirma sin dejar de mirarme.
En un impulso, me abalanzo sobre él para abrazarlo con fuerza como otra forma de agradecérselo y, solo con ese gesto, consigo que unas mariposas se cuelen en mi estómago.
ESTÁS LEYENDO
Once upon a Princess (Reales I)
Diversos*Historia sin corregir* Érase una vez una Princesa... Que luchaba para que las cosas fueran bien.